Capítulo 1

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¿Por qué dicen que el amor es único?
Porque te hace pensar de la manera más estúpida que puedas imaginar. Piensas que es lo mejor que te puede pasar en la vida, pero luego te das cuenta que entre tanta felicidad, hay demasiado sufrimiento.

En realidad ¿Qué es el amor?
Es lo que te vuelve masoquista, imprudente, codicioso y estúpidamente extraño. Esa maldita cosa que te hace suspirar todo el día.
Ese vacío que sientes al no ver lo más especial que tienes. Un pensamiento que te hace sonreír de repente. Una montaña rusa que te hace sentir algo en el estómago: ganas de vomitar; por lo que se recomienda no comer antes de enamorarse. Pero ¿quién demonios sabe cuando se va a enamorar? No despiertan una mañana y dicen "hoy hace tan lindo día, que voy a buscar de qué enamorarme". Recalcando "qué", por la simple y sencilla razón, de que el amor no es solo para una persona, puede ser lo que sea. Hasta el amor a una piedra.

Prometió que buscaría una solución, pero no la encontró. Prometió amarla hasta su muerte, aunque su vida no duraría mucho tiempo más. Prometió que jamás se iría de su lado, pero ambos sabían que era inútil prometer semejante estupidéz.

Él se enamoró.

Y ahora, se preocupaba al verla así: tan vulnerable y frágil. No permitía que nadie la tocara, ni siquiera él, ya que pensaba que en cualquier momento ella se rompería.

Estaba desesperado, triste, y lo peor de todo es que se sentía como un inútil al no poder salvarla.

-Sesshomaru...- Ese susurro provocó una leve sorpresa en el demonio.
Era ella... Había despertado.

-Kagome- Se acercó cuidadosamente a la mujer que tanto amaba.

Al ver nuevamente esos hermosos ojos azules, toda desesperación y tristeza salió volando por la ventana del castillo.

-Ha llegado la hora, Sesshomaru- dijo ella con una sonrisa.

Él lo sabía: había llegado el último momento.
Había llegado la hora de su último respiro.

Iba a perderla... Por más que intentara hacer algo, iba a perderla para siempre.
No podría esperar una reencarnación, porque no la habría.

"Ella abandonó su tiempo, por lo tanto, ya no existe ninguna reencarnación... No existirá ningún alma a la cual esperar. Su vida allá la cumplirá aquí como si nunca hubiera existido 500 años en el futuro".

Sesshomaru recordaba las palabras de aquella sacerdotisa que había creado la perla.

¿Acaso la vida es así de injusta?
Él luchó como nunca en su vida solo para tenerla a su lado, por lo menos una eternidad.

-Yo no duraré para siempre, pero daré lo mejor de mí en este poco tiempo juntos- fueron sus palabras cuando decidieron que querían compartir su vida... O al menos la vida de Kagome.

Algo comenzó a resbalar por sus mejillas recordando ese momento.

Lágrimas.

Era la segunda vez que Sesshomaru lloraba, pero valía la pena demostrar el dolor de perderla.

Una gota cayó en la frente de Kagome. Ella trató de tomar la mejilla del demonio a su lado, pero no tenía fuerzas para hacerlo, así que dirigió su mirada a la ventana.

Era de noche.

- Sesshomaru- El albino prestó toda atención a la chica - Ambos sabíamos que éste momento llegaría, no quiero que mi último recuerdo de ti, esté manchado por la tristeza y el dolor. Deseo en lo más profundo de mi ser que seas feliz-.

A pesar de las palabras de su amada, Sesshomaru siguió llorando.
Ya no podría ver esa mirada en su rostro, ni esos bellos labios curvados en una sonrisa, tampoco su ceño fruncido al enojarse, o ese tierno color rojo en sus mejillas al avergonzarse.

No, él ya no podría verlo.

No despertaría cada mañana con aquél cuerpo tan frágil entre sus brazos.
Ya no podría saborear sus labios.
Ya no la haría enojar para divertirse.

Todo se había acabado.

- No... Esto no se ha acabado, Kagome- la azabeche lo miró confundida.

El peliplata se levantó rápidamente y salió en busca de su última esperanza.

Lo que tal vez salvaría a su bella sacerdotisa y permitiría que pasara la eternidad a su lado.

Pero no le quedaba mucho tiempo, debía apresurarse.

¿Fin?

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