Aquello no era un desperdicio de tiempo. Aquella noche, las lágrimas, el poner sal en las viejas heridas del pasado, la decisión que tomar. Nada de eso era un desperdicio de tiempo. Probablemente su vida estaba en esa decisión.
Las heridas ya estaban abiertas nuevamente, la tristeza e impotencia que no extrañaba para nada volvían a acentuarse a su lado y dentro de él. La habitación estaba en penumbras, inundada de la oscuridad de la noche.
Era gracioso lo similar que aquello se veía con Harry.
Durmió poco y nada. Alrededor de las 7AM oyó la puerta del baño abrirse con suavidad. Se sentía bien. Era agradable sentir compañía en la casa, aún más siendo de Louis.
Se puso de pie y se pasó las manos por los ojos, cansado. Unos pequeños rayos de luz entraban por la ventana, dándole noción del espacio para no chocarse nada. Caminó hasta la puerta de su dormitorio y la abrió, recostándose contra el marco de la puerta en espera del baño. Por algún motivo, se encontraba más tranquilo.
Necesitaba saber si en realidad Louis había cambiado, si valía la pena seguir echando leña al fuego por él y si merecía parte de su tiempo.
Daría mi vida, no sólo parte de mi tiempo
Resopló cuando oyó la puerta del baño abrirse, tomando una gran bocanada de aire y fingiendo que no se encontraba mal. Fingir que estaba bien era imposible. Quisiera o no, Louis lo conocía, sabía cuándo mentía y cuándo decía la verdad. Conocía cada rincón de su cuerpo y de sus pensamientos mejor que él mismo.
—Oh... Lamento haberte despertado —dijo Louis al verlo, regalándole una pequeña sonrisa.
—Sabes que no dormí bien. Sé que tú tampoco —respondió con veracidad, devolviendo la sonrisa.
—Lo sé —sus miradas chocaron—. Aún así, lo siento. Todo esto es mi culpa.
—Está bien, no te disculpes. Supongo que algún día debía pasar. Tú sabes, esta charla.
—Siento que estando aquí sólo sumo peso a tus hombros, y no quiero que sea así —Harry hizo un gesto con la mano, restándole importancia.
Sin responder, hizo el pequeño camino hasta el baño mientras escuchaba los pasos de Louis volviendo hacia el living. Se puso de pie frente al espejo, sorpendiéndose de lo demacrado que se encontraba. Unas grandes ojeras debajo de sus ojos, rostro pálido y labios partidos de tanto haber sido mordidos.
No sabía exactamente cuánto tiempo estuvo parado frente al espejo, pero quedó aún más sorprendido encontrando un desayuno servido en la mesita ratona una vez salió del baño. Era simple, unas tostadas algo quemadas con manteca y dos tazas de café negro; pero el gesto lo había dejado sin palabras.
—Nunca hiciste el desayuno para mí —comentó en voz baja—. ¿Por qué te tomaste la molestia? Podía hacerlo yo mismo.
—Estoy intentando recuperarte. Supongo que es lo menos que puedo hacer. Demostrar que cambié.
Nuevamente, las palabras flotaron en el aire sin respuesta alguna. Se sentaron en el sillón frente a la mesita ratona y desayunaron en silencio. Dicen que cuando las palabras faltan, la música habla, por lo que Louis encendió con cuidado la pequeña radio.
El ambiente no era incómodo, al contrario, era relajante. Harry pensó en cuántas veces quiso lograr esto en el pasado con Louis, obteniendo siempre el mismo resultado: peleas, gritos, llanto.
Sus ojos se encontraban fijos en la mesita, sus corazones latían al compás de la música, relajados. Se preguntaban cómo habían hecho para llegar hasta allí, aún consiguiendo un efecto en el otro.