Corazón

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Ágape tardó poco en aceptar su situación. En parte me dio pena, fue como si no echara de menos nada de su anterior vida. Aunque, a decir verdad, no podía evitar pensar que podía ser un poco egoísta y pensar que ahora era todo mío. La pureza que le quedaba era ahora de mi posesión.

Intenté deshacerme de ese pensamiento tan avaricioso y desagradable.

Abrí los ojos y miré el reloj: eran las siete de la mañana de un sábado, ni siquiera tenía que ir a trabajar.
La puerta se abrió de golpe.

- ¡HAY FUEGO EN EL SALÓN! - exclamó Ágape, al borde de un ataque de nervios.

Me incorporé con el ceño fruncido, molesto por tener que intervenir por algo tan irrelevante. Salí de la cama apenas vestido con unos calzoncillos. La ropa era una mera copia de la de los humanos, casi como todo en este mundo. Justo entonces noté su mirada fija en mi cuerpo, haciéndome esbozar una sonrisa divertida.

- ¿Sueles ser tan poco discreto? - pregunté a la vez que cogía el extintor y me dirigía al salón.

- ¿Qué...? - dijo de forma bobalicona.

Hice caso omiso mientras apagaba el pequeño incendio. Aquel chico era sin duda una persona inocente. Dejé el extintor a un lado y la curiosidad me invadió de nuevo, haciéndome tener tan poco tacto como de costumbre.

- Recuerdas haber matado a alguien, ¿no? - pregunté sin vacilar.

La cara de Ágape se transformó en una mueca de disgusto.

- ¿Por qué tienes que preguntarme por algo así...? - contestó con tristeza, mirándome como si estuviera traicionando un pacto no hablado.

- Porque confías en mí. - me excusé, utilizando las palabras que él mismo dijo- ¿No es así? Entonces deberías ser capaz de decírmelo.

Pensé que esa sería la forma de que afrontara la realidad: que yo no era alguien de fiar. Los demonios no lo somos. Al final recurrimos a nuestra naturaleza, sólo existimos porque podemos hacer daño y no dudamos en hacerlo. Excepto Antoine, quizás. Ese tío es genial. A veces.

- Te lo contaré. - dijo después de un largo silencio- A pesar de que tú no confíes en mí, yo sí lo hago. No dudo de mis amigos.

- Precisamente porque no dudas de tus amigos has acabado así. - dije, queriendo herirle.

- Eres cruel. - contestó él con firmeza- Eres muy cruel, pero sólo te defiendes. He conocido a gente como tú. No quieres que se acerquen a ti y sólo sabes hacer daño.

- Así soy yo. - me encogí de hombros- Vaya desilusión, eh. Puedes odiarme ya.

Odiaba la forma en que Ágape veía a través de mí.

- Nunca te odiaría. - respondió con dulzura, volviendo a sorprenderme- Sigues siendo mi ángel.

¿Por qué ese chico se empeñaba en creer en alguien como yo? No podía imaginar otra razón que la desesperación de tener que estar solo en un lugar como el infierno. Sí, sólo creía en mí porque necesitaba hacerlo.

- ¿Es divertido creer en los demás incluso cuando te demuestran una y otra vez que no merece la pena? - pregunté, simulando no estar interesado en lo que decía.

Ágape se acercó a mí con cautela, mirándome a los ojos.

- ¿Puedo tocarte? Sólo será un segundo. - dijo con rostro suplicante.

Tragué saliva y asentí dubitativo.
Ágape puso una mano en mi pecho desnudo. Estaba frío y supuse que sería por haber estado durmiendo en el sofá con apenas una manta ya que no tenía otro lugar para él. No entendía lo que estaba haciendo.

- Aquí dentro tenemos lo mismo. - susurró el menor, suspirando aliviado- Tu corazón palpita igual que el mío. No eres humano, pero tienes humanidad. Esto lo prueba.

- Un corazón palpitante no significa nada, Ágape. - dije mientras cogía su mano y la estrechaba entre las mías.

- Puede. - concedió él- Pero me hace sentir mejor. Tenemos algo en común. Quizá algún día podamos comprendernos mutuamente. No te ofendas, pero tenemos toda una eternidad juntos y no tengo mucho más que hacer, así que... ¡Descubrirte será mi prioridad!

No pude más y, con cierta incredulidad, me eché a reír divertido ante sus palabras. No podía creer lo dulce que seguía siendo mi protegido a pesar de todo.

- No tienes remedio. - dije revolviéndole el pelo, olvidándome momentáneamente de aquel "no me toques"- Vuelve a la cama, no quiero ponerme en marcha aún y tú tampoco deberías. No necesito que me cuentes nada.

- Pero... - Ágape parecía preparado para contarlo, pero yo sabía que no lo estaba.

- Duerme un rato, Ágape. A ambos nos sentará bien. - le corté mientras me daba la vuelta y volvía a mi habitación.

Mantuve el tipo hasta que cerré la puerta y estuve solo. Entonces toqué el lugar donde Ágape me había tocado. Me dejé caer en el suelo apoyándome en la puerta.

El corazón me iba a mil por hora.

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⏰ Última actualización: Jan 30, 2017 ⏰

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