Capítulo 18.

229 26 4
                                    

Nina Petrova
Parte II

Rumanía, jueves del 2015.

(Nina)

—Doctora Lewis—vuelvo a llamarla por enésima vez—. Necesito platicar con usted un momento—pido.

—Nina, la última vez que quisiste hablar conmigo, casi me arrancas los ojos—Dice, y se pone frente al cristal—. ¿Qué es lo que quieres? Ya te dije que no te puedo dar carne de personas, debes de seguir tu nueva dieta.

—No quiero carne—suelto un suspiro—, quiero ver a alguien.

—Nunca quieres hacerlo, ¿por qué ahora si?—me mira con curiosidad.

—Por favor—suelto una risa—. No he hecho nada malo, tan sólo quiero ver a alguien, ¿acaso es mucho pedir?

—Vuelve a dormir.

—Cuando salga de este maldito cuarto—digo, y doy un fuerte golpe al cristal frente a mi—, juro que te voy a hacer sufrir como no tienes idea, te recomiendo que comiences a rezar porque nunca salga de aquí—sonrío.

—Guarda tus amenazas para alguien más, y la verdad es que tu eres la que debería rezar, ya que nunca vas a salir de aquí.

Una risa es mi respuesta, es increíble que esta tipa se encuentre tan relajada, porque cuando yo hago una advertencia, vaya que la termino cumpliendo.

~*~


(Alina)


—¿Estás bien?—preguntan a mis espaldas.

Miro por sobre mi hombre, para darme cuenta de que es Elisabeta. Suelto un suspiro y niego un par de veces—: No, no lo estoy—agacho la cabeza.

—¿Por qué no?—se sienta junto a mi—. Mañana vamos a salir de aquí, ¿por qué no habrías de estar bien?

—Me estoy volviendo loca aquí adentro, ¡¿es que no te das cuenta?!—exclamo, alterada, y señalo el reloj—, ¡ese maldito reloj no se mueve!

—Pasé por eso hace una semana, fue cuando nos peleamos, ¿recuerdas?—me mira—. ¿Sabes como salí de eso?

—¿Cómo?—llevo los ojos al cielo.

—Pensé en todas las cosas que haría al salir de aquí, y vaya que fue bastante reconfortante, me relajé demasiado, y fue tanta la relajación, que pensé que había tenido un orgasmo—ríe.

—Ay Eli, siempre sabes como hacerme reír, ¿enserio fue un orgasmo?

—No—me mira divertida—, dije que se sintió como uno, pero no dije que eso había sido.

—Pues como sea—relamo mis labios—. Ya pensé en eso, y sin embargo sigo estando igual.

—Quizá no pensaste en lo que en realidad quieres hacer...

—Claro que si, la primera cosa en mi lista, son mis padres.

—Deja eso de la venganza a un lado, piensa en ti y no en los demás, por Dios mujer—me da un golpe en el brazo—. ¿Sabes qué? Mejor ven conmigo y ayúdame a encontrar unos papeles.

—¿Papeles?

—Los necesitaremos mañana, son hojas con imágenes, es como un pequeño mapa del Instituto, pero tú sabes que yo no soy buena encontrando cosas, así que ven conmigo—me ofrece su mano.

Juegos siniestrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora