Prólogo

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PRÓLOGO:

Cuando era más pequeña solía relacionar un color con cada uno de mis hermanos

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Cuando era más pequeña solía relacionar un color con cada uno de mis hermanos. Era como si ese color les representara a ellos, su carácter y su aspecto.

La pequeña Catherine, a la que todos llamaban Cath, era el rosa. Su actitud bondadosa y su tímida sonrisa, acompañados siempre de sus vestiditos de ese mismo color, la hacían parecer en mis pensamientos una pequeña mancha rosada.

Chris era muy distinto a todos los demás. No solía hacer caso a nadie, era como un alma libre y errante que no quería depender de nadie ni que nadie dependiera de él. Habitualmente se comportaba como alguien de mucha más edad de la que realmente tenía y siempre me asombraba por su madurez. Su color es el negro azabache, como su pelo.

Luego estaba Darren, mi queridísimo hermano mellizo. Siempre lo imaginé de azul oscuro, como el color del que acostumbraba a pintar el cielo estrellado en sus cuadros. Un color solitario, frío, melancólico, callado, lo que se ajustaba a la perfección con su personalidad que, aunque fuera un tanto distante, siempre estuvo a mi lado. Y que tarde me di cuenta de esto.

Y por último yo. Deidre. Un nombre extraño, si se pide mi opinión. Siempre me atrajo el color amarillo. Era el color de mi cabello, que tanto me esforzaba en cuidar. Del sol, aquel viejo amigo mío que estaba tan cerca y tan lejos al mismo tiempo y el color que también se suele asociar a la esperanza, algo que me esforzaba tanto por transmitirles a mis hermanos...

Cuando llegaba el otoño, solía pasarme horas enteras frente a la ventana, observando aquel árbol que teníamos en el jardín, viendo como las hojas de colores marrones, amarillos y rojizos, se desprendían lentamente de los árboles y caían danzando junto al viento hasta posarse lentamente en el suelo.

Al contrario que a Darren y al resto de mis hermanos, que pensaban que la llegada del otoño era triste porque significaba decirle adiós al verano y hola de nuevo a las clases, a mi me parecía la mejor estación del año.

Para mí era un periodo de cambio. De dejar caer caer las hojas secas, para luego renacer con hojas nuevas y más brillantes y bonitas. De dejar atrás todo lo malo y empezar de cero.

Sin embargo, aquel otoño siempre lo recordaría como el peor de mi vida, al igual de los que les siguieron.

También me gustaba aspirar el olor de los viejos libros que mi padre guardaba en su estantería y sobre todo aquella sensación de cosquilleo en los dedos al acariciar sus polvorientas páginas. Pero lo que más me gustaba era soñar, imaginar toda clase de aventuras llenas de fantasía, misterio y romance. Así que ahora que tengo que relatar esta historia, esta que si que es real, espero hacerlo bien.

Esta es la historia de todos aquellos años que pasamos los cuatro cuando apenas éramos niños atrapados en silencios y durmiendo entre sollozos; deseando que el tiempo pasara más rápido y a la vez queriendo retroceder en el tiempo para poder recuperar aquella tierna infancia que la vida nos arrebató cruelmente.

Esta es mi historia. Nuestra historia.

HOJAS CAÍDAS.

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Hojas caídas [Flores en el ático VI] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora