Eran las tres de la mañana, hacía un frio que te helaba hasta los huesos y Elizabeth regresaba de una fiesta que la aburrió.
Ya nada le divertía, desde hace 3 meses que no hablaba con Jeff y simplemente no podía superarlo, ella todavía le guardaba un extraño cariño. Seguía con el pensamiento de que quizá algún día podría conocerlo.
Mientras caminaba hacia su casa alguien la tiro para atrás, a un callejón. Muy asustada empezó a forcejear, aunque ya era tarde.
Pero entonces levanto la vista y lo vio a él, era Jeff. Sus sentimientos estaban encontrados, no sabía si sentirse feliz o asustarse. Él pareció no reconocerla.
— Go to sleep... —empezó a decir él.
— Jeff... —lo llamó ella con la voz temblorosa—soy yo...
Al parecer la reconoció porque se detuvo enseguida: — ¿Elizabeth? —Ella asintió— No puede ser...
— Te dije que te encontraría —dijo intentando sonreír.
— Eres una jodida terca —gritó él— te dije que no, no debimos vernos.
— Y tu un maldito amargado —ahora ella también gritaba— ¿cuál es el maldito problema?
— Que soy un asesino, no tengo tiempo para tonterías como el amor —sentenció y sus ojos perdieron el poco brillo que habían adoptado al reconocerla— lo siento...
— Jeff, no, por favor... —Pero antes de que ella pudiera terminar de hablar el cuchillo de Jeff atravesó su corazón y la vida de Elizabeth terminó en manos del chico al que amaba.
— No digas que no te lo advertí —susurró el muchacho al cuerpo inerte de la única chica que logro querer en mucho tiempo.
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