2.Problemas varios y una loca por amiga

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Cómo no, la mayoría del viaje tendría que hacerlo sola así que con varios mapas folletos y webs de viajes me hice una especie de ruta programada por los sitios más destacados de la ciudad, ya otro día hablaría con Dawid para que me enseñase la ciudad más detalladamente. Al ser mi primer día la curiosidad me carcomía por dentro, tenía ganas de ver absolutamente todo. Opté por ir primero al Gran Bazar, una especie de centro comercial con miles de tiendas que visitar. Ya que todavía no me manejaba por la ciudad, solicité un taxi que me llevó hasta allí.
No tenía ni idea de por dónde entrar, había varias entradas y ya me estaba preocupando el hecho de que luego no iba a saber salir. Escogí la más cercana a mí, nada más entrar me quedé fascinada; había unos techos altísimos, columnas acabadas en ojivales decorados y callejuelas que se cruzaban y conducían a mil tiendas más.
Había absolutamente de todo: desde bolsos de piel hasta especias pasando por decoraciones, telas, alfombras joyas... Cada puesto (ya que eran más puestos que tiendas) tenía algo distinto a la anterior y me fascinaba absolutamente todo. Era particularmente divertido el regateo, al igual que había cosas muy caras para ser del material del que estaban hechas, había cosas magníficas por muy buen precio y regateando siempre se conseguía un precio mucho más asequible. En un puesto que tenía específicamente joyas, me encapriché de una pulsera y el vendedor y yo estuvimos discutiendo un buen rato. Debo admitir que no era muy buena regateando, pero no daba mi brazo a torcer:
-Perdone, ¿cuánto cuesta la pulsera de plata del elefante?
-Ochenta liras.
-¿Ochenta liras por una cadena y un elefantito colgando?
-Como máximo se lo rebajo a setenta liras - menudo rata, pensé yo.
-Sesenta liras- rebatí.
-Sesenta y ocho liras.
-Sesenta y cinco.
-Se lo dejo en setenta, ¿compra o deja?- me dio muchísima rabia volver al principio del regateo, pero se me daba tan mal negociar y estaba tan cansada de haber estado haciéndolo toda la mañana que, resignada, compré la pulsera y me alejé del diminuto puesto. Nada más volver a la callejuela en la que estaba situada la tienda, se me acercó una chica.
-No se te da muy bien manejarte con vendedores, ¿eh?- me dijo riendo.
-Es la primera vez que tengo que hacerlo y una mañana entera con lo mismo es algo totalmente exhaustivo-me quejé. Se volvió a reír, tiró de mi mano y nos metimos en el que esperaba que fuera el último sitio al que entrábamos ese día.
La chica se llamaba Aysel, y como la mayoría de la gente de allí sabía español, aunque tenía un poco más de nivel que el resto. La verdad es que nos hicimos buenas amigas después de pasar el día juntas. Todo eso pasó por el episodio que formó cuando en el décimo puesto al que entramos trató de bajar demasiado el precio en un regateo a un comerciante:
-¿Cuánto pide por este bolso?
-Doscientas noventa liras.
-¡Pero si ni siquiera es un original! Le ofrezco ciento noventa.
-Doscientas cincuenta.
-Ciento noventa y cinco, pide mucho dinero.
-Doscientas treinta.
-Venga por doscientas nos lo llevamos.
-Doscientas treinta, no lo bajare más- el hombre no daba su brazo a torcer y mi amiga al enfadarse tiró una balda llena de cosas, tuvimos que empezar a correr mientras el hombre nos perseguía y nos gritaba en turco hasta que le perdimos por unas callejuelas. Al parar nos miramos y nos empezamos a reír y desde ese momento supe que quizá no tendría que estar todo mi viaje sola. Me llevo a un restaurante de comida típica y estuvimos varias horas allí hablando. ¿Sabéis ese tipo de persona con la que conectas desde el primer momento y ya sabes que puedes confiar en ella? Esa era Aysel. Después de comer estuvimos dando una vuelta por la zona cercana al Gran Bazar, cuando nos cansábamos de andar simplemente nos sentábamos en bancos. Me contó historias de ella de pequeña, de lo agradable que solía ser la gente de la ciudad y del carisma que tenía la misma. Hubo un momento en el que pensamos ir al cine, pero recordé que estaba en turco y que no lo iba a entender y opté por seguir con el mismo plan. Estuvimos visitando un par de parques con plantas que no había visto en mi vida y que me sorprendieron gratamente. Cuando empezó a hacerse tarde me entró sueño, Aysel me llevó a casa y me dijo que me recogería mañana para hacerme una visita guiada por uno de los lugares más destacados de la ciudad pero no me dijo a donde me iba a llevar, me limité a preparar todo pero las palabras de mi amiga llevaron a una noche imaginándome que sitio me tocaría ver al día siguiente.
*****
Me despertó el estúpido pitido del móvil de prepago que había tenido que comprarme para comunicarme en la ciudad. Aysel me estaba llamando, lo que significaba que ya estaba en la puerta:
-¿Era necesario venir a por mí a las diez de la mañana?
-Muy necesario- me respondió con su peculiar acento.
-Ya te abro-resolpé, esas horas no eran humanas. Se quedó esperando en el salón mientras yo me duchaba y me preparaba. Me advirtió que cogiera algo para comer luego porque íbamos a estar todo el día fuera, así que me cogí un par de cosas para prepararme bocadillos a lo largo del día, el resto de cosas necesarias y nos fuimos.
No tardamos mucho en llegar y me quedé impresionada al ver de ccerca el palacio de Topkapi. Dos torreones se alzaban a los lados de la entrada, dándole un toque imponente e increíble. La entrada daba paso a los jardines, a cada cual más variado y colorido que le daban un toque alegre y exótico al sitio. Sala por sala fuimos admirando las paredes decoradas con mosaicos, las obras de arte y todos los objetos valiosos del lugar, nos íbamos haciendo fotos la una a la otra y a veces pedíamos a otras personas que nos las hiciesen. Paramos para comer en los jardines, donde mi amiga me fue contando leyendas sobre el palacio. Desde una de las partes más altas del palacio estuvimos viendo la puesta de sol sobre el Bósforo y le pedí a Aysel ir a verlo de cerca. Rápidamente terminamos la visita y me llevo a uno de los muelles que estaban en el estrecho.
-¡Venga vamos a bañarnos!- le supliqué, tenia unas ganas tremendas de meterme en el agua.
-Ya te he dicho que no nos podemos bañar en esta zona Melisa.
-Bueno pues solo los pies, ¿que más da?- después de varios minutos insistiendo acabo cediendo, y disfrutamos de los últimos rayos se luz con los pies en el agua, contándonos más anécdotas y riéndonos de nosotras mismas. Una vez se hizo de noche buscamos un sitio para cenar cuando a Aysel se le ocurrió cenar en uno de los barcos que ofrecía el servicio en una ruta de un par de horas por una parte del Bósforo. Por desgracia la comida era pésima y como no, mi amiga se puso a discutir con los camareros exigiendo una devolución del dinero. Montó tal escándalo que nos echaron y nos prohibieron la entrada.
-¡Cómo si fuésemos a volver! -gritó junto con varios insultos en turco. Después de todo el episodio que montó volvimos a mi casa, esta vez la invité a quedarse a ver una película y a dormir, a pesar de que nos quedamos dormidas antes de acabarla por el día que habíamos tenido.

Nota de autora: ¡segunda parte! Tenía muchísimas ganas de publicarla, espero que os haya gustado❤️

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⏰ Última actualización: Jan 15, 2017 ⏰

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