El nidal de nubes

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El jardín de los Smith lucía ya muy apacible y silencioso, las pequeñas hadas luminosas que habían ornamentado la fiesta, se encontraban ahora muy juntas, revoloteando entorno a los restos de comida que algunos empleados y elfos intentaban retirar de las mesas de bufé. Otros de los empleados subían las sillas sobre las mesas doradas ya vacías que otrora ocuparon los invitados, y un par de elfos se debatía por cuál de los dos enrollaría la alfombra roja.

Ya sin el bullicio de la fiesta, podía advertirse la algarabía que formaban algunos Macbethers allá a los lejos, detrás de las verjas de la propiedad mientras los aurores de custodia que había contratado el señor Smith, intentaban callarlos. Algunos paparazzi extranjeros gritoneaban en sus idiomas a los aurores mientras enarbolaban de forma amenazante el puño y, a juzgar por sus expresiones, lo que decían no era nada bonito y mucho menos halagador...

¡Abran las rejas! Queremos ver a las Brujas de Macbeth gritaba un mago joven y borracho con la varita en la mano—. Quiero ver como mi Emily... ¡Hip! Se casa con Snape ¡Hip! Es un murciélago amargado. Lo recuerdo de cuando estudiaba en Hogwarts ¡Hip!... ¡Abran la maldita puerta o la derribo!

El hombre lanzó entonces un encantamiento que, al impactar contra la reja, rebotó contra sí mismo, haciéndolo rodar algunos metros hacia atrás mientras algunos de los demás fans reían y los paparazzi le tomaban fotografías.

¡Malditos aurores! exclamó el joven, iracundo—. ¡Hip! Yo estuve en el último concierto y logré que las chicas me firmaran mi copia del disco ¿no es así, Richard? le preguntó a su amigo que intentaba levantarlo, muerto de la risa.

Así es Zack, pero vámonos ya.

Uno de los numerosos paparazzi que estaban presentes se acercó lo suficiente a la reja en un lugar un poco apartado de los demás, mientras llamaba a uno de los aurores haciéndole señas con la mano. El auror que había sido bien adiestrado, se acercó, pero mantuvo la distancia y la varita bien firme dentro de la mano al tiempo apuntaba con ella al periodista.

¿Qué desea? La fiesta ya terminó y los novios acaban de retirarse dijo.

Imaginé que así era respondió el periodista, mirando su reloj de bolsillo—. Ya es tarde, pero aun así me encantaría entrevistar al señor y a la señora Smith. Soy Evan Dawson de Corazón de Bruja añadió después mostrando la credencial que pendía de su cuello.

Lo siento, señor Dawson, pero la familia Smith no ha autorizado entrevistas, solo a un periodista que fue invitado a la fiesta contestó el auror—. Y como le dije, la fiesta acabó así que le ruego que se retire.

Pero hombre, ya conoces el refrán: «Una mano lava a la otra y las dos lavan la cara» Tú me echas una ayudadita, dejándome pasar y... bueno, yo sabré recompensarte bien añadió el mago, haciendo tintinear una bolsita de terciopelo.

Ni... se te ocurra aceptar eso, muchacho espetó con voz vehemente Ojoloco Moody, apareciendo de entre unos arbustos, detrás del auror mientras apuntaba con su varita al sorprendido paparazzo—. Mira que la última vez que descubrí que un auror había aceptado dinero de alguien para dejarlo pasar a un lugar que tenía prohibido, lo envié a Azkaban a hacerle compañía a los dementores. Por suerte para él salió en libertad la semana pasada, pero estuvo allí recluido todos estos meses.

No... no era mi intención aceptar ese dinero, señor espetó el joven auror—. Le estaba diciendo a este caballero que no puede entrevistar a nadie y que la fiesta ya acabó.

El Pocionista y la CantanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora