Confianza

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Me quité el traje y lo dejé sobre el sillón, seguido de cerca por Ágape. Se le veía inquieto, confundido, como si no acabara de creer lo que estaba pasando.

- ¿Viviré aquí contigo...? - preguntó con cautela. Tenía miedo, y eso me molestó.

Me giré y asentí.

- ¿Acaso no es suficiente para ti? - contesté, casi sin creer que estuviera tratando así a quien una vez fue mi ángel.

- ¡No, no! - se apresuró a negar- Es mucho más de lo que podría pedir, de verdad... Perdona, no te he llegado a dar las gracias.

Ágape siempre conseguía dejarme a cuadros. Me llevé una mano a la nuca sin saber cómo explicarle su situación.

- Escúchame, no he hecho nada realmente bueno. - empecé- Los demonios no somos así. Te cogí cariño mientras vivías en el mundo terrenal y cuando te vi no pude dejarte marchar. Ahora estás aquí, en un infierno que no es malo pero no llena, y no te tratarán especialmente bien.

Dejé que Ágape reflexionara lo que acababa de decirle, pero no tardó mucho en contestar con una sonrisa triste.

- Pensar que alguien cuidaba de mí me daba fuerzas. - dijo, encogiéndose de hombros- Tú eras mi ángel de la guarda, ¿verdad?

- No, yo... - contesté, no queriendo darle más esperanzas.

- Gracias. - continuó, mirándome con una intensidad indescriptible- Hasta ahora me has cuidado. Es obvio que un humano no será tratado de la misma forma que un demonio, así que puedo ser lo que tú quieras.

- Si hubieras ido a parar a cualquier otro demonio, ahora no serías más que una mascota. - dije con seriedad- Pero yo no tengo ningún interés en domesticar a los de tu especie. Sois más bellos cuanto más salvajes, más intensos cuanto más malvado el pecado... Más interesantes cuanto más amáis.

Ágape se atrevió a sentarse en el sillón por fin, rehuyendo mi mirada esta vez. Costaba creer que aquel animalillo hubiera matado a alguien.

- Me has quitado lo que más quería en este mundo sin darte cuenta. - continué ante su silencio.

Lo que más quería en el mundo... ¿Era realmente la reencarnación o el hecho de poder adorar a una persona totalmente pura?

Ágape no preguntó. Si me hubiera preguntado, no podría haberle dicho que lo que quería era saber lo que era el amor. No me hubiera tomado en serio.

- Lo siento. - se disculpó, y de repente se echó a llorar.

Entré en pánico incluso cuando muchas veces antes había visto a Ágape llorar así sin poder hacer nada. Me acerqué a él con lentitud, temiendo asustarle, y me agaché para quedar a su altura. Ágape se aferró a mí y me invadió una sensación desagradable.

Cuanto más tocas a este chico, más lo ensucias.

No pude devolverle el abrazo con eso en mente. Acercarle a mí significaría que viera mi verdadera naturaleza. Y si la aceptaba, no quedaría nada del Ágape que conocí.

Él levantó la cabeza y me miró con genuina preocupación.

- Lo siento. - dije- Pero no vuelvas a tocarme.

Ágape balbuceó algo, pero finalmente permaneció callado, mirando al suelo. Supe perfectamente que aquello le había dolido.

Miré mis manos con asco, especialmente esas garras negras que tenía en vez de uñas. Estaba haciendo lo correcto.

- Escucha, no puedo mentirte y decirte que todo va a estar bien. - dije con honestidad- Pero voy a intentar que pases tu eternidad aquí lo mejor posible.

- Gracias... - contestó Ágape, enjugándose las lágrimas- Eres la persona más buena que he conocido jamás.

Me levanté de golpe con el ceño fruncido y los puños cerrados.

- No vuelvas a decir eso. - le advertí- Los que estamos aquí no tenemos ningún valor y la confianza no tiene razón de ser en un infierno de traiciones.

- Creo en la confianza. - me cortó él, firme- Adoro la forma en que las personas confían entre ellas y sé que hasta en un lugar como este hay gente que lo valora. ¿Cómo te llamas...?

- Samuel... - respondí con incredulidad- Pero...

- Samuel, confío en ti. - dijo.

Y en aquel momento supe que nada de lo que dijera conseguiría hacerle cambiar de opinión.
Supe que Ágape me estaba cambiando.

SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora