La habitación yacía en penumbras. Un pequeño haz de luz penetraba en ella dando de lleno sobre una licorera de cristal que se encontraba sobre un viejo escritorio de madera fina. Detrás de este, arrellanado en una mullida silla, se hallaba un hombre, quien, con un vaso de vidrio en la mano, jugaba con el líquido turbio que había en su interior, moviendo el vaso de un lado a otro, pensativo.
El aspecto de su rostro era severo. A pesar de sus bellas y delicadas facciones, daba miedo. Cerró los ojos y suspiró. Recargó su cabeza en el respaldo de la silla. La situación en la que se encontraba sumergido era demasiado absurda para ser real. Se parecía demasiado a aquellas novelas de pastas rosas que su madre leía con avidez en las tardes de invierno.
Soltó otro suspiro y vació de un trago el contenido del vaso. No pudo evitar hacer una mueca de desagrado. Odiaba el sabor del brandy, pero era lo único que su hermano tenía en su despacho. Sasuke no era un bebedor asiduo, era más bien ocasional. Solía tomar una copa de vino en festividades importantes o cuando acababa de cerrar un caso y sus clientes que así se lo pedían. Era bastante raro que se le encontrara con una copa en la mano por voluntad propia.
Sin embargo, últimamente, su garganta solía quemar con tal desazón que no había nada mejor que un trago de agrio alcohol para aliviarla. Sasuke sentía que se traicionaba a si mismo cada vez que sorbía un poco de aquel líquido. Él se había prometido no tener contacto con el alcohol jamás en la vida, pero los recientes sucesos lo habían traslocado de tal forma que no encontraba una mejor manera para relajarse. Por más que lo pensaba no acaba de asimilar la realidad que tenía en frente. Una realidad que en algún momento de su vida temió, mas no considero factible: Era padre. Se había convertido en uno desde los 18 años y no tenía conocimiento de ello hasta ahora.
Recordó el rostro de aquella niña que había visto únicamente un par de veces. Había algo en ella que le parecía extrañamente familiar pero no sabía que podría ser.
Rememoró sus ojos negros grandes mirándolo curiosa detrás de las piernas de su madre. Visualizó mentalmente el color de su cabello. Su piel, pálida, tal como la suya a su edad. Sasuke apretó el vaso que tenía entre las manos con una fuerza tal, que temió romperlo en cualquier momento.
¿Cómo pudo ser tan ciego? Esa niña era su vivo retrato. Estaba hecha a su imagen con la ligera diferencia que el sexo podía otorgar. No quiso ver lo que la vida le mostraba. No quiso preguntar directamente aquello que atravesó su cabeza al topárselas en el aeropuerto.
¿Aquella niña es mía? ¿Demasiado rudo o demasiado tonto preguntarlo?
Cuando vio a ese hombre acercarse a ella supo de inmediato que preguntarlo podría ser un enorme error. Ella estaba casada y esa niña podría ser suya.
"Sí, Sasuke", se dijo a si mismo, "un hombre rubio de ojos azules podría ser el padre de esa pequeña morena de ojos abismalmente negros".
Sasuke realmente quería darse tantos golpes como fuera necesario para compensar aquella estupidez inconmensurable que lo invadió durante días.
No quería cuestionarse la paternidad que sospechaba porqué estaba muy ocupado pensando en Sakura. Su recobrada presencia en su vida le nubló los sentidos, enfrascándose en una especie de obsesión acerca de todo lo que ella representaba.
Durante años, el misterio de la identidad de aquella joven había pasado a formar parte de las cosas que juró solemnemente olvidar. Se prometió a si mismo encerrarla en lo más profundo de su pasado.
No obstante, hasta hace unos días, su orgullo le había impedido retirarse con la sensación de la intriga en el pecho. Dejarlo pasar y avanzar, tomándolo todo como una inesperada situación que la vida le colocó en el camino. No, Sasuke prefirió enfrascarse en una lucha interna donde su ambición pudo más contra la sensatez.
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Otra oportunidad
Fanfic- Sakura... ¿Te casaste? -preguntó Sasuke, sorprendido, mirando a la niña que se escondía detrás de sus piernas. Sakura se mordió el labio. "¿Recuerdas aquella noche, hace cinco años, cuando estábamos demasiado ebrios para saber lo que hacíamos...