La boda parte dos

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Era un momento de ensueño, la tenue luz teñida de rojo del ocaso acompañada por los pequeños destellos que despedían las hadas que revoloteaban por el jardín como ornamento de la ceremonia, y la lluvia de pétalos rosados que la señora Smith conjuró con su varita, eran elementos que servían de inspiración. Los ojos azules de Emily, cargados de tanta ilusión se clavaron en los de Severus, negros como túneles, que reflejaban la misma alegría de su novia.

Todos los invitados tomaron asiento para contemplar en silencio el intercambio de votos, pero antes, Emily no pudo evitar echarle un vistazo a la vestimenta de su prometido: lucía una elegantísima túnica negra que lo hacía lucir regio, su largo cabello que había sido tratado por las prodigiosas y profesionales manos de Boris Costner, lucía sedoso y suave. Emily despegó una de las manos de su ramo de flores para comprobar la textura y al hacerlo, Severus cerró los ojos, exhalando un suspiro. Adoraba el contacto con las manos suaves de su novia.

Te ves tan guapo expresó ella, mirándolo con embeleso.

—Te ves tan guapo —expresó ella, mirándolo con embeleso

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Tú luces tan hermosa... Siempre has lucido hermosa, pero...

¿Están listos? inquirió el párroco después de carraspear la garganta para llamar la atención de los novios.

Sí... descuide respondió Severus un tanto incómodo.

Mientras el hombre daba un pequeño discurso acerca del amor y su verdadero propósito, el bienestar del ser amado y el compromiso de permanecer junto a él en las buenas y en las malas, Snape solo podía visualizarse a sí mismo asesinando a Dumbledore mientras Emily le reprochaba por ello y entonces, el corazón le dio un vuelco al escuchar que el individuo frente a ellos le preguntaba a su prometida si quería pasar junto a él el resto de su vida, aun a sabiendas de que «la machista ley conyugal mágica» como ella la llamaba, declaraba que las mujeres automáticamente pasaban a pertenecerle a sus maridos al dar su respuesta afirmativa. Ella era una mujer feminista y determinante, pero Snape sabía que la respuesta que en ese momento emergía de sus tentadores labios escarlata, procedía de su amor y de la convicción de que él también la amaba.

Sí, acepto, por supuesto dijo la chica con una alegría inocultable—. Lo acepto y lo amo.

¿Y tú, Severus Prince Snape, aceptas a Emily Rose Smith como tu esposa, para amarla y respetarla en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza por el resto de tu vida hasta que la muerte los separe?

Su rostro cetrino comenzó a adquirir una visible palidez y sus labios delgados no fueron capaces de pronunciar palabra alguna... ¿Estaría correcto lo que estaba a punto de hacer? ¿Sería capaz de convertir a Emily en su esposa aun y cuando más adelante ella terminara odiándolo? Quizá en un futuro no muy lejano, como su esposa, ella tendría que departir junto a los mortífagos que tanto odiaba.

El Pocionista y la CantanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora