Tu me haces feliz

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La amatista vuelve a mirarse en ese enorme y elegante espejo, y con pocas ganas voltea para centrarse en aquel vestido enorme, vaporoso y cargado de perlas que su, ya casi, suegra hizo para ella, soltó un suspiro de resignación y se alejó preguntándose por milésima vez "¿Por qué acepte esto? Siempre quise hacer mi propio vestido." Caminó hacia la ventana y suspiró al ver los autos pasar. Siempre le había gustado aquel parque...

"-Bien, es un trato, si yo llego primero te vas a Londres conmigo y me acompañas a esa molesta fiesta y... si tu ganas yo me quedo este fin de semana y hacemos lo que tú quieras -dijo el pelinegro caminando hacia atrás sin despegar aquellos orbes azules de la amatista.

-Sabes que eso no es justo, tu ganaras de cualquier forma -se quejó Tomoyo con una sonrisa mientras Eriol se detenía a un paso de ella.

-Y en cualquiera de los casos tú ganaras el placer de mi compañía -alegó el pelinegro con una sonrisa de lado-, creo que eso es un gran pre... -no pudo terminar la frase pues la amatista se echó a correr sin aviso alguno y sin demora el ojiazul, giró sobre sí mismo y comenzó a correr detrás de ella.

-La oficina te hizo lento -dijo entre risas la muchacha mientras corría por aquel parque esquivando a las personas que pasaban por allí.

-Tramposa... saliste antes -se quejó Eriol acercándose a ella.

Entre risas y quejas llegaron hasta aquel enorme cerezo en la otra punta del parque, e intentando recuperar el aliento se miraron sabiendo lo que venía.

-Gane -dijeron al unísono-... claro que no...

-Tú saliste antes.

-Tú propusiste esto porque sabes que es difícil correr con estos zapatos -se quejó Tomoyo señalando sus zapatos con tacón de cinco centímetros y Eriol no pudo aguantar la risa.

-Ok... me atrapaste... un empate -propuso el pelinegro sabiendo que aquella discusión podía extenderse por mucho tiempo.

-Ok y... ¿qué hacemos con la apuesta? -preguntó la amatista con una enorme sonrisa sentándose en un banco cercano.

-Bien, podemos buscar un punto medio -Tomoyo lo miro sin terminar de comprender- ¿Qué te parece pasar el fin de semana en Mumbai o... no se algún lugar de los emiratos árabes?

-¿Estas demente? -preguntó la amatista sin poder contener la risa.

-Si yo ganaba iríamos a Londres, es un punto medio -respondió con una sonrisa suplicante-, vamos, Alan no volverá hasta el martes o miércoles y si nos quedamos aquí en cuanto te llamen por cualquier pavada perderás el fin de semana trabajando, que es lo que te ha pasado el último mes -Tomoyo abrió mucho los ojos, en verdad le sorprendía escuchar esas palabras, pues siempre pensó que Eriol ignoraba sus quejas cuando hablaban por teléfono-... para que veas que te escucho y me importas, necesitas descansar, tu novio ni se enterara que te fuiste...

-Ok vamos -respondió finalmente Tomoyo con una sonrisa realmente enorme."

Era increíble como había pasado el tiempo, ya hacía más de dos años de aquella escapada con Eriol, el último viaje que había echo a solas con su querido inglés, "¿Cómo se pasó el tiempo?" se preguntó a si misma sabiendo que ella no tenía esa respuesta.

Un golpe en la puerta la devolvió a la realidad, a aquella habitación de hotel, y al girar vio entrar a Sakura, esa castaña que siempre la ha acompañado en cada momento de su vida, aun estando lejos en los últimos cinco años nunca dejó de llamarla e interesarse por ella. La sonrisa de la castaña revelaba lo feliz que se sentía por su querida Tomoyo, y la amatista sintió una corriente fría recorriendo su cuerpo... "¿Por qué no me siento así de feliz?"

El Mago y la AmatistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora