Amor

73 7 3
                                    

Amor, primera parte: Ágape.
Mi nombre es Ágape y siempre he pensado que tengo un ángel de la guarda. Mi vida no es perfecta, ni mucho menos, pero el ángel me salva cuando más lo necesito. Sé que no puede hacer más y creo que a menudo le molesto, pero me permito ser un poco egoísta.

Ágape simboliza el amor. La pureza del amor. Siento amor por todas las cosas que me rodean. No estoy seguro de que sea recíproco, pero no importa mientras yo pueda amar.

Poder amar...

Me tumbé en la cama, agotado después de una dura mañana en la universidad. Tenía ganas de llorar.

- Yo también quiero amar... - me lamenté, pensando en lo patético que debía parecer.

Al menos no tenía que esconderme. No en mi casa, ya no. Estaba bien. Incluso si me sentía solo, podría acostumbrarme a amar. Quiero con locura la vida que se me ha dado, pero a veces es muy dura.

Me pregunté si mi ángel de la guarda pensaría lo mismo.

De repente alguien aporreó la puerta principal. Me quedé helado.

- ¡Ágape, abre la puerta ahora mismo! - gritó con autoridad.

Empecé a llorar del miedo. Ya sabía a qué había venido.

Amor, segunda parte: Samuel.
Conozco el concepto de amor. Si siento eso por algo, es por comer. Es una de las cosas que más me apasionan en este mundo. La vida es aburrida, pero un buen plato te permite olvidarte de eso. El amor es algo demasiado abstracto para un demonio como yo, por eso no tengo muy claras las cosas.

Di vueltas en mi silla, sentado frente al escritorio.

- ¿Siguen sin llegar almas? - le pregunté a Antoine.

Antoine es un demonio bastante extraño. Tiene el pelo azul y tanto sus cuernos como sus ojos son rosas. Se dedica a gastar bromas y es amigable con prácticamente todo el mundo. Me gustaría ser como él, que no conoce el amor pero de alguna forma no hace más que repartirlo. Por supuesto, eso no es precisamente una cualidad a la que los demonios aspiran... Por eso no es muy querido aquí.

- Te apuesto una cena en tu casa a que llegarán dentro de poco. - contestó él con una sonrisilla pícara.

A pesar de todo, Antoine es mi mejor amigo. La gente no entiende por qué somos tan cercanos siendo tan diferentes. Para el resto, yo soy muy superior a Antoine. Para mí, sólo soy alguien que no conoce el amor. Me obsesiona hasta tal punto que no puedo ignorarlo. Lo odio con todas mis fuerzas.

- Sólo quieres venir a mi casa. - respondí, apoyado totalmente en el respaldo de mi silla.

- Así podríamos hablar de Ágape. - sugirió él, haciendo que pegara un bote.

- ¡Baja la voz! - ordené.

Ágape es mi protegido. Los demonios existimos para observar el mundo humano sin intervenir y castigar a los que incumplen las normas del grandullón de arriba. Pero en cuanto vi a Ágape, supe que tenía que protegerle. ¿Por qué a él, cuando toda mi vida he estado torturando al resto de personas? No lo sé. Igual que el amor, eso es algo que me gustaría saber.

- Está bien, está bien. Déjame revisar el registro de nuevo, puede que haya algún alma para ti. - Antoine empezó a teclear con rapidez.

No era la primera vez que estaba hambriento y, por ello, de mal humor... Pero hoy sólo era la impotencia de no poder ver a Ágape. Normalmente le observo desde mi habitación, a veces incluso cuando el humano se queda mirando a la nada como un tonto.

Ágape parecía triste. No era el tipo de tristeza que se percibe a simple vista, sino una mucho más profunda. Yo no sé más que lo que he visto estos últimos dos años, cuando le descubrí por casualidad, así que no sabría decir cómo le ha tratado la vida.

- Samuel... - dijo Antoine, pero yo no le hice caso.

Ágape. Últimamente sólo podía pensar en protegerle de todo mal, en conservar una pureza tan honesta. Seguro que él sí comprendía el amor.

- Samuel. - intentó de nuevo.

Sentí tanto no haber estado vigilándole aquella mañana. No había tenido tiempo. No podía haberle pasado algo en tan poco tiempo, ¿verdad?

- ¡Samuel! - me llamó Antoine, esta vez alzando la voz - Ha llegado un alma.

- Sí, sí, ahora iré. - contesté con pesadez.

- No, no lo entiendes. - tragó saliva, mirándome con los ojos muy abiertos - Es Ágape. El alma que ha llegado... Es Ágape.

En aquel momento sentí que mi propia alma se rompía en mil pedazos. Fue la primera vez que realmente sentí que mi vida era un infierno.

- Debe haber un error, es imposible que Ágape haya hecho nada malo. Es incapaz. - dije riéndome, incapaz de creerlo del todo- Corta la broma, Antoine, no tiene gracia.

- Me gustaría estar mintiendo, - contestó él, y supe que era verdad- pero Ágape ha matado a alguien.

SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora