Capítulo 6.

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Elisabeta

Lavo la sangre seca que ha quedado en mis manos, y a pesar de tallar de una manera brusca, todavía hay algunas manchas que no quieren caerse, pero no importa, llegando a casa tomaré una ducha con agua caliente.

Doy media vuelta, sólo para darme cuenta de que hay una espesa neblina fría que inunda las calles, la cual no me permite ver más allá de mi propia sombra.

Comienzo a caminar tranquilamente, estoy segura que al llegar a casa recibiré algunos cuantos gritos de mi padre, o quizá de ambos, así que, ¿qué importa llegar más tarde?, de igual manera va a pasar la misma cosa.

*/*

Antes de abrir la puerta decido mirar a través de la ventana, por buena suerte no hay luces encendidas.

La puerta rechina al intentar abrirla, así que me detengo en seco, comienzo a empujar la fría madera de la manera más lenta posible, hasta tal punto en que dejo un espacio donde se que voy caber.

Una luz amarillenta me da de golpe en la cara, entrecierro los ojos para adaptarme a la iluminación. Son mis padres, maldición.

—¿Es que ni siquiera puedes llegar a la hora de la cena?—dice mi padre, al mismo tiempo que arrastra una silla de la sala y se deja caer sobre ella—. Ya me tienes harto, Alina.

No contesto.

Suelto un suspiro pesado mientras que me recargo en la pared tras de mi, esto será largo.

—¡¿Eso es sangre?!—exclama mi madre de manera angustiada y se acerca a mi para tomar mi brazo entre sus manos—. ¡¿Qué te pasó?!

—No es mía—suelto sin pensar.

—¡¿A que te refieres con eso?!—interfiere mi papá. Me mira seriamente esperando a que le de alguna explicación.

Su mirada está fija en mi y noto como el desasosiego se apodera de sus facciones, mientras tanto mi madre se encuentra en un rincón, llorando.

¡¿Es enserio?!

—¡Oh, por favor! ¡ya basta de tanto drama!—exclamo—. ¡¿Es que enserio tienes que llorar por cada maldita cosa?! ¡eres una estúpida!—suelto con brusquedad.

Noto como mi padre está a punto de abalanzarse sobre mi, pero mi madre decide interponerse en su camino para evitar problemas.

Un silencio incómodo se instala en el ambiente, ninguno de los tres hace nada para llenarlo. Noto que la respiración de mi padre va de una manera bastante acelerada, eso sólo refleja una cosa, enojo. Sinceramente no me importa, al contrario, me gusta.

Como nadie se dispone a decir algo, decido, entonces, que lo mejor es ir escaleras arriba y de una buena vez tomar mi maldita ducha.

~*~

Al día siguiente...

Unos cuantos golpes en mi puerta hacen que salga de mis pensamientos.

—¿Qué quieres?—sueno más irritada de lo normal.

—Tu padre y yo vamos a ir a visitar a tu abuela—informa—. Se que no quieres ir, así que esta noche te vas a quedar sola, no hagas alguna tontería, por favor—ruega—, ¿de acuerdo?

Enarco una ceja—: Sí, esta bien.

Me acerco a la puerta, al abrirla me cercioro de que nadie se encuentre afuera, entonces, en silencio, bajo los escalones de dos en dos, todo con cuidado de no dar un mal paso y caer, eso si que sería una caída muy estúpida.

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