Capítulo dos

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¡Alerta!: Sentimiento desconocido

Me quedé un poco trastocada, pero no le dí mucha importancia. Habrá sido una ráfaga de viento o algo por el estilo. Pelé la naranja y me la comí poco a poco, disfrutando de su sabor. No sabía absolutamente nada de mi padre y ya era miércoles, es decir, había pasado un día entero sin saber nada de él y, por extraño que parezca, haciéndole caso a sus indicaciones que me mencionó en la carta, por muy estúpidas que parecieran.

Cogí mi móvil y marqué su número pero las 7 veces que le llamé, la misma voz me anunciaba lo mismo: móvil apagado.

Se me plantea la posibilidad de que me haya abandonado, pero la descarto a los pocos segundos. Mi padre nunca me podría hacer algo así.

La tarde se pasa en pensamientos y dejando de lado el instituto. Los exámenes finales habían, por fin, acabado y tenía tiempo para mí y hacerme a la idea de que a Olivia desaparecerá de mi vida ya que no irá a la universidad. Sus malas notas y su actitud no se lo permiten e igual con sus amigas. Solo me quedan dos días para aguantarla y no puedo estar más feliz.

Así pasan las horas, atrapada en un posible futuro donde mi maltratadora no esté en él. Por fin seré libre para expresarme sin tener que preocuparme si le molestara a una persona que solo me quiere como si fuera su saco de boxeo o recibiendo collejas de compañeros que se sentaban detrás mío. No me lo merezco.

En cuarto de ESO, antes de Bachillerato, pensaba que la gente de a mí alrededor se olvidarán de que me agredían y pudiera pasar desapercibida pero me equivocaba. El primer día fui con la esperanza de que hayan empezado a madurar, pero me equivocaba estrepitosamente. Las risas y las miradas apartándose de mí mientras estaba en el suelo ensangrentada  han hecho parte de mi vida,  parte que se irá al ser universitaria.

Miro mis pocos ahorros y puedo ver que me sobran unos siete euros así que aprovecho y decido ir a Domino's Pizza a comprarme uno de esos pedacitos de cielo.

Cojo el dinero y me pongo la chaqueta para salir por las calles, un poco oscuras, de Barcelona. Paso por algunos callejones ya que quiero llegar lo antes posible. Ante la oscuridad de estas estrechas y sucias calles, no puedo evitar pensar que alguien me esta siguiendo para hacerme daño y acelero el paso.

Siento una mirada en la nuca pero giro varias veces y no encuentro nada , produciendo en mi ansiedad y me agobio. Me agobio mucho por estar en esta situación y cuando creía que me iba a ahogar, salgo del callejón topandome con algunas luces que alumbran la casi noche y a transeúntes en su mundo. Me relajo y siento que mis músculos se destensan a una velocidad récord.

Mi respiración se torna normal mientras camino y me topo con el local de pizzas. Entro resguardándome del imperceptible frío. Me peino un poco el pelo y me desabrocho la chaqueta para después acercarme al mostrador. Un chico regordete me atiende y me mira con una sonrisa llena de amabilidad forzada que al principio era horror, seguramente al ver mi cara magullada, pero se recuperó. Tenía los ojos miel y su cabello era rubio oscuro. Unas pocas pecas adornaban su redondo rostro y estaba enfundado en su ridículo uniforme de Domino's. Ridículo porque le va pequeño y toda la grasa asoma al final de la camisa.

-Hola, bienvenida a Domino's Pizza. Haga su pedido.- Me saludo aun con esa sonrisa ficticia.

-Hola...- Me miró irritado con la mirada para que encargara mi comida, sin darme tiempo a pensar.- Voy a pedir una pizza barbacoa, para llevar, por favor.- Tecleó algo en su pantalla gigante táctil y desapareció por detrás del mostrador, dejándome sola.

Eran alrededor de las 21:00 y no había terminado de anochecer. Me giré hacía las mesas donde se suponía que tenía que haber gente pero no. La clientela brillaba por su ausencia pero no me extrañaba ya que estaba en uno de los peores Domino's del país.

Between ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora