Takano-san

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Desde muy joven sentí un gran interés por el manga "shojo", me gustaba ver como todo en la vida de los protagonista resultaba tan bien,en aquel mundo ficticio lleno de emociones. Al principio pensaba que solo eran dibujos ridículos dirigidos a un público femenino, pero con el paso del tiempo no pude evitar sentir curiosidad al ver como la mayoría de mis compañeras se emocionaban y sonrojaban al leer los argumentos.

Mi vida estudiantil, no fue la más extravagante. Casi no tenía amigos, mejor dicho no tenía ninguno, era extraño que por alguna razón la gran parte de los alumnos me respetaban o me trataban como si fuera una deidad, refiriéndonos a personas de grados menores que yo. Adoraba la lectura, era mi pasatiempo favorito y lo sigue siendo, me encantaba sumergirme en mundos maravillosos, lo mejor es que cada libro te llevaba a uno distinto, a veces a sub- mundos romanos, otros medievales o actuales. En resumen me gustaba ir a nuevos horizontes intelectuales y alejarme de mi realidad, una donde mis padres no tenían ni el más mínimo interés hacia mi persona, en donde el trabajo era lo primero que aparecía en sus mentes al momento de despertar. Al menos contaba con la suficiente madurez de superar eso y no volverme uno de esos delincuentes que hacen lo que hacen para llamar la atención.

Mi lugar favorito era la biblioteca ,podía pasar horas ahí sin aburrirme. Es por eso que mi habitación estaba repleta de libros, quería que se asemejará lo más posible a la biblioteca para poder sentir ese ambiente tan pacifico y silencioso lo más cerca posible. 

Sin siquiera esperarlo tuve una fiel compañía peluda y de cuatro patas, un tierno gatito que me encontré desamparado en las frías calles. Al ver que nadie lo recogía decidí llevármelo a mi hogar, como mis padres casi nunca estaban no le vi problema. Le llamé "Sorata", con sus pequeñas travesuras felinas lograba sacarme más de una sonrisa en alguna ocasión. Ahora que lo pienso, la situación en la que encontré a Sorata es casi parecida a la escena de un manga "shojo", en donde el chico frió y solitario  que comúnmente le gusta a la protagonista demostraba la calidez de su corazón. Dios que vergüenza, espero que nadie me haya visto.

Mi vida seguía su monótono curso, cuando sin darme cuenta me encontré con un chico, al parecer un grado o dos menor que yo. Al principio me resultó bastante tierno el hecho de que no pudiera alcanzar la repisa en donde estaba el libro que quería, el cual resulto ser uno de los que yo leí con anterioridad.

Sus gestos no eran muy apropiados para un chico, su cara siempre era cubierta por un gran sonrojo y los tartamudeos que soltaba junto con los interminables "Lo siento" me parecieron bastante raros y a la vez curiosos. Pensando que no lo volvería a ver decidí volver a asiento, aquel que estaba en el fondo junto a la ventana, ya tenia el libro que buscaba en mano como para poder volver a sentarme.

Después de ese incidente, podía sentir como alguien me observaba ,debido a mi aspecto era muy popular entre las chicas, así que pensé que podría tratarse de ellas. Otro hecho que captaba mi atención era el de que el nombre del mismo chicos estaba escrito debajo del mio, en los mismo libros que yo leía. La situación me estaba poniendo de los nervios al pensar que tal vez era un acosador, aunque claro, en esos tiempo no era capaz de mostrar mis emociones en el rostro.

Cuando entre a la preparatoria nada cambio, las chicas no paraban de babear por mi persona, ganándome el odio inmediato de algunos chicos. Lo único bueno es que la biblioteca de esa escuela era mucho más grande, y tenía libros en abundancia. Solo fue cuestión de días para volver a encontrarme con el mismo chico de aquella vez. 

No había cambiado en lo absoluto, si descartamos su pequeño o nulo crecimiento. Al creer que solo sería un encuentro casual y que seguramente no me recordaría, me ahorré las palabras, tampoco es que las haya necesitado. Ese día se me declaró.

Cambio de RolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora