Sospecha

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La duquesa Anahi se encontraba despertando cuando los primeros rayos del alba se colaron en la habitación. A pesar de tener cortinas del más fino material pero a la vez muy pesadas. La luz siempre encontraba un camino en el cual se colaba y despertaba a la duquesa.

Se removió intranquila en la enorme cama. Sabía de antemano que su esposo no se encontraba a su lado. Como duques de La gran Rosly que eran, todos esperaban una ética y una imagen como la de ningún otro.

Pero tras esos collares de diamantes, modales dignos de regocijo real y una apariencia de soberano afable. Se escondía la verdadera desdicha de la duquesa.

El duque tenía una reputación intachable. Esposo devoto y un padre excepcional. Per nada más alejado de la verdad. Prueba de ello es que no despertaba al lado de la duquesa.

Tenía un apetito feroz por lo que se encontraba debajo de las faldas de jóvenes cortesanas. De ojo vivo y casi voraz con la mirada. La duquesa de lo perdonaba. Pues en lo más profundo de su alma aún lo amaba.

Prueba de ello fue cuando el Duque Felipe trajo consigo a un joven de campo y lo acogió como a su discípulo más preciado, dejaba más que claro que era un bastardo del duque.

A pesar de todo la Duquesa Anahi sonreía con añoranza, pues aún en el fondo de su corazón recordaba a Felipe como el joven que logró conquistar su indomable corazón.

Con pesadez se levantó del cuarto e hizo sonar una campaña para que sus doncellas llegarán a prepararla.

El día de hoy tenían que partir al castillo del rey Emmanuel. La familia real estaba haciendo un banquete en honor a su regreso, la corte entera de regocijaba por su retorno.

Ellos siempre han sido cércanos a los reyes, a pesar de los pequeños roces que tuvo con la reina, se recibían como viejas amigas. Claro, siempre con miradas de cautela por parte de ambas.

Necesitaba asegurarse que todo quedara preparado para su partida. Y para empezar tenía que encontrar en que habitación se encontraba su querido esposo.

La misma rutina de reproche, miradas de odio y al final resignación porque su estatus lo pedía. Siempre poner una sonrisa, no dejar que la gente vea su verdadero sentir...
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La mente de Emmanuel se encontraba muy lejos del sitio donde montaron campamento. Si bien se le había sugerido llegar a una posada, el rey decidió que pasar la noche en un claro ayudaría a todos a despejarse mejor. Los lujos y comodidades eran buenos, pero estar a la intemperie aunque sea solo una noche forjaba carácter.

Extrañaba a su familia, pero algo más ocupaba sus pensamientos. Kieran se lo había informado a inicios de la semana.
Las provincias del sur sufrían uno que otro saqueo nocturno, la gente del lugar aseguraba que no se veía una ola de vandalismo a en décadas.

Emmanuel mando algunas tropas para que se hicieran cargo de los atentados, pero todo se confundió más cuando se encontró un escudo del reino vecino, en el cual se suponía existía un tratado de paz en el que ambas partes acordaron hace siglos un alto al fuego.

Y lo otro que ocupaba su mente era lo distraído y preocupado que Kiran de encontraba últimamente. Lo conocía a la perfección, desde que fue acogido por su padre, creció a su lado como un hermano más. Y esa intranquilidad no era propia de el. El rey se encontraba alerta ante los cambios de la gente en que más confianza tenía, su mente no registraba que posibles escenarios pudieran haber desatado los saqueos del sur.

Llegaría mañana a medio día al castillo, pero su mente aún se encontraba muy lejos de casa, tenía que hablar con kiran a pesar de que el rehuía de su presencia.

-Su majestad por fin lo encuentro. Tenemos media hora buscándolo no debería de alejarse de nosotros. Merodear por este lugar usted solo no es seguro.

-Se cuidarme perfectamente James. Deberías poner más atención a tu al rededor pues no estoy solo.

En lo alto de un árbol Kieran se encontraba  vigilando todo con ojo experto. Noto cuando Emmanuel quería estar solo y fue una señal silenciosa para que lo acompañara y cuidara los alrededores.

James se removió inquieto olvidando que el Rey nunca estaría desprotegido y que no apostaría a alejarse sin protección alguna. Hizo una reverencia y le indicó al rey que estaban listos para partir.

Emmanuel solo miro en dirección de Kieran para que los acompañara. Juntos emprendieron el regreso a casa, pero aún quedaban las dudas que en su mente se habían instalado.

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