Capítulo XV: Títere De Un Tirano

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El aire era pesado.

Las calles estaban vacías y todo lo que me rondaba por la cabeza era Harry Harry Harry.

No podía dejar de pensar en él.

El sonido de las llantas me estaba haciendo un hueco en el oído y estaba a punto de bajarme del auto.

El chófer se detuvo en la entrada de una casa amarilla. El estómago se me revolvió en ese mismo instante.

Hacía tiempo que no hacía esto y hacerlo de nuevo me daba dolor de cabeza.

No quise hacerlo pero me importaba más la vida de Harry que la de cualquier otra persona. Él era todo para mí, incluso mi vida podía irse a la mierda porque él lo merecía. Merecía todo lo bonito que existía en la tierra. Y si de esta manera garantizaba mantenerlo a salvo entonces lo haría.

Cuando me bajé del auto, la camioneta negra tipo van me esperó pacientemente. Toqué la puerta tres veces. Una niña de cinco años se asomó por la ventana, apenas la miré.

Un hombre de unos cincuenta años me abrió después.

—¿Stan Miller? —el  hombre me miró con atención, me paré bien sobre mis piernas y lo miré.

—Sí, ¿qué pasó?

—Vengo de parte de Desmond. —murmuré. Sus ojos se cerraron enseguida y pude sentir la angustia en el ambiente. Yo tampoco quería estar aquí. —Hoy se acabó el plazo de tu deuda. —él cerró la puerta.

—¿Puedo despedirme? —lo miré. Un hombre valiente que enfrenta la realidad. No sé cómo demonios se sentirá ser así. Fui un cobarde. Me sumí en mi pena y mi dolor por la pérdida de mi familia. Quise ser valiente pero lo único que hice fue poner en peligro la vida de la última persona que me importa. Asentí apenas, le pedí que dejara abierta la puerta, mientras desapareció por el umbral de la puerta.

La niña me seguía mirando por la ventana. Cuando el hombre se va, ella corre hasta la puerta.

—Hola. —la miré. No podía ser que hombre tuviera hijos.

—Hola. —murmuré. Ella me miró con curiosidad mientras las mangas de su suéter estaban mal dobladas y se caían por sus manos. —¿Eres amigo de mi tío? —suspiré, al menos no era su padre.

—Algo así. —murmuré. —¿No quieres ir a verlo? Vamos a salir y no va a regresar en un rato. —ella negó.

—Stan siempre regresa y me da un dulce. Así que espero mi dulce para más tarde. —hice un mohín con los labios. —¿Tú como te llamas?

—William. —dije, ella me sonrió con sus dientes de leche perfectos.

—Mi papá se llama así.

—Que bien. —Stan salió de la casa de nuevo, a punto de llorar. Se arrodilló frente a su sobrina y le dijo algunas cosas antes de partir conmigo. La niña le sonrió y le dio un beso en la mejilla antes de salir corriendo dentro de la casa. Él me miró de nuevo y salió conmigo.

Subimos a la camioneta de nuevo. Ambos en la parte de la van que no se ve. Lo senté sobre un asiento negro de cuero mientras yo me quedé parado delante de él.

Cuando tomó asiento, comenzó a llorar, estaba temblando demasiado yo también lo sentía, las manos se me hacían un desastre porque no encontraba la manera de matarlo sin llevarlo en mi cabeza el resto de mi vida.

—Yo tampoco me divierto. —murmuré, tomando asiento frente a él. —No quiero hacer esto.

—¿Cuánto te pagaron por esto? M-mi cuñado puede darte más, no me mates por favor.

El asesino de la calle 406 [Larry Stylinson] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora