Prólogo.

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-¡Afuera! ¡Vamos! ¡Todos afuera del agua!- Gritó el entrenador.

Los siete se acercaron al borde de la pileta, sentándose y sacándonse las antiparras; listos para escucharlo.

Querían que se apure, estaban temblando de frío.

-Bueno, escuchen: tenemos un nuevo integrante. Quiero que lo reciban bien. Traten de incorporarlo al grupo, cuentenle cómo nos manejamos acá en este Club... Y nada. Ahora él se va a presentar.

-Hola... Soy Pedro, vengo de Caracas, Venezuela y les deseo mucha suerte. -Sonrió forsadamente. -La van a necesitar.-Murmuró al final.

Mucha suerte vas a necesitar vos, papu, pensó Alejo. Con esos brazos de fideo y esas piernas flacuchas, no iba a llegar ni a cinco metros y medio.

Sonrió. Pobrecito. No dura dos días acá, se dijo para sí.

-Vale decir, que él era el mejor nadador allá en Venezuela.-El chico nuevo agitó la mano, quitandole importancia; haciéndose el modesto.

-Pff, si claro.-Dijo Igoa por lo bajo, rodando los ojos.

-¿Crees que no, argensimio?-Preguntó el moreno a la defensiva.

Lo habia escuchado.

El hecho de que le haya dicho asi, aumentó su bronca, además de querer (según él) sacarle el puesto.

Se acercó a él con toda la intimidación posible y duramente, lo desafió.

-¿Queres apostar, negro sucio?

Ambos gruñeron. Si las miradas pudieran lanzar balas, las de ambos serían metralletas.

-Prepárate para tragarte tus palabras, mamagüevo. Soy el mejor y eso no va a cambiar.

Un nudo en el pecho se le formó al castaño. ¡Ah no! Hasta acá llegaste, pendejo. No voy a permitir que te metas con mi puesto de 'primer lugar' que llevo con gloria hace meses.

-Te vas a tragar una trompada, pelotudo.-Alzó el puño, listo para golpearlo.

Él se quedó ahi, retándolo con la mirada. El argentino estaba a centímetros de dejarle el ojo violeta de una piña, pero Mariano lo empujó desde el pecho hacia atrás.

-¡Alejo! ¡Dije que lo reciban bien!-Lo regañó.

Lo fulminó con sus ojos.

-No, no. Está bien, entrenador. Vamos a hacerlo. La humillación duele más que cualquier golpe.-Dijo Pedro. Levantó la ceja, observándolo con altanería. -Ahogate en tus vergüenzas, niño.

-¡Cerrá el orto!-Exclamó.-Dejá de hacerte el piola, venezolano de mierda. Yo soy el mejor acá, aceptálo.

No contestó.

Harto de su soberbia actitud, saltó al agua de clavado.

-Dale, vení. ¿O arrugaste? ¡Maricón!

El venezolano resopló con fuerza.

-Quien tenga el mejor tiempo, gana. Tomelo, entrenador. Por favor.

Saltó al agua y se puso en la hilera, a su lado.

Los dos coincidian en algo: Ni siquiera se conocían y ya se caían para el culo.

En sus cabezas, solo se repetía una frase: Que siga soñando si cree que me va a ganar.

Mariano sacó el cronómetro y aprovecharon para acomodarse las antiparras.

-¿Listos? ¿Preparados? ¡Ya!-

El silbato indicó la salida. Se impulsaron contra la pared y ambos salieron a toda velocidad, pataleando y braceando con fuerza.

Nadie los animaba, todos los compañeros miraban la carrera con tensión. Lo único que se escuchaba era el sonido del agua siendo golpeada.

Hicieron dos rondas de ida y vuelta por la extensa pileta de veinticinco metros de largo.

Cuando salieron, jadeando como perros deshidratados y con el corazón en la garganta, miraron al entrenador expectantes.

-Bueno...-Suspiró buscando paciencia pues odiaba que sus alumnos se lleven mal entre ellos. A Alejo le chupaba un huevo, no permitiría que un spaghetti con piernas largas le presuma en la cara.

-Alejo: hiciste dos minutos con cuatro milésimas.

-¡Tomá! ¡Cométe esa, puto! ¡Yo soy el mejor, papá!

Figueira se mordió el labio inferior, frunciendo el ceño con bronca.

-¿Y cuánto hice yo, entrenador?

Mariano suspiró pesadamente, de nuevo y agachó la cabeza.

-Dos minutos, dos milésimas.

El tatuado abrió  la boca con sorpresa.

-¡¿Qué?!-Gritaron al mismo tiempo.

-¡Es que yo la doy y tú no la das! ¿Qué dijiste? ¿Que tú qué? ¡Ahi tienes, imbécil!-Festejó, en su cara, para luego empujarlo levemente.

Yo sabía que le iba a ganar a este idiota. Llegué yo para ponerlo en su lugar y demostrar quién se merece jugar en los Panamericanos, pensó Pedro.

Lo miró sobre el hombro. Mientras que al otro, la sangre le empezó a hervir:

Me habia ganado por dos milésimas. ¡Dos putas milésimas!

-¡De esta no zafás, hijo de puta! ¡Agarrenme porque lo mato!

Y sin más, se le tiró encima, envolviendose en una guerra de puñetazos e insultos.

Los separaron. A pesar de eso, siguieron matándose con miradas.

-¡Igoa! ¡Andá a cambiarte! ¡Estás suspendido por el resto del día!-Gritó el entrenador.

-Chupame la pija.-Masculló, tomando sus ojotas y cerrando la puerta de un portazo.

Pedro sonrió victorioso y se fue a buscar sus pertenencias con aire de ganador.

Nadie es mejor que yo. Nadie es más rápido que yo. Y este idiota, no va a ser la excepción.

Con ese pensamiento en la cabeza, los dos se fueron a su casa. Y juraron que demostrarían ser los únicos y mejores campeones de Natación.

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¡Holaaa!

Bueno, como oficialmente di por finalizada Proof Of Love, decidí comenzar con esta historia que me tiene muy entusiasmada wiii

Asi que bueno, ¡bienvenidxs a Campeones de Natación!

Realmente espero que me acompañen en este viaje y que disfruten de leerla jeje

Asi que nada, nos vemos en el primer capítulo.

¡Gracias por leer!

Campeones de Natación (Divalejo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora