LA PARTIDA

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LA PARTIDA

Aioros se preguntaba una y otra vez como fue que sucedió, y por más que le diera vueltas y vueltas al asunto, no entendía cómo fue que paso, como fue que Aioria y el terminaron sintiendo esa indebida atracción, no podía ser, ellos eran hermano y solo debían de amarse y quererse de manera fraternal, por lo menos así había sido antes de esa noche.

-hoy...hoy es el último día... – dijo en un susurro, como si tratara de convencer a si mismo de que ese era el último día que pasaría cerca de Aioria.

Se sentía desganado, tanto las fuerzas como los ánimos que solía tener lo habían abandonado. Ya ni siquiera tenía ganas de levantarse de su cama; estaba deprimido.

Tomo acopio de la fuerza de voluntad que le quedaba y se puso en pie, se vistió y fue al baño a lavarse el rostro; el sentir el líquido frio lo hiso despertar por completo.

Fue hacia la salida, camino por el corredor, pero se detuvo al llegar a la recamara de su hermano. Se acercó...suponía que Aioria seguía dentro pues en los últimos días Aioria se había encerrado en su recamara negándose rotundamente a salir. Eso le dolía mucho pues deseaba verlo, tenerlo cerca, ver sus hermosos y vivaces ojos esmeraldas...por lo menos una última vez antes de partir.

Tomo la cerradura con ganas de abrirla...como varias veces tuvo la intención de ingresar a su recamara, tomarlo de nuevo... después de lo que vivió a su lado, su cuerpo le pedía estar cerca de Aioria, sentirlo de esa manera intima.

Negó con la cabeza, estaba mal, todo lo que sentía, pensaba y deseaba con respecto a su hermano estaba mal, lo sabía, y debía reprimir ese deseo a como dé lugar, aunque cada vez le era más difícil, el tan solo recordar aquella noche lo hacía estremecerse y desear con desespero el tenerlo de nuevo cerca suyo.

-mierda...- reprimió un gemido, su cuerpo comenzaba a reaccionar ante las imágenes de esa noche y el suponer que podría ser tan fácil estar con Aioria, tan solo abrir esa puerta y...., no podía más, necesitaba alejarse de Aioria lo mas pronto posible pues estaba seguro que tarde o temprano nuevamente terminaría cediendo a ese impulso y deseo de su cuerpo.

Ya faltaba poco, para que saliera de esa casa, para que se alejara de Aioria. No estaba seguro si eso solucionaría su problema, pero por el momento para él esa parecía ser la única solución.

Desvió la mirada y rápidamente giro su cuerpo para alejarse de la recamara de su hermano, con paso firme se dirigió al comedor donde se encontraban sus padres tomando el desayuno.

-no entiendo cómo puedes estar feliz, si sabes que esto no es lo que tu hijo quiere. – escucho la voz de su madre, se notaba tensa y molesta.

-no pienso discutir de nuevo esto contigo, si, como tú siempre me decías, Aioros tomo su decisión y debes de respetarla.- su padre sonaba igual de molesto.

-pero es que esto no es lo que él quiere, tú lo sabes, todos estos días se la ha pasado deprimido, cabizbajo, su felicidad se esfumo desde que tomó la decisión de entrar a la academia.-

-Aioros tomo la decisión que más le conveniente.-

-te conveniente solo a ti, pues tu siempre has querido convertir a tus dos hijos en una réplica tuya, que sigan tus pasos, no los dejar ser quienes son realmente. –

-por que me hechas la culpa de todo siempre a mí mujer, esta decisión la tomó Aioros, yo no lo obligue a nada. –

-¿a no? Le repetías siempre que sus pinturitas nunca le darían de comer, que solo perdía el tiempo, incluso lo amenazaste con votarlo de la casa si seguía con la idea de ser pintor, pues tus hijos no lo harían quedar en ridículo.-

MALDITAS APARIENCIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora