- Capítulo 5 -

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Lanzé mi chaqueta hacía un rincón de la casa, cansado y fastidiado de la nada. Caminé por mi departamento desordenado, apenumbrado por las sombras de aquella hermosa medianoche. Tironeé mi camiseta y voló hacía mi viejo y pequeño sillón.

Quejido.

El dolor debajo de mi costilla derecha se dispersaba sin problemas por el resto de mi ábdomen, haciéndome sentir un desgraciado.

Caminé a tientas por causa de la oscuridad. ¿Porqué mierda no prendí la luz?, pensé.

Suspiré exasperado, arrepintiendomé, por haber intensificado el dolor en mi pobre ábdomen. Choque mi lado derecho contra una silla, sí, justo en la parte afectada.

Zayn Mala Suerte Malik.

Sentí un atiborro de fastidio y dolor expandirse por mi cuerpo, y un pequeño gruñido se escapó de entre mis labios.

—Mierda. —Murmuré enfadado. Todo mejoró un poco cuando vi la luz de la luna alumbrar por la rectangular ventana de mi departamento, facilitando mi andar.

Me eché pesadamente en la cama, mirando el techo, ignorando el calvario que me hacía sentir mi torso. Maldecí al estúpido que quiso sobrepasarse con la zorra esa. Sí, la zorra se negó a todo al ver que el tipo era un pobre pelagatos que ni dinero para pagarle un taxi tenía. El tipo no se iba a rendir tan simplemente. Seguramente se había propuesto a conseguir un polvo gratis con aquella de aspecto fácil, y que con sus encantos podría llevársela a una cama. O con un cúbiculo de baño bastaría. Lamentablemente, el tipo escaseaba de encantos.

Reí levemente.

Levanté mi peso de aquel colchón y me dirigí a la ventana. Apoyé mis antebrazos en el umbral, y vislumbré aquellas tinieblas del anochecer de Bradford, iluminadas por aquél gigante farol en forma de queso y sus pequeñas acompañates. Una brisa fresca espeluznó mi torso desnudo, recordandomé mi herida. Y a aquel pobre idiota.

El tipo sacó una navaja en el tonto momento en el que defendí a aquella zorra asustada. Para mi poca suerte, el estaba lo suficientemente borracho para errar y tan sólo rozar la cuchilla debajo de mis costillas, no era una herida profunda, pero tampoco era superficial. En resúmen, dolía.

Derramé un poco de sangre, y la zorrita chilló.

Recordé la canción esa, la que estaba de moda. Tengo la respuesta, los zorros chillan. Y las zorras aún más.

Solté una pequeña carcajada por mi mal chiste. Cualquiera diría que estoy loco por reírme solo pero reítero; estoy solo.

Noqueé al tipo en unos segundos, el estado del pobre era deplorable y no fue díficultoso.

Al parecer eso le gusto a la fácil, pues no tardó demasiado en abalanzarse sobre mí. Amigo, yo sí tenía encantos. La chica no estaba nada mal.

Poseía una remera de negra de tirantes; un poco corta para su tórax, por lo cual, dejaba ver su ombligo y la piel bronceada de su estómago. La pequeña prenda de seda marcaba sus pechos notablemente, dejando ver una comisura entre ellos por ese gran escote. Su pequeño short de mezclilla, gastado y deshilachado, enseñaban sus piernas morenas, adornadas por unas medias de red. Una chica que no era flaca, ni escúalida, como muchas otras. Tal vez, el término "rellenita" sea el más adecuado para ella. Una chica con curvas excitantes para cualquier hombre. Pero su exhibicionismo dejaba a notar que no era el ejemplo de mujer exactamente decente, y que con su buena anatomía, recibía placer de una noche.

Saqué la caja de cigarros de el bolsillo del pantalón de jean, y retiré uno de su lugar. Llevé el cigarrillo a la comisura de mis labios, y lo encendí.

Enchanted || Larry Stylinson (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora