Capítulo 3

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— Voy a matarlo. — dijo al ver como su rival se acercaba al rostro de la azabache para robarle un beso. — ¡Voy a matarlo! — exclamó lo suficientemente celoso como para ir hasta ellos y arrebatarle a Marinette de sus manos.

— Adrien, si sigues gritando de es manera nos encontrarán. — le recordó, golpeándole la cabeza con su mano.

— Lo sé, lo sé. — suspiró desesperado. — ¡Pero es que él es un hijo de...-!

— Cállate. — le ordenó tapando su boca con una sus manos para evitarle decir su grosería. — Sabes que insultando no ganas nada. — Adrien asintió, aún con la mano del moreno en su boca. — Y tampoco ganas nada mirando como se besan, ¡así que mejor vayámonos! — sugirió haciendo amague de irse antes de ser detenido por Adrien.

— Oh, no. Aprovecharé que has venido hasta aquí para que me ayudes a espiar.

— Nunca hubiera venido para detenerte con todo esto, si hubiera sabido que terminaría siendo un cómplice. — se lamentó Nino, soltando un suspiro.

— Shh. Calla y déjame escuchar lo que hablan. — se quejó Adrien, poniendo atención.

— Pareces Alya... — comentó el moreno en un murmullo. — Oye, vienen para aquí. — advirtió.

— ¡¿Qué?! se alteró Adrien, quien se había distraído con la sonrisa de su amada, sin darse cuanta de que pasaría a su lado en unos segundos.

Sin tener tiempo de reaccionar, observó a Marinette pasar en frente de él. La azabache también lo observó, provocando que ambas miradas chocasen.

Fue ahí como si el tiempo se hubiera detenido. Sólo existían ellos dos, teniendo como única conexión sus miradas.

Como tan rápido empezó ese momento, del mismo modo, tan rápido terminó.

— ¿Qué pedirás en el restaurante, Marinette? — preguntó el pelirrojo, sacándolos de su mundo a ambos exnovios.

— Oh, eh, creo que pediré una Soupe a L’Oignon* — respondió, volviendo a la realidad.

— Qué rico. — respondió Nathanaël con una sonrisa, tomando su mano.

Luego de eso, Adrien sólo los miró alejarse de él.

— Disfruten su cena... — susurró antes de largar un suspiro. — Vámonos Nino. Vayamos a comer pizza, ¿quieres? — le preguntó, caminando por la acera mientras el de lentes lo miraba confundido. Ya había visto suficiente por el resto de su vida.

“— Te amo, Marinette.
— ...Yo también te amo, Nath...”

El rubio no miró hacia atrás todavía, cuando recordó aquello. Sólo siguió su camino con esas palabras clavadas en su mente y en su corazón.

— Pero yo aún te amo a ti, Marinette...

•••

— Nathanaël, yo... — empezó a decir la joven azabache, cuando ya habían llegado a la puerta de su departamento.

El aludido la miró por unos segundos, sabiendo de lo que se trataría eso. La acciones de Marinette, su voz y su rostro la delataban a la perfección. El joven sólo sonrió, tratando de aguantar las lágrimas.

Iba a terminar con él.

— Escucha, Marinette. — la detuvo, poniendo ambas manos sobre los hombros de la chica, haciendo que lo mirase a los ojos. — Sé lo que dirás, sé de lo que va esto. — lanzó un risita falsa, haciendo que Marinette se sintiera todavía más culpable. — Y, ¿sabes? — se apresuró a hablar al ver que ella quería hacerlo. — Estos tres meses me la he pasado genial contigo. Y... espero que Adrien sepa apreciar todos los años que estarás con él como yo aprecio unos simples tres meses que estuviste a mi lado como mi pareja, como mi novia. – confesó sin dejar de mirarla, acercando sus labios hasta su frente y depositando un beso en esta. — Gracias... — susurró antes de darse media vuelta para irse, dejando a la azabache con las palabras en la boca y con el sólo poder verlo alejarse de ella hasta que no fuera visible a su vista.

— Gracias a ti también..., Nath... — dijo en un murmullo que solo ella pudo escuchar y el cual que no tuvo oportunidad de decírselo.

•••

— Pensé que esperarías un poco más... O que, realmente, tratarías de enamorarte de él.

— No puedo obligarme a amar a alguien, Alya. Nadie puede obligar a nadie.

Y Nathanaël lo sabía. Sin embargo, quiso intentar esa noche dar todo lo mejor de sí para que Marinette viera que podría igualar a Adrien o ser mejor que él, incluso. Pero luego se sintió tan estúpido por querer obligarla de alguna manera a amarlo.

Y más estúpido aún cuando le declaró la guerra a Adrien es su mente.

Vaya espectáculo había hecho ese día.

— ¿Qué pasó para que quisieras terminar con él tan repentinamente? — la cuestionó la morena, subiéndose los lentes. — Incluso se esforzó para darte la mejor de las noches.

— Es que... — suspiró. — vi a Adrien... Y eso me hizo entender que ya no podía seguir fingiendo sentimientos hacia Nath... — confesó con la cabeza gacha. — Haga lo que haga, no puedo sentir nada de lo que llegué a sentir con Adrien. — lanzó un sonoro suspiro y acomodó un mechón de su cabello detrás de su oreja. — Lo peor de todo, es que él ni siquiera siente lo mismo por mí.

— Pff. Eso dices tú. — murmuró Alya, torciendo la boca.

— ¿Qué? — exclamó la azabache, levantando la cabeza de golpe al oír eso. La de lentes río por su acción.— ¿A-Adrien me ama?                                   

— Ajá. — sonrió la joven reportera, asintiendo con la cabeza.— ¿Y ahora qué? ¿Irás a confesartele porque ya sabes que dirá qué sí? — la miró divertida, levantando una de sus cejas.

— Sí. — exclamó con determinación, haciendo reír a su amiga por lo adorable que se veía.

Marinette tomó sus llaves y prácticamente corrió hacia la salida de su departamento.

— ¡Espera! — la detuvo Alya. — ¿A caso piensas ir así a buscarlo? — le preguntó, refiriéndose a su camisón rosa.— Si quieres ir a seducirlo y a que te haga tuya otra vez, entonces está bien. — vio a Marinette sonrojarse. — Pero yo creí que la idea era confesarte y luego pasar a la parte buena. — se burló su amiga, con una sonrisa en sus labios.

— Cállate, Alya. — bufó con las mejillas enrojecidas, desviando la mirada de su amiga morena, la cual no dejaba de reír.

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*Soupe a L’Oignon: Sopa de Cebolla

Perfecta - Miraculous Ladybug, Adrinette AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora