Capítulo 1: Desgracia en Wigleigh

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Agradecí que la puerta de la mansión Haider estuviera abierta aquella madrugada de septiembre. Por fin uno de mis planes iba a funcionar a la perfección, cosa que no pasaba a menudo. Verán, soy la chica con más mala suerte en todo el planeta, pero por fin tenía la certeza de que este plan iba a funcionar. Tenía que hacerlo, sino, no tenía escapatoria para lo que me quedaba de vida.

Nadie tenía porqué saber que ya no tenía hogar. La verdad que tampoco tengo a alguien para que lo sepa, bueno excepto mi hermano Wesley, pero eso es un asunto peculiar que denota el poco interés y cariño que es posible que exista entre hermanos.

Desde que era pequeña, la mansión Haider siempre llamó mi atención. Para la época en la que los Haider vivían era blanca nívea y tenía un jardín delantero con todas las plantas y flores que pudieras imaginarte. Por eso olía casi tan bien como sus dueños, lo cual es bastante exagerado. Siempre quise vivir aunque sea un día entre sus paredes, porque parecía ser un mundo aparte dentro de la comunidad de Wigleigh. Los Haider parecían ser de otro mundo también. Sacados de una fábrica de perfección a simple vista, nadie sabía lo que se avecinaba para ellos.

Tengo la imagen nítida, de cada uno de ellos: Amelia y Michael Haider, el feliz matrimonio, padres de Julie, Katherine, Declan, y los mellizos Sophia y Jackson.

Amelia era el perfecto estereotipo de esposa de hombre millonario, inalcanzablemente hermosa, sin problema alguno aparente. Su vida se basaba en hacer eventos de caridad a los cuales sólo asistían los más adinerados de Newport Beach. Porque siendo sincera, la gente de Wigleigh siempre se mostró reacia a ser caritativo incluso con alguien que puede ser de su propia sangre. De todas formas, Amelia se las ingeniaba para que sus eventos fueran portada de los periódicos de la ciudad.

Michael Haider era un prestigioso cirujano. Todas las celebridades del momento se habían hecho uno que otro retoque con él. Recuerdo que Wesley solía decir que para ser tan apuesto, el señor Haider debió haber practicado cirugías plásticas en sí mismo. Bastante ilógico, pero Wesley era una persona sumamente bromista por esas épocas..

Luego los hijos, Julie, la mayor, era la envidia de todas en el instituto. Era muy bonita como para ser considerada sólo una muñeca, muy inteligente también y sumamente educada con quién le convenía. Yo era pequeña para cuando decidió estudiar en California no sé qué carrera, pero lo que sí recuerdo es que Wesley lloró su partida. Era su amor imposible, pero cómo reaccionó fue una actitud bastante patética.

Katherine era un tanto extraña. Ni siquiera se parecía a sus hermanos en cuanto a su físico. Mientras que todos eran portadores de una piel sumamente blanca como la crema, cabello negro y ojos en distintas tonalidades claras; Katherine poseía una piel mate, ojos marrones y cabello del mismo color. Eso sí, no por eso era menos atractiva, Katherine tenía unos rasgos finísimos y ocultaba sus ojos expresivos detrás de unas gafas enormes. Wesley decía todo el tiempo que yo era muy parecida a ella. Solía pintar en silencio en el porche delantero de la mansión. Leía libros enormes que ni ella parecía poder cargar. Y en los años que la conocí, nunca la vi en compañía de sus hermanos o de alguien más.

A Katherine le seguía Declan. Tres años mayor que yo, fueron contadas las veces que reparé en su existencia. Incluso en el instituto era de esa forma. Parecía vivir en su burbuja siempre. Específicamente en su burbuja musical. Porque lo único que se sabía de él era que amaba tocar toda clase de instrumentos y podía pasarse horas y horas encerrado en su cuarto haciéndolo. Recuerdo que era muy alto como para ser considerado normal en Wigleigh, que era poseedor de un carácter muy serio y que todas las chicas morían por él. Pero al parecer Declan solo estaba enamorado de la música y de sí mismo como para darle su atención a alguien más.

Por último, los mellizos Sophia y Jackson. De mi misma edad, solía jugar con ellos en los recesos, aunque fuera de las puertas del instituto se olvidaran de mi existencia. Eran muy bromistas y muy inquietos como para parecer reconocidos miembros de la civilizada familia Haider.

Todo parecía ser ameno e ideal en la mansión. Eran la envidia de todo el pueblo y el ejemplo de las familias adineradas. Parecía serlo hasta que un día todo acabó.

Tenía quince años cuando reportaron la masacre de la familia Haider por la radio. Estaba desayunando, y por poco no escupo todo el té sobre la cara de mi madre y Wesley mientras explicaban la causa de muerte de cada uno de ellos. Una bala en distintas zonas vitales del cuerpo. Por otra parte, tanto mamá como Wesley, tenían una expresión de espanto colosal. Especialmente el último, quién amaba a Julie de una manera un tanto extraña.

Todo cambió luego de la muerte de los Haider. Incluso en mi familia, aunque no tuviéramos nada que ver con el asunto. Papá nos abandonó sin dejar rastro alguno el mismo día en que se anunció el crimen, mamá fue diagnosticada con cáncer al poco tiempo y Wesley tomó la desinteresada decisión de irse junto con su mejor amigo y jamás volver.

Quizás nadie lloró la muerte de los Haider, pero yo lo hacía por todas las desgracias que se avecinaban cada vez más y que sólo habían aparecido después de la masacre.

No había pasado siquiera un año de lo de los Haider cuando mamá también dejó de existir. Me encontraba oficialmente sola en este mundo con diecisiete años y no sabía qué hacer para mantener una renta e incluso mi vida. Así que simplemente busqué trabajo y lo hallé en un bar de mala muerte en uno de los callejones solitarios de Wigleigh. Desde que puse un pie en ese bar considero que viví los peores momentos de mi existencia, si es que eso es posible. E incluso me decidí por trabajar por las mañanas en una lavandería, donde la pasaba un poco mejor que en el bar, aunque Dorothy, la dueña, era una pésima persona.

Pero aún con mis múltiples esfuerzos, no fue suficiente para mantener la potestad de mi casa. Justamente, es por eso que me echaron. Y asimismo, es por eso también que estoy entrando a la abandonada mansión Haider.

La mansión Haider, mi nuevo hogar.

Sonata mortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora