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Estuvimos hablando de tantos temas que hasta perdí la noción del tiempo. Me divertí mucho con ella, no sólo por su particular sinceridad al hablar, también por que se expresaba de una manera que me dejaba sin palabras. Era culta y misteriosa pero también extravagante y audaz. Con ella podía ser yo mismo.
- Y, ¿como te va en el amor?, ¿tienes novia?- dijo aún con confianza.
-Pues... No. Creo que no le intereso a nadie.- Respondí riendo.
En realidad si había algunas pero por alguna extraña razón no quería contarle.
-No mientas, debe de haber alguien.-Insistió.
-Bueno, esta bien, hay una chica que me invitó a una fiesta, ¿crees qué este interesada?.
-Obvio, las mujeres somos orgullosas.-admitió.- Para invitarte debe estar muerta por tí.
-De acuerdo-reí.- Y, ¿que me dices de ti?, al parecer tú si tienes novio.-
Miré el retrato que estaba colgado en la pared en donde aparecía ella y un tipo que desconocía, por sus atuendos juraría que fueron pareja para alguna clase de absurdos bailes que organizaba el comité de alumnos.
Se levantó y encaminó a donde estaba el cuadro.
-Él no es mi novio- se puso seria.-De hecho está muy lejos de serlo.- Tomó el retrato y lo guardó en un cajón de madera.
Supongo que la había incomodado y no quería que pensará que era un atrevido o un grosero. No tenía más ideas, ¿y si lo había arruinado?.
-Madison- tartamudee.- Creo que es hora de irme. Mis abuelos deben estar preocupados.
-Tengo que decirte algo antes de que te vayas.- dijo al fin.
-Claro dime.
-Bueno..ahh. Yo.. Yo estoy encantada de conocerte. Me la pase bien hoy.
-También yo. Y gracias de nuevo por ayudarme con mi herida.
-Es lo menos que puedo hacer. Vamos, te acompaño a la puerta.
Al salir me percaté que ya era de noche, todo estaba muy oscuro, casi no podía distinguir el camino ni a jev que seguía amarrado al árbol.
Me encaminé hacia él, pero después me distrajo el cielo. Estaba repleto de estrellas, no recuerdo cuando a sido la última vez que me detuve a verlas, era magnífico.
-¿Precioso no?- me dijo Madison desde la puerta.
-Si que lo es- seguía sin apartar la vista del cielo.
-Ahora es más interesante mirar la pantalla del celular.
-¿No te incluyes?
-Yo no tengo celular. Aún si lo tuviera prefiero esta pantalla. - Apuntó al hermoso mar estrellado que estaba arriba de nosotros.
-También yo. - Susurré.

No Me Sueltes Nunca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora