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Era de noche, cuando escuché el  estrépito sonido de la puerta externa cerrarse de portazo , al escuchar esto supe que Ford ya había partido para la fiesta . Me envolví entre las sábanas tratando de retomar mi siesta, me coloqué de lado y tiré un poco más del cubrecamas lila, que combinaba con la tonalidad de las paredes de mi alcoba. Mis párpados se abrieron de golpe al percibir un incesante sonido golpeando la ventana, estiré el brazo hasta la lámpara que estaba en la mesa de noche y la encendí, ahora girando mi cabeza y observando detenidamente la ventana arriba del espaldar de la cama , al no ver nada me devolví a mi posición anterior.

El golpeteo se hizo más fuerte, pero ahora era diferente, eran de botas de acero retumbando en el suelo, aproximándose a mi dirección, abrí los párpados rápidamente exaltada, y me cubrí  completamente con la cobija hasta el rostro, mi pecho ascendía y descendía rápidamente.

—No es real, no es real — me dije a mí misma

Sentí una respiración cálida en el rostro desprendiendo la cobija que cubría desde mi cabeza hasta mis pies, rápidamente, y efectué un estridente grito agudo.

La persona que me había quitado la sábana me golpeó en el hombro para que dejara de desgañitarme la garganta.

— Se puede saber, ¿qué demonios te sucede? —preguntó Ford encima de mí enarcando las cejas

Al verlo, mi respiración volvió a la normalidad, haciendo que solo quedara como una paranoia lo que había escuchado anteriormente, mi vista se dirigió hacia sus pies analizando si llevaba puestas botas de acero, pero solo logré observar unas botas negras, se veían pesadas , pero no tanto para ocasionar el ruido que había retumbado por mis oídos anteriormente.

— Tu... tú te habías ido — tragué saliva en seco — Y luego escuché unos golpes en la ventana, y unas botas de acero aproximándose a la cama — dije ahora con la espalda pegada al respaldar de la cama, llevando hacia atrás el mechón de cabello pelirrojo que intervenía en mi rostro sudado.

— ¡SI! — Exclamó — ¡Era yo! Había dejado las llaves en tu mesa de noche, así que toqué a tu ventana. Como no respondiste, tuve que tocar la puerta, y Agness... — dijo haciendo un mohín con sus labios, y actuando como si un escalofrío hubiese recorrido todo su cuerpo —... Me abrió la puerta, luego subí buscando las condenadas llaves del infierno, y decidí quitar la cobija con la cual parecía que te estabas asfixiando.

— Lo siento — me reí nerviosa — Estoy paranoica

Tomó las llaves de la mesa donde estaba la lámpara encendida; hipnotizándome con su olor a lo que supuse que era Armani, infundiendo mis cavidades respiratorias con aquel aroma. Llevaba una chaqueta de cuero, y una camisa gris debajo de ella, combinada con sus tejanos favoritos, y aquellas botas negras que me hacían estremecerme de escalofríos.

Me ladeó una sonrisa marcando sus hoyuelos, al notar que lo observaba atónita.

No lo había visto nunca de esa manera.

— ¿No has cambiado de opinión?

Negué con la cabeza.

Caminó hasta el marco de la puerta, pero antes de atravesarlo se detuvo en seco escuchando lo que diría a continuación.

— ¡Dios bendiga esos tejanos!

Pude notar que rió por lo bajo y descendió por las escaleras hasta finalmente escuchar el sonido del motor de su auto encenderse.

Agness atravesó mi habitación corriendo rápidamente, con un labial rojo sostenido en su mano. Se apoyó en el marco de la puerta lanzándome una mirada pícara.

La Hermana de Malia Tate || Isaac Lahey #CarrotAwards2017#PencilAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora