La tribulación de Remus

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Tonks no podía creer la noticia que estaba recibiendo en ese momento. Últimamente se había sentido indispuesta y había podido participar poco en las más recientes misiones de la orden, sentía mareos, debilidad y hasta somnolencia, sin comprender por qué. Fue a San Mungo para hacerse ver por un sanador pero de todos modos ella no pensó que fuese algo grave, lo atribuyó al intenso estrés que había vivido en los últimos días. Su amiga Emily estaba huyendo junto a Harry, Ron y Hermione, sus padres habían sido víctima de las torturas de los mortífagos que irrumpieron en su casa para preguntar sobre el paradero de Harry. De alguna forma se habían enterado de que el muchacho fue escondido allí durante su rescate. En fin, fue mucho a lo que se había sometido física y emocionalmente, sin contar además que su esposo recientemente acababa de salir de una de sus conversiones, pacíficas, gracias a la poción matalobos que Kingsley preparó gustosamente para él.

Sin embargo, Molly Weasley, allí en la casa de los padres de Tonks donde la metamorfomaga se había mudado junto a Remus después del ataque de los mortífagos, para cuidarlos, opinaba que los síntomas solo podían corresponder a una cosa y por ende, con su permiso, lanzó sobre ella el encantamiento que confirmaría o descartaría las sospechas.

—Es lo que me temía, Tonks... Estás embarazada ¡Felicidades! —dijo la señora Weasley emocionada, todavía apuntando a la Metamorfomaga con la varita mientras ella se envolvía de un hermoso brillo entre blancuzco y dorado.

—¿En serio? —preguntó la mujer bajándose de la encimera de la cocina donde estaba sentada (sus padres se miraron uno al otro con un semblante asustado al escuchar la noticia)—. ¡Dios mío! ¡Es cierto! —dijo después bajando la mirada para comtemplar el brillo de sus manos.

—Sí —confirmó la señora Weasley mientras el brillo se desvanecía—. Vas a tener un bebé.

—¡Mamá, Papá! Ya escucharon. ¿No es grandioso?

Tonks estaba radiante de felicidad, tanto que no cabía en ella. Lo había imaginado tantas y tantas veces pero ahora era real, Sabía que Remus no había estado de acuerdo en un principio mientras estuvieron recién casados, pero ahora que era un hecho estaba segura de que se pondría feliz.

—Debo avisarle a Remus...

—¡Hija! —la interrumpió Andrómeda, su madre—. Perdóname pero... yo estoy feliz de tener un nieto y tu padre también lo está pero... ¿Y si viene como él?

—¿A qué te refieres, mamá? —inquirió Tonks, borrando la sonrisa del rostro.

—Es decir... recuerda lo que es Remus. El bebé podría ser como él.

—¡No!... No lo puedo creer —respondió Tonks mientras su cabello se tornaba rojo—. Lo único que les importa es si el bebé viene como Remus.

—No, no es eso, hija —respondió Ted, su padre—. No lo malinterpretes, estamos felices, me complace ser abuelo, es solo que hay que tomar en cuanta esa posibilidad, aunque desde ya te digo que yo lo amaré de todas formas.

—Gracias, papá pero no va a padecer lo mismo que Remus. Va a nacer sano, estoy segura, algo en mí me lo dice.

—Perdóname, cariño, solo me preocupo por ti y por él. Quiero lo mejor para ambos —dijo Andrómeda mientras acariciaba con cariño el vientre de su hija.

—Lo sé, mamá —respondió Tonks abrazando a su madre.

La señora Weasley estaba conmovida con la situación. Había olvidado por un momento aquel detalle tan relevante, la condición de Remus Lupin. Ignoraba si podría influir o no pero deseaba con todo el corazón que eso no sucediera, aunque sabía que ese niño sería amado viniera como viniera.

El Pocionista y la CantanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora