Los chicos.

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Doblo en una esquina y visualizo el lugar abandonado. Ya quiero estar tirada en mi vieja cama roncando como un hombre ebrio, con mi camisa gigante y la suavecita almohada. Este día se me hizo bastante largo y ya estoy cansada, mi cuerpo pide dormir.

Estaciono la motocicleta en la parte de atrás del lugar y saco mis llaves del bolsillo de mi pantalón. Mis rasguños arden mucho y me dificultan mover los brazos, además de que no puedo hacer que la endemoniada llave entre en la abertura. La suerte está de mi lado hoy, por lo que veo.

Logro insertarla y abro la puerta, pero me excedo tanto, dejándome llevar por la desesperación, que termina azotándose contra la pared haciendo un estrepitoso sonido. Doy un paso dentro y  de reojo veo que alguien sale corriendo de la cocina, mi pulso se acelera y saco mi pistola por instinto, apuntándole al intruso.

—Joder Drew, hijo de puta, vaya susto me diste. —toco mi pecho tratando de calmarme.

Drew, que me apuntaba con su arma también, la baja y la guarda en el bolsillo de su pantalón. Mi corazón va a mil y seguramente tengo una expresión de espanto en mi rostro. Pasa sus manos por su cabello y sus facciones se relajan, posa sus ojos en mí, sonríe y se acerca a darme un abrazo.

—Tú me asustaste primero, pequeña grosera. ¿Acaso siempre entras así a tu casa?

—Sí. Es que me gusta tener una entrada triunfal. —digo, con sarcasmo, mientras me suelto de su abrazo y me camino hacia la puerta para cerrarla.

—Vamos, pues en verdad te hiciste notar. Salí de la cocina pensando que estaban tratando de robar.

—Por favor, resulta que yo me encontré pensando que un jodido ladrón estaba en mi cocina, haciendo quién sabe qué, además, nadie robaría en un lugar supuestamente abandonado, genio. —mascullo, colocando las llaves y mi pistola en un jarrón al lado del sillón.

—Pero no te enojes, Nina. ¿Acaso no te alegra verme? —pregunta, fingiendo una expresión de dolor.

—Claro que me alegro de verte. —le doy un beso en la mejilla —Pero ni siquiera me avisaron nada. —añado mientras me encamino hacia la cocina.

—Queríamos que fuera sorpresa. —lo oigo venir trás de mí.

Tengo una sed de como si no bebiera agua desde hace tres días, supongo por el aumento de adrenalina de hace un rato. Entro en ella, me dirijo a tomar un vaso para tomar un poco de agua, abro el refrigerador y frunzo el ceño. Hay una jarra de jugo de naranja, leche, quesos, yogures y otras cosas que antes no tenía. No recuerdo haber ido al supermercado.

—Te hice el favor de comprarte algunas cosas, no es posible que yo venga, entre a tu cocina y no encuentre más que agua, Nina, tienes que comer.

Cierro el refri y miro a Drew que aparta una silla del comedor y se sienta. Ha cambiado mucho, su lacio cabello rubio esta despeinado, dándole un aspecto de como si se acabara de levantar y su rostro cobra un ligero rubor, dándose cuenta de que lo estoy mirando fijamente. Lleva un jersey negro con las mangas subidas hasta los codos. Y claro, sus vaqueros y botas viejas no pueden faltar, simple y relajado. Sonrío y camino hacia una silla sentándome en frente de él.

—Gracias Drew, te lo agradezco pero no debiste, yo iba a ir esta tarde a comprar algunas cosas.

—Siempre dices eso, Nina, pero te veo más delgada cada mes. Me preocupa que no estés comiendo. —noto su tono sincero al hablar, como siempre, sobre eso.

—Esta vez sí lo iba a hacer. Disculpa por preocuparte, pero tengo mucho trabajo y lo sabes. De todas formas, no tienes que comprarme tanta comida, con que yo me hubiera comprado un pan y jamón estaba bien. —digo, mirándolo con reproche.

Killer love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora