-No quieres casarte conmigo, verdad? Es eso lo que me has estado ocultando?Vamos, escúpelo.
El silencio invadió la sala. La luna se reflejaba en los ojos de ella como si en su mente aún perviviera ese recuerdo que la hacía sentir culpable. Su mirada se perdía más allá de las lúgubres cortinas que cubrían el amplio ventanal del vestíbulo.
-Ya veo...-balbuceó él.- Entiéndeme, sólo te pido una explicación.-miró sus abrumados ojos-Si no me quieres...por qué no me diste un "no" por respuesta?
Ella sacó un pañuelo del diminuto bolsillo de su cazadora campera para frenar el recorrido que una lágrima dibujó en su mejilla sonrojada. Tragó saliba y él agarró delicadamente su mano.
- Escúchame, yo te quiero.
Pero ella dio un paso atrás y siendo incapaz de contener más lágrimas, explotó.
-No es justo para nadie. No puedes pedirme nada cuando el sueño me domine. Cuando tengo sueño, vivo fuera de horarios, normas y calendarios. Vivo fuera de mí, o quizás demasiado dentro. No me pidas nada cuando el sueño me domine. Porque las mayores locuras las hago en ese estado de transición entre lo que viene a ser la realidad y los sueños. No me pidas nada cuando el sueño me domine, porque cuando tengo sueño, no pienso, no razono, y tomo decisiones extremas y repentinas.
-Quizás es porque en esos momentos eres tú misma. Quizás deberías tener sueño todos los días y dar a conocer a los demás lo bueno que hay en ti.
