Capítulo 4: ¿Quién soy?

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Ya alcanzo a ver la luz de la salida, cada pasillo que había recorrido antes, a la vuelta se me hace interminable. Con una horda detrás de mi, corro tan rápido como puedo, cuando oigo un disparo, procedente de Robert. Acelero aún más mi marcha, hasta llegar junto a él. Frente a nosotros, se alzan por lo menos 30 muertos rodeándonos, mientras poco a poco se acercan.

-¡Mierda!- grita Robert.

Manteniendo la cabeza fría, comienzo a observar cada detalle de la situación. Tanto como a mis espaldas como enfrente, nos acorralaban zombies.

-¡Están por lo menos a 20 metros, tenemos que hacer algo antes de que sea demasiado tarde!- dice Robert asustado.

Ignorándolo sigo observando, y me doy cuenta de que es preciso un movimiento rápido y arriesgado por nuestra parte.

-¡Robert, mira allí!- le digo señalando a un grupo de muertos.
-¿Qué pasa?- me pregunta Robert.
-Por ese lado hay muchos menos zombies, si queremos escapar, tendremos que abrir un hueco. Carga contra ellos y dispararles para eliminar tantos como puedas- digo mientras comienzo a avanzar contra ellos.
-¡Entendido!- grita mientras me sigue.

Saco mi revólver y comienzo a disparar a los que más cerca se encuentran de mi, hasta que mi cargador se gasta. No hay tiempo para recargar, saco mi cuchillo y comienzo a eliminar a los pocos muertos que quedan frente a mi. Mientras, Robert me cubre los flancos con su escopeta.

Al final conseguimos abrir un hueco, por el cual salimos corriendo tan rápido como podemos. Tan solo nos queda un largo camino hasta casa, y todo cuanto se nos enfrenta son algunos zombies dispersos.

-¡Estoy seco!- grita Robert mientras dispara su último cartucho.
-Y yo, tendremos que abrirnos paso a partir de ahora cuerpo a cuerpo. - le respondo
-Mira, esa farmacia esta abierta- dice mientras la señala.

Y hacia allí nos dirigimos, la misma farmacia a la que fui a por los vendajes de mi hermana, la misma dónde encontré este revólver. Nada más entrar, empezamos a bloquear las puertas con cualquier mueble que encontramos.

-Creo que esto bastará- dice Robert mientras da un último suspiro.

Se oyen los golpes de los zombies llamando a la puerta, pero sin preocupación, me siento a retomar el aliento. Robert, se sienta a mi lado.

-Creo que... No he tenido ocasión de decirte esto antes- dice Robert con tono burlesco -pero me gustaría saber al menos con quién estoy yendo de excursión.
-Hmpf- le contesto con un resoplido.
-¿No eres muy hablador eh?- dice Robert decepcionado -no pasa nada, puede que sobreviva sin saber tu nombre.
-Blanco- susurro.
-¿Que has dicho?- pregunta Robert extrañado.
-Puedes llamarme Blanco- digo alzando la voz.
-Seguro que has pasado por bastante desde que ha empezado esto, se nota en tu mirada- dice seriamente, lo cual no es muy común en Robert.

Sé que nunca he sido muy social, y menos lo sería bajo estas circunstancias. Me levanto y me dirijo hacia el almacén de la farmacia, y enseguida, Robert me sigue. Cuando paso frente al mostrador, observo que hay una llave, ¿será esa llave de...? Sin pensarlo la cojo y me dirijo hacia la puerta que encontré en el almacén la última vez que estuve allí, mientras Robert a mis espaldas, se pregunta hacia dónde me dirijo.

Me encuentro frente a la puerta, y efectivamente, la llave encaja en el candado con el que está cerrada. Entramos, y encontramos lo que parece ser un escritorio, con papeles por todos lados. Unos, me llaman la atención en concreto, unos que se encuentran sobre la mesa. En ellos estaban escritos algunos proyectos de medicina y lo que parecía ser ingeniería biológica.

-Robert, ¿estudiaste medicina no es así? Lee esto y hazme un resumen por favor. - le digo
-De acuerdo...- responde sin vacilación.

Tras 15 minutos de lectura, Robert se dirige a mi.

-Es... Un proyecto para un virus programable, algo así como una herramienta de tamaño microscópico. Según esto, tendría como función combatir las enfermedades desde dentro del individuo, o por el contrario, podría ser programado para ser un arma biológica, sin duda si este virus existiera, sería de gran ayuda para combatir esta epidemia...- dice Robert entusiasmado.
-Robert, existe. Si eso que hay fuera esta ocasionado por algún virus, apostaría mi vida a que se debe a este.- respondo como si fuera un experto, aunque quizás esté delirando.

En la habitación, hay otra puerta, cogemos los documentos importantes y decidimos seguir con nuestro camino. Esta nos lleva a un callejón. Al salir de este todo está bastante tranquilo, algún que otro muerto caminando a lo lejos. Gracias a nuestra suerte, el resto de nuestro regreso se vuelve tranquilo.

-¿Crees que esto puede arreglarse?- me pregunta Robert, como si yo fuese a saberlo...
-Si es verdad que el humano ha creado esto, entonces será capaz de destruirlo.- le respondo con unas palabras muy convincentes.

Llegamos a casa, todo parece tranquilo.

-¡Lucy, ya estoy en casa!- digo como solía decir cuando volvía de entrenar.

No hay respuesta, Robert y yo llegamos al salón, y encontramos a Lucy a los brazos se un hombre barbudo, vestido con ropa desgarrada y con cara de pocos amigos. En una de sus manos, sujeta un cuchillo, apuntando a Lucy.

-Quietos, o la mataré- dice el hombre con toda normalidad.

Último SusurroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora