6

4.6K 530 102
                                    

- ¡Yuuri! ¡Vamos, anímate!

- No, gracias.

Y lo dijo con toda la inseguridad y el miedo que aquella pista de hielo le provocaba.

Todo blanco, liso y sin ningún lugar para sujetarse...estaba claro que si él intentaba adentrarse allí sin ningún apoyo físico iba a terminar estampándose de cara contra el piso e iba a hacer el ridículo, no sólo frente a su mejor amigo – porque Pichit parecía que de la nada , o mejor dicho, de la noche a la mañana, había realizado algún curso acelerado por internet de cómo manejarse como un cisne sobre el hielo, y lo saludaba desde el otro lado del abismo inmaculado como invitándolo a llegar hasta allá, cosa que Yuuri veía inalcanzable – o peor, frente a Víctor, quién seguía a su lado, aferrado a los carteles como él, pero con sentimientos diferentes pasándole por el rostro mientras lo observaba como si fuera el ser viviente más maravilloso que hubiese visto.

O incluso peor. Hacer el ridículo frente a aquel muchacho rubio y esbelto que lo observaba como si esperara que aquello sucediera en cualquier momento y no quisiera perdérselo. ¿Podía albergar alguien tanta intensidad negativa en su mirada?

Apenas habían ingresado al Ice Castle, Yuuri fue consciente de lo realmente exclusivo que era aquello. La pista principal estaba sólo reservada para el equipo ruso en competición esa mañana, por lo que no eran más de 10 personas deambulando, contándolos a ellos dos. Todos, incluido el entrenador, parecían concentrados en lo suyo, en silencio, y sólo se oía el rasgar del hielo por las cuchillas de los patines o alguna que otra charla amena y en voz baja.

Salvo Víctor, que había ingresado gritando...y seguía gritando. Sus energías no se aplacaban nunca, ni sus esfuerzos por meterlo a la pista con él...Yuuri lo había estado observando con toda la atención que sus sentidos un poco obnubilados aún le permitían, y se había dado cuenta que semejante soltura en su carácter se debía a lo maravillosa de su destreza. Era perfecto, en cada giro, vuelta y pirueta que hacía; desprendía seguridad e incluso sensualidad en sus movimientos, como si aquel hombre estuviese hecho para danzar sobre el hielo...y se había hipnotizado viéndolo, había seguido cada uno de sus movimientos como un tonto, como si realmente estuviese...

Agitó la cabeza, ya un poco más despejada. Por lo menos el hielo y el frío de aquel lugar le habían despejado un poco la mente y el cuerpo, y ya había quedado un poco atrás el calor del ambiente y el de su propio estado.

El problema estaba en su aroma, como le había dicho Pichit. Con un poco de pudor e incredulidad, había notado que aquel aroma extraño que a veces él mismo no reconocía como suyo se intensificaba cada vez que Víctor se acercaba a ellos, primero para explicarles cómo era la disposición del lugar, luego para preguntarles qué les había parecido aquel pedacito de rutina que les había regalado – como si no lo supiese ya – y luego ya aprovechando cualquier ocasión para acercarse al sector al que Yuuri se había aferrado a cal y canto, una vez Pichit se había animado a las insistentes insinuaciones del ruso de que debían de probar también la pista, ahora que sólo eran unos pocos.

Y no es que Yuuri se quejara, vamos.

Víctor parecía realmente interesado en sus reacciones y sus opiniones; según su amigo, el mayor había estado en verdadera tensión antes de que Yuuri respondiera favorablemente cuando les había consultado sobre su coreografía, y luego de aquello, el moreno había comenzado a notar que, si bien a veces le resultaba un poco difícil de lograr, Víctor se las ingeniaba para observarlo todo el tiempo, y lejos de incomodarle, a Yuuri le gustaba, porque se percataba de que no lo hacía para vigilarlo, sino para comprobar que su atención completa aún recaía sobre él.

Entre el Alfa y la ParedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora