Tercera Entrada.

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Viernes 20 de Enero.

¿Alguna vez te has sentido tan sólo, que hasta hayas empezado a disfrutarlo?
No sé por qué te pregunto esto, eres sólo una hoja de papel. Pero si alguna vez lo haz sentido, no te preocupes compañero que pronto irás al archivador con otras hojas iguales a ti.

Creo que Oliver me pegó su mala manía de hablarle a las cosas, él suele hablarle a las plantas por horas y horas. Lo sé porque ya lo conozco hace una semana y he ido "a verlo" a diario para mi investigación, aunque sólo me he atrevido a entrar para hablarle un par de veces. Pero hoy al estarlo viendo desde una ventana pasó algo inusual. Una chica rubia, que aparentaba unos veintidós años, con un vestido blanco y floreado con girasoles se acercó a la florería. Saludó a Oliver como si lo conociera de toda la vida, le dio un beso en la mejilla para después comenzar una conversación entre ellos.

Ya estaba oscureciendo y yo seguía parado en una ventana. Cuando ella salió, unos 30 minutos después de entrar, llevaba consigo un ramo de rosas rojas que se negó a venderme la semana pasada, esas rosas de ese color tan especial que sólo he visto en las flores de mi chico pelirrojo; traté de parecer un chico normal que simplemente estaba parado en la calle silbando como si nada. Ella me miró y dijo "que despreciable" mientras las rosas rojas que le había dado Oliver se volvían negras y su vestido se volvía púrpura con flores escarlatas. Pero que chica más extraña. Murmuré mientras la veía irse con unos colores completamente diferentes a los cuales había llegado. La gente así es despreciable, sólo muestra humildad para acercarse a Oliver.

Entré a la florería y me recibieron con un "buenas tardes" hasta que el chico florista logró reconocerme, cambiando su saludo por un "Oh, Hola Don Alexander".

—Sólo dime Alex, ya te lo he dicho —le respondí mientras caminaba observando la variedad de plantas—. Por cierto —dije como si no me importara—, ¿Quién era esa chica? Se veía bastante extraña —comenté.

—¿Hablas de Crepúsculo? —se dirigió a la ventana, seguramente para tratar de ver a la chica— Vino a comprar rosas para el aniversario de su madre, ¿Por qué lo preguntas?

—No jodas, ¿Se llama Crepúsculo? —Mi tonó de voz mostraba burla hacia su nombre, ¿cómo alguien podía siquiera llamarse así?

El chico suspiró, ya que pude ver como el vidrio en el que se estaba asomando se empañaba.

—¿Qué tiene de malo? Al menos ella representa algo hermoso, mi nombre es una derivación del Olivo, soy un simple árbol mientras que ella es el momento en el que comienza y termina un nuevo día. Ese momento mágico del día es lo que ella representa, por eso es que suele cambiar tanto —dijo un poco alterado. Pareciera que hablar sobre los nombres lo estresaba o tal vez era algo muy delicado para él.

—Oye, no te alteres. Yo pienso que tu nombre es perfecto para ti, es decir, trabajas en una florería, es curioso que tu nombre provenga de un árbol. Eres como un pitufo de las flores. Algo así como una pitunia.

Sonreí ante mi juego de palabras. Seguramente soy el ser más gracioso del universo ya que al menos lo hice sonreír.

—Je, ¿y tú nombre qué significa? —sonrió y se volteó para mirarme, ahí fue cuando pude notar que sus ojos brillaban, seguramente si pestañeaba con fuerza podría dejar salir un par de lágrimas. No sabía que era de los que lloran cuando se enojan—. Si no me equivoco Alexander es la derivación de Alejandro —se rió, al parecer de mí—. Veo que tu nombre es peor que el mío.

—Oye, no te burles de mi nombre. Es un nombre bastante llamativo —Me defendí con dignidad.

—Es nombre de oficinista —me miró de pies a cabeza— aunque debo admitir que ya no pareces tanto un oficinista —miré mi atuendo pero estaba usando el mismo traje gris de todo los días. Obviamente no era el mismo pero todos mis trajes ya perdieron el color hace algunos años—. No me refiero a eso —se acercó a las jardineras y trajo un pequeño balde con agua hacia mí—, me refiero a que "" ya no pareces un oficinista.

Hizo énfasis en la palabra tú, no sabía porqué.
Decidí preguntarme cosas estúpidas antes de hacer lo que se suponía que debía hacer, como pensar en por qué este chico no tiene un espejo, después pensé más a fondo y me di cuenta que yo tampoco tengo un espejo en mi oficina y me decidí a comprar uno, nunca está de más poder contemplar tu apariencia.
Después de dejar el tema de los espejos decidí mirar mi reflejo, ahí estaba yo. Un chico moreno que ahora estaba bronceado por el sol, con cabello castaño claro y ojos café claro, alguien bastante guapo para el tipo de trabajo que llevaba. Contemplé un poco más mi hermosa apariencia antes de notar lo que en realidad debía notar.

—¿Pero qué? —exclamé antes de soltar el balde y llevar mis manos a mi rostro— ¿Pero qué me hiciste? Debía estudiarte, no volverme como tú —dije asustado, tener colores tenía su lado malo. Podías lucir bien pero los sentimientos pueden ser buenos y malos; y en un mundo gris hay más sentimientos malos.

—Cálmate, sólo estás regresando a tu color original. No hay nada de qué preocuparse —se quedó un momento pensando—. Espera, ¿dijiste estudiarme?

—Bueno, sí. Trato de hacerle un bien a la humanidad, al saber tus secretos podré prevenirlos de qué no hacer —el murmullo que antes salía de entre sus labios se convirtió en una risa de verdad al escuchar mi comentario.

—Lo siento, es sólo que tu razón para hacerlo es un poco sosa —me notó molesto, y es que no pude evitar fruncir el ceño ante el ataque que estaba recibiendo de su parte—. Pero, ¿no crees que espiarme a través de la ventana no te ayudará en eso? —Rayos, me descubrió. La vergüenza se apoderó de mí cuando dijo eso—. ¿Creíste que no te vi?

De nuevo utilizó ese extraño tono, era dulce pero tenía una intención malvada. Si ese tono tomara forma sería un chocolate de licor, son dulces por fuera, pero al momento de morderlos te das cuenta de la sensación amarga que tiene en su interior, pero que a pesar del mal sabor que te tomaste por la sorpresa, tu lengua termina con disfrutar el licor y hasta llega a adormecerla cuando te vuelves adicto a ellos.

—Oye, no es mi culpa que no sea alguien posible de ignorar. Es más, deberías estar agradecido de deleitarte con mi belleza —no podía perder en una disputa contra alguien que vende flores para vivir. Tantos años estudiando ingeniería no me prepararon para esto.

—Pues se lo agradezco —su tono de voz cambió a uno juguetón, ¿Acaso se burlaba de mí? "Hizo una reverencia". Creo que sí lo hace—. Es un gran honor que me honre con su presencia.

—¿Y qué otra cosa podía hacer además de espiarte por la ventana? —estoy seguro de que eso sonó mejor en mi cabeza— No es como si hablarte en la florería sirviera de mucho. Siempre estás con tus flores o comiendo suspiro limeño. Saco mejores conclusiones fuera de aquí.

—Entonces invítame fuera de la florería —me dijo de repente.

—Bueno, tal vez lo haga —hablé decidido y no sabía porqué el cambio repentino en mi tono, tal vez era porque estaba ganando esta disputa.

—¿Mañana a las ocho? —dijo con una sonrisa en su rostro y sus cabellos rojos se volvieron de un rojo aún más intenso.

—Mañana a las ocho. Adiós, Oliv —entré en pánico y salí del local.

No sé en qué me metí pero ahora estoy escribiendo esto para después escribir una lista de qué preguntarle mañana. Oh, también deberé ponerme algo más que no sea un terno.
¿Qué se supone que haga a las ocho de la noche con un chico que apenas conozco?, ¿Dónde nos encontraremos?, ¿Por qué nunca hago las preguntas más importantes?
No lo sé, sólo sé que si entro en pánico de nuevo terminaré arruinándolo, tal vez para bien o tal vez para mal.

El chico de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora