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El acumulador violeta de ropa estaba hecho. Listo para viajar.

Mañana llegaría a mi destino; la casa de Loraine.

Es una prima, de las confidentes, de las leales y perras, no hace falta especificiar con quiénes.

Empezó su carrera a seiscientos kilómetros de aquí, de donde vivo. Algún día debía visitarla. Ella, con bastante frecuencia, lo hace.

Hace dos meses me contó que había conocido a un chico, rodé los ojos al escucharla hablar tan entusiasmada. Siempre fue de las que prueban con uno y luego con otro, algunos con ataduras y otros, mejor sin compromiso y a la merced del destino. Hoy son novios.

Lo que hace el amor, pensaba.

Hacía mucho que no me enamoraba, en parte la envidiaba -esas envidias sanas, no me malinterpretes-, envidiaba su amor y la facilidad con la cuál parecían amarse. Cero preocupaciones, pocos celos, algunas chicas detrás de su novio pero nada más. Así de fácil.

Subí al micro y partí. Después de cinco horas, me encuentro en la capital de mi provincia.
Para llegar a mi destino, debo hacer viaje indirecto, o sea, tomarme dos micros.
Bajo y ubico con la mirada algún banco vacío, saco el libro que, siempre por alguna excusa de por medio, no podía terminar de leer.
Estoy casi al final, ya falta poco para qur arribe el otro micro. Decido descansar la mirada y alzo la vista. Noto a un rubio muy guapetón, parece universitario, y yo aquí, con dos años en la estadía del secundario. Tampoco tengo apuros, dicen que es muy complicado, que no te diviertes nada y bla, bla, bla. Gente que habla y, seguro, nunca asistió a una de ellas, a una universidad. Porque del dicen se puede esperar cualquier cosa; la mentira más exagerada o la verdad más tortuosa.

Ni quiero pensar, demasiado tengo con mis desvelos. Estos se deben a mi carrera, soy de la medicina. Pero me replanteo, una y otra y otra vez, si es lo que realmente quiero, ¿qué pasaría si me topo con un cadáver y reacciono mal?, o ¿qué haría si se me presenta un paciente con una herida extrema y la jodo más? Un desastre mental.

Desvío la mirada del chico. Podría descubrirme, pensaría que soy una acosadora o algo por el estilo.

En Tassey seguro que hay muchos chicos lindos, de esos musculosos y llenos de talentos, o eso quiero creer.

Miro mi reloj, se me hace tarde. Busco de manera rápida mi objetivo, llego justo a subir. Faltaría que lo pierda y me retiro a buscar una herradura o algún trébol, mi suerte no va en mejoría que digamos. Resoplo.

Me pierdo en la ventanilla y en lo que me muestra; mucha producción de frutas.

Sin querer me duermo, a la hora y media despierto, debería estar llegando. Loraine me avisó que estaría esperándome en la tercer parada.

-Perra, ya casi.

Le escribo. A los minutos me responde:

-¡Ya era hora! Hace veinte minutos estoy parada aquí, imagínate mis ansias.

Decido dejarla con su locura. Opto por no responder.

Friego mis ojos, la parada y Lore se asoman. Tiene una sonrisa gigante, y la mía no es par menos.

Casi caigo de frente, con valija y todo, ya que el chofer no vió que tenía gente a la que bajar. Su frenado brusco me obligó a sujetarme de un asiento.

Me sonríe en forma de disculpa, yo lo imito, pero de manera despreocupada. Debe tener mucho trajín en el día.

Mi prima me saluda con demasiada efusividad, hasta asfixiarme.

-¡Para! Soy demasiado joven para morir- río.

-Ay, lo siento. Ya sabes cómo me pongo cuando pasa mucho tiempo sin vernos- responde algo avergonzada, pero sin perder la pizca de gracia.

Presa de TíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora