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Su casa es más hermosa por dentro. Muchos lujos, muchas cosas de gran valor. A saber cuánto costará todo esto.
Me da una dulce mirada, se acerca y retrocedo. Toco la pared con mi espalda. Acaricia con sus suaves dedos mi rostro. Me dejo llevar pensando en cómo sabrán los de él, los de Leandro. Cierro los ojos, imagino y creo escenas. Pero así como llegan se esfuman porque aparece la mujer suertuda que lo tiene envuelto.

Los abro y me encuentro con una mirada que sabe a lujuria. Es más atractivo con un foco encima. Me toca la espalda, sube hasta llegar a mi cuello, acerca sus labios y deja un beso, luego otro y otros más. Me gusta esto. Nunca he estado con otro antes como lo hago en este momento, ¿pero qué más da?

El beso se vuelve brusco y empiezan los mordiscos. Sube y baja sus manos por mi cuerpo con tal ansiedad que comienza a darme calor. Se detiene. Nuestras caras deberían estar coloreadas de matices rojos. Me mira y, de a poco, baja mi vestido.

–Será mejor que subamos -acota señalando el piso de arriba. Debe estar su habitación.

Asiento en señal de confirmación y subimos. Nos adentramos a la misma. Es espaciosa, luminosa y muy bien decorada. Siento cerrarse la puerta con llave.

–Para que nadie interrumpa -asegura él.

Se acerca rápido y me tumba en la cama. Se monta sobre mí y lame mi vientre. Pasa su lengua por mis caderas y muerde, lento y despacio.

–Supongo que lo disfrutas, querida. Y lo pasarás mejor que con él -y sabía a quién se refería.

Saqué su camisa y el hizo lo mismo con mis prendas. Terminé por desvestir lo que quedaba de él. Jamás había tenido sexo. Tenía miedo. Pero no podía decirle que lo era.

Se adentra lentamente en mi interior y duele como el demonio. Nota mi angustia y sigue. No le intereso, claramente. El sufrimiento se hace más extenso. Acelera sus embestidas hasta culminar. Sólo me mira. Había un poco de sangre. Y cuando se percata de eso me mira con espanto.

–Ni creas que eso lo lavaré yo. Hazte cargo. Bien que abriste esas piernitas.

También lo miré, me vestí con velocidad y apunté hacia la salida. Giré la llave y salí como un disparo.

Presa de TíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora