Capítulo 5: Sangría

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-¡EH! Suéltala- exclamo nada mas ver a ese hombre.
-Creo que no estás en condiciones de mandarme- dice con una malvada sonrisa mientras me recuerda que tiene a mi hermana como rehén, como si no me hubiera dado cuenta...

Hay que cambiar de estrategia.

-No tienes por que hacerlo, te daremos lo que quieras.- digo con voz de desesperado.
-Creo que empiezas a hablar mi idioma... Dadme vuestras dos mochilas, y las llaves de esta casa, no me apetece saltar por la ventana cada vez que quiera entrar- dice el muy desgraciado.

Robert no dice ni una palabra, es como si supiera lo que hago, pero a la vez desconfiase de ello...

-Ah, y ese revólver, ¿creías que no lo había visto?- continúa la alimaña.

Asiento la cabeza, cuidadosamente saco el arma, alzo mis manos y empiezo a avanzar despacio hacia él para entregársela. Justo cuando extiende su mano para coger el revólver, le agarro y empiezo a retorcer, un juego de manos sencillo para cualquier practicante de artes marciales, mientras, mi mano izquierda, inmediatamente se dirige a su otra mano, con la cual sujetaba el cuchillo. Mi hermana está libre.

-¡Lucy, corre!- le grito -Y tu Robert quédate donde estás.

El barbudo consigue liberar la mano con la que sostiene la pistola que le había entregado. Me aparto tranquilamente.

-Imbécil, ¡os voy a matar a los tres!- dice enfurecido.
-¡Jajajaja!- me río como si estuviera loco- Robert, llevate a Lucy a la habitación, no quiero que vea esto.

De repente suena un 'click' proveniente del desgraciado que sostiene la pistola.

-¿De verdad creías que te daría un arma cargada?- digo mientras me acerco más y más a él- ¡mi turno!

Asesto un puñetazo directo a la cara, con tanta fuerza y furia que me hago daño en los nudillos.

-¡Hijo de puta! ¡Mi nariz, me has roto el tabique!- dice gimoteando de dolor.

Le dejo tiempo para reincorporarse y comienza a intentar pegarme golpes, parecía uno de esos borrachos busca peleas, saco mi cuchillo, y cada vez que le paro un puñetazo, le hago un corte no muy profundo, pero si lo suficiente para que note su sangre correr. Cada golpe que intenta asestarme está mas perdido que el anterior.

Durante 5 minutos el hombre intenta golpearme, todavía aturdido por el golpe en la cara, durante 5 minutos trazo lineas de sangre sobre su cuerpo, tantas que casi no encuentro piel sin rasgar.

Rendido cae de rodillas, suplicando que le mate. Pero se merece algo peor que eso...

Le inmovilizo y comienzo a cortar más piel, cada vez más y más profundo. El hombre grita desesperadamente, rogando una y otra vez que acabe con él.

Suelto al hombre, y me siento en el sofá, mientras veo la sangría que he hecho. El hombre deja de gritar, ha muerto.

Durante quince minutos observo con unos ojos desalmados el cadáver del desgraciado, y en parte me siento bien por haberle hecho eso, pero por otra parte me siento como si fuera un monstruo...

Robert sale de la habitación solo, y al ver la atrocidad que había hecho, dibuja una expresión de horror en su cara.

-¿Le has torturado?- pregunta Robert, aunque sepa la respuesta.
-Soy un asesino...- digo en voz baja.
-Sí, le has matado, ¿pero qué hay de Lucy? A ella le has salvado- dice tratando de consolarme.
-Me pidió que acabara con el, pero preferí hacerle sufrir... Estoy demente, estoy loco...- digo mientras agacho la cabeza.
-Estas loco, Blanco, loco por proteger a Lucy, eso es un problema para la sociedad, pero déjame contarte un secreto: la sociedad ha desaparecido- dice Robert con tono burlesco- vamos, levántate.

Robert me extiende su mano, y me ayuda a levantarme.

-Tengo hambre, no he comido en día y medio, desde que esta mierda empezó- dice como si nada hubiera pasado.

Robert va a la cocina, y prepara huevos fritos, beicon y unas patatas. Hay que acabar primero con los productos que caducan.

Estamos tan hambriento que la comida no dura en el plato ni 5 minutos, bueno, no en el caso de Lucy, la pobre no puede cortar la comida con una sola mano... Le ayudo un poco y enseguida terminamos.

-Tenemos que irnos de este lugar- le digo a Robert de repente.
-¿Por qué?- pregunta Robert extrañado.
-¿Sabes conducir?- digo ignorando la pregunta de Robert.
-Te he hecho una pregunta- me replica molesto.
-Hmmm, no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que esta ciudad cada vez está mas infestada por esos muertos. En esta localidad viven 400.000 personas, a no ser que quieras pelear contra las 400.000 deberías de irte.- respondo orgulloso de mi explicación.
-Sé conducir...- asiente Robert.
-Bien, enfrente de nuestra puerta, hay un Ford gris, es de mi vecino, solo lo usaba para pavonearse y ligar, el caso es que siempre dejaba una copia de las llaves en la guantera. Tenemos que coger ese coche e irnos- digo convencido de lo que hago.
-¿Irnos dónde?- vuelve a preguntar Robert.
-¡Dónde sea, pero que no haya 400.000 muertos que llamen a la puerta de nuestra casa un día de estos!- exclamo

Y así hacemos, cogemos todo lo que necesitamos y lo dejamos en el coche, mientras Lucy nos espera en casa. Vuelvo a por ella, y la llevo en mis brazos, mientras Robert me cubre...

Robert conduce hasta que nos aproximamos a una salida de la ciudad, dejando un horda de cadáveres siguiéndonos, y observamos que está cercada por un alambre de espino, damos un rodeo y toda posible salida de la ciudad está cubierta por vallas altas con alambre de espino. En una de las salidas, encontramos dos centinelas sobre una torre en la vaya.

Nos acercamos con cuidado, tienen pinta de ser del ejército, así que con las manos en alto entregamos nuestras armas.

Último SusurroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora