Una chica, de diecisiete años aproximadamente, caminaba rápidamente por los pasillos de la gran casa, con una amplia sonrisa en la cara, sin mostrar los dientes, ya que por dentro rechinaban de rabia.
Sus ojos, abiertos al máximo y teñidos de un rojo sangre observaban cada detalle de la decoración que había a su alrededor: Grandes tapizes rojos y dorados decoraban las paredes del largo pasillo, vestido con una alfombra anaranjada.
Su llameante pelo caía, en llamas, por su espalda hasta su cadera, y no la quemaba. Cosas de la raza fuego.
-¡¡¡Bren!!!-Exclamó una voz masculina-¡Lo hago por tu bien, lo sabes!
La chica se paró en seco. Respiró hondo y expulsó en aire por la boca. Volvió a vestir su cara con una sonrisa y se dio la vuelta.
-No pasa nada, papá, ya está olvidado.
El hombre, cuando llegó hasta ella, suspiró.
-Escucha, Bren, sé muy bien que quieres...
-¡Tú no sabes lo que yo quiero!- En ese momento estalló: Su cara se contrajo en una mueca de rabia y en su corazón cedió una muralla construída por ella misma y el dolor y la rabia comenzaron a invadirla-¡No me puedo quedar aquí para siempre encerrada!
-Lo sé, cariño, lo sé, pero tienes que comprender que...
-¡Pretendes saberlo todo, pero en realidad no sabes nada!¡Eres tú el que debe comprender!
El padre de la muchacha la obserbvó, en silencio, esperando a que continuara.
-¡Quiero ver mundo, papá! ¿No lo entiendes? Todos mis amigos me hablan de las otras seis razas que existen, que son hermosas, y tan diferentes a la nuestra...¡Y yo no he visto nada!¡Tengo casi diechiocho años y no he visto nada más allá de la muralla de ladrillos de lava que delimitan el reino de fuego!
El hombre volvió a suspirar.
-Me pregunto porqué no habrás salido a tu hermana...
-¡Porque yo no soy Vanela!¡Yo no soy perfecta como ella!¡Déjame en paz!-Chilló Bren. Y acto seguido, echó a correr en la dirección contraria a la que se dirigía unos minutos antes. Su padre no pudo retenerla.
-Es por tu futuro...-Le dio tiempo a murmurar. Pero su hija no le había oído siquiera.
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Salió fuera y los rayos de sol hicieron que su piel tostada brillase con mil destellos dorados. Tenía que salir de allí. Al ser la sobrina del rey, su padre querria resguardarla del exterior, para asegurar su estaus social.
Echó la cabeza hacia atrás y dejó que la cálida brisa acariciase su cuello y subiese hasta sus oscuros labios.
Estaba apunto de emprender un viaje...¡Un viaje de locos! Y estaba dispuesta a recorrer cada milímetro de aquel mundo exterior que no conocía.
Volvió a entrar en la mansión sin dejar de que nadie se percatase de su presencia (Y eso era difícil), se deslizó hacia el interior de su cuarto y rápidamente colocó objetos de primera necesidad en su mochila. Pero de pronto, la puerta se cerró detrás suya. Bren, asustada, se dio la vuelta para encontrarse cara a cara con Vanela, su hermana mayor, que la miraba con sus ojos azules verdosos (Algo realmente insólito en la raza de fuego) bastante seria y con expresión severa.
-¡Vanela!Esto...Yo...
-Déjate de tonterías y toma- Le tendió una capa-Tu pelo podría volver a incendiar fácilmente el bosque vegetal.