Capítulo 2 | Tantas preguntas

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Todo el mundo tiene secretos, cosas que ocultar. Me gustaba pensar que Penny Vega era una chica sincera, transparente, pero, ¿Quién lo es?

El resto del día transcurrió con normalidad, Lila me acompañaba a todos lados y no paraba de hablar, era reconfortante no tener que soportar silencios incómodos. Lila era divertida, estar con ella era refrescante.

A la hora de despedirnos por el día, nos intercambiamos los números y me hizo prometerle que saldríamos a conocer cada rincón de Nueva York el fin de semana.

El hospital Memorial de Nueva York era hermoso, bueno, tan hermoso como puede ser un hospital para tratar el cáncer.
Normalmente son deprimentes y se siente el olor a desesperación y tristeza en cada rincón, pero este era diferente. Las paredes estaban pintadas de color aguamarina y había cornetas en cada esquina donde se escuchaba música clásica; Definitivamente no era el mejor lugar para distraerse, pero me hacía feliz estar ahí y que por unos segundos, mi vida tenga sentido.

-Buenas tardes Srta. Penny- Saludó la secretaria sacándome de mis divagues mentales.

-Hola Rosie ¿Cómo está hoy?- Suspiré mientras pronunciaba mi pregunta su mirada triste y cansada me dio todas las respuestas que necesitaba.

Suspiré de nuevo, la vida era muy injusta.

-¿Puedo pasar ya?-

Rosie solo asintió y me pasó una carpeta para firmar. Me entristecí cuando caí en cuenta de que las únicas firmas eran las mías, yo era la única que venía por aquí a visitar.

Caminé hacia la habitación 145 y toqué dos veces, no obtuve respuesta así que decidí entrar sin vacilar.

Estaba dormida, la luz apagada y el molesto sonido de maquinas que nunca se apagan.

Me senté en una silla al lado de la camilla, tomé su mano arrugada y pecosa y la acaricié con mi dedo pulgar. Podía escuchar su respiración calmada y me transmitía paz.

La Sra. Thompson era un angel, ni siquiera podía imaginarla teniendo un pensamiento que no fuese transparente. Rozaba los 70 pero sus ojos azules aún tenían mucho brillo, y sueños por cumplir. Así es, ella era una soñadora; cada vez que venía a visitarme me hablaba sobre sus más fantásticas aventuras y cuando terminaba, su mirada se entristecía; muy en el fondo ambas sabíamos que era casi imposible que todas sus aspiraciones pudiesen cumplirse algún día.

La conocí de la manera más extraña.

Cuando llegué a Nueva York necesitaba con urgencia hallar un empleo, entonces, por cosas de la vida un día llegué a las puertas del Memorial y solicité trabajo para ayudar a limpiar, me lo otorgaron rápido, les faltaba la ayuda y con el paso de los días se me fue dando más confianza, hasta que me permitieron asear las habitaciones. Conocí a muchos pacientes y aprendí de cada uno de ellos, me gustaba conversar y sentir que les traía un poco de alegría.

Cuando conocí a la Sra. Thompson todo cambió, me la pasaba con excusas para ir a su habitación y hablar con ella, era refrescante, me hacía reír y me daba aliento para seguir luchando en la Gran Manzana, rápido nos hicimos amigas. Me apoyó mucho más que mi propia familia.

En una oportunidad me dijo que le recordaba a su hija y por primera vez la vi llorar, recuerdo como intentaba limpiar sus ojos para que yo no me diera cuenta, pero fue imposible, su rostro estaba lleno de lágrimas, dejó de luchar contra lo inevitable y nos abrazamos un buen rato.

Desde aquel día decidí que simplemente no podía ser pagada por conversar con estas personas y sentirme tan llena mientras lo hacía, limpiar era solo un agregado, lo que menos me importaba. Entonces decidí mantenerme fiel a mis principios y elegirme a mi y a ellos antes que el dinero, renuncié esa misma tarde, pero prometí visitar el hospital constantemente y he mantenido hasta el día de hoy mi compromiso. Pronto encontré otro trabajo, cantando en un restaurant muy famoso, no es que limpiar me molestara, cualquier trabajo es digno de admirar y exige compromiso, pero cantar y tocar música era mi más grande felicidad. Mi vida no era perfecta, pero definitivamente sonreía muy a menudo y eso era más que suficiente.

Vi como se removía un poco en la camilla y sus ojos me saludaron, sus parpados revoloteaban contentos y su mirada juguetona que no abandonaba su rostro me dio la bienvenida.

-¡Penelope! Nunca adivinarás lo que estaba soñando- Me habló emocionada, pero rápido desvió su vista hacia mi persona y me observó pensativa. -Estás mas delgada muchachita ¿Has estado comiendo bien?-

Asentí rápido mientras sonreía, siempre me hacia la misma pregunta.

-Claro que si Martha- Afirmé a la vez que rodaba los ojos cuando me miró desconfiada -A ver¿y que era lo que soñabas?-

Sus ojos parecieron iluminarse y llenarse de malicia.

-Estaba escapando del hospital y tú me ayudabas, incluso fuimos a la Torre Eiffel- Ir a París parecía ser su más grande sueño, siempre me hablaba sobre los croissants y los parques, las atracciones y las calles por la noche. -Pero claro, había un muchacho contigo, allí supe que estaba soñando- Suspiró melancólica y sus hombros cayeron con pesadez.

Puse de nuevo mis ojos en blanco, otra de sus aspiraciones más grandes era ver un anillo en mi dedo anular y eso lo veía muy lejano.

knock knock

Alguien golpeando la puerta, interrumpió nuestro momento, seguro era alguna enfermera. Me levanté y caminé hasta ella.

Mis pies parecieron adherirse a las baldosas del suelo y sentí una corriente helada recorrer mi espina, el mismo par de ojos del restaurante me observaban confundidos, su mirada intensa parecía taladrarme, di un paso atrás, me sentía intimidada.

Su vista dejó de enfocarse en mi y abordó la camilla donde reposaba Martha. Su expresión me causo preocupación; asombro, rabia, tristeza... Se paseaban por sus ojos cafés; labios entreabiertos y las manos empuñadas.

Con el corazón acelerado volteé en dirección a mi amiga, al principio confundida, pero bastaron solo unos segundos para que se llevara una mano temblorosa a su boca, sus ojos cristalizados y su mirada cargada de tristeza y pesadez.

?Que estaba sucediendo?

Y mi corazón dio un vuelco cuando la vi desplomándose en su camilla y una gran alarma hizo presencia en la habitación.

Enfermeras comenzaron a llegar al cuarto rápidamente y yo corrí junto a ellas para alcanzar la mano de Martha, estaba fría, sus ojos cerrados. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, no podía perder a la única persona que me apoyaba y me apreciaba en toda la ciudad.

Las enfermeras parecían ángeles, vestidas de blanco y revisando cada maquina, cada parte de su cuerpo y diciendo términos incomprensibles para mi entre ellas. Le inyectaron una sustancia desconocida y cambiaron el suero que colgaba siempre de una esas varas metálicas altas.

Al parecer la habían estabilizado, pero aún estaba inconsciente.

Detuve a una enfermera antes de que se retirase de la habitación.

-Ella...- Intenté calmar los latidos de mi corazón llevándome una mano hasta el pecho, limpié algunas lágrimas que caían por mis mejillas y continué- Ella estará bien, verdad?-

Me observó con ternura y colocó una de sus manos en mi rostro.

-Si, estará bien. No tengo ni idea de que fue lo que pasó, pero ahora nos va a necesitar más que nunca- Asentí y la enfermera partió, no sin antes darme una sonrisa.

Pero yo si sabía que había pasado.

Quién era ese muchacho? Y que conexión tenía con Martha?

Salí corriendo de la habitación, no parecía haber rastros de él por ningún lado. Llegué que hasta las puertas del Memorial y respiré hondo el aire fresco de la tarde, me sentí más tranquila.

Caminé un poco por las aceras mientras dejaba volar a mi mente. Tenía tantas preguntas por responder y tantas cosas por hacer... Pero aún así estaba bien. En Nueva York, estudiando música, con una nueva amiga y planes para el fin de semana.

Detuve mis pies, miré el cielo anaranjado y susurré un pequeño ¨Gracias¨ sonreía y continué mi recorrido.

No vueles lejos, Pajarillo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora