—¡Alejandro! ¡Hijo de perra! —gritó Andy—, ¡ayúdame!
Andy y Alejandro habían iba a la peña a darse un chapuzón en el mar.
—Oye Andy, cálmate... no soy ningún hijo de poeta...
—¡Dije hijo de perra!
—Eso menos. ¿Para eso me llamas? Disfruto bronceándome aquí, qué quieres. Sube ya, vámonos. Son dos días tratando de subir esa maldita gran roc... —Andy le interrumpió.
—¡Un pulpo, un pulpo!
—Qué hay con los pulpos, hijo de perra...
—¡Acércate al filo!
Alejandro acercóse al filo del risco sobre la gran roca en la que estaban y exclamó:
—Mierda. ¡Un pulpo, un pulpo!
—¡Sácamelo, hijo de perra!
Andy intentaba salir de del mar, sujentándose de una gran roca con las dos manos (llevaba dos días así y medio día con el pulpo ahorcando su muñeca). En el brazo izquierdo tenía al pulpo, que era negro y morado, de tamaño pequeño y con una piel gruesa y áspera -muy áspera-, como una llanta de tractor; Alejandro intentó arrancarlo del brazo de Andy, pero este maldito pulpo estaba muy bien sujetado y cada vez que Alejandro lo intentaba separar de Andy, el pulpo se abrazaba más y él chillaba de dolor porque no podía retorcerse. Andy sabía que si no lo sacaban, habrían secuelas. Pensó en su desgracia: qué chica miraría ahora su blanca bronceada piel blanca de surfista californiano, de qué serviría sus cabellos dorados y ojos azules (en un Perú alienado y acomplejado) si ahora tenía el brazo manchado, cortado, o amputado... solo le quedarían las protituas para fornicar. "Ya basta, piensa positivo", pensó Andy velozmente; probablemente existía la posibilidad de siquiera de salir vivo de esto, ya que, entre tanto forcejeo, Andy no terminaba de salir del agua, estaba, aún, sujetado de alguna gran roca húmeda y resbaladiza con miedo a morir. ¡Infortunio! Habían pasado tres días más desde que la lucha con el pulpo había iniciado.
—A-Alejandro... amigo, ya no me quedan fuerzas.
—Faltan solo catorce metros con cuarenta y siete centímetros para que llegues. No te rindas hermano, puedo seguir muy elástico din romperme.
—Ya no puedo seguir escalando, han pasado tres días desde que estoy a esta distancia de llegar arriba... c-creo que voy a caer.
Alejandro en el infortunio pensó: "Tal vez pueda jalarlo del brazo... de la cabeza del pulpo, sí, eso". Alejandro, feliz de su genio tardío de tres días, que era casi una hazaña: agradeció a Dios.
—Andy, oye, escúchame.
Andy agonizante y de lánguido mover, respondió:
—Qué, acá estoy. Solo estoy muy cansado. No sé si se me cierran los ojos por sueño o porque me voy a desmayar.
—Eso es gracioso, hermanito, ja, ja.
—Sí... ja—hubo tos—, j-ja.
—Mhh.
—Meh.
—Oh, oh, oh, oh.
—Zas.
—As.
—Equis.
—Eme.
—Alejo, hermano, ¿me sacas de acá?—dijo Andy débilmente—. Es que estoy muy cansado y las olas vienen azotándome hace tres días contra esta gran roca y creo que tengo el pecho roto.
Era un hecho, Andy tenía el pecho destrozado. Estaba casi negro, era su caja torácica, huesos rotos e incrustados en sus jóvenes pulmones llenos de alquitrán.
—Oh... por eso creo que no puedes respirar —respondió Alejandro—. No te preocupes, tengo un plan. Vas a salir de esta con vida.
Alejandro estiró su brazo los catorce metros de distancia a que se encontraba Andy y tomó fuertemente al pulpo de la cabeza y jaló.
—¡Está saliendo, hijo de perra! —gritaba alegremente Andy mientras recuperaba vida.
"No te sueltes maldita pulpo, no te sueles maldito pulpo, no te sueltes maldito pulpo", pensó Alejandro.
—Salió —dijo susurrante Andy.
"Mierda.", pensó Alejandro mientras fue empujado hacia atrás por su propia fuerza.
Vino una ola, la más grande de todas hacía tres; la gran ola golpeó a Andy.
—¡Salió, salió! —gritaba Andy mientras caía. Cayó sobre una roca más pequeña y se durmió durante mucho, boca arriba, bajo el agua y se durmió; jamás volvió a saber nada de Alejandro o algún otro conocido cuando despertó, todo parecía un sueño aún... o una pesadilla tal vez, porque tenía el mismo pulpo en el brazo izquierdo.
"¡Maldita sea! ¡¿Por qué?! ¡Putamadre!", pensó rabiosamente hasta que le doliese la cabeza.
Caminó toda la orilla renegando hasta que llegó casi al final de la playa, dónde había una ballena muerta ahí, la rodeó y al otro lado había una adolescente que recientemente había conocido el sexo: tenía las manos entre las piernas, estaba en bikini y estaba dándole la espada Andy.
Ella gemía. Andy la veía con gran placer y sorpresa, a él le gustaba el lugar. Fue cuando por si izquierda llegó una señora de edad adulta. Él observando a escondidas escuchaba que hablaban, y cuando terminaron de hablar, la adolescente se deslizó hacia abajo por el cuerpo de la señora, empezando por los senos y terminando en su flor. ¡Andy se excitó an más! Él empezó con el onanismo apoyándose sobre la ballena muerta cuando se quedó dormido otra vez con una gran erección. Al momento de despertar, Andy tenía al pulpo envolviendo su pene erecto, el rubio se frustró cuando por atrás apareció de él, como si de la bellaca saliese, apareció un hombre:
—Hey, a mí me pasó lo mismo, mira...—Andy no dijo nada, solo observaba desairado al hombre y su erección (con el pulpo envolviendo)—, tienen que amputarte eso...
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Cosas de un Tórrido Verano / Tórrido Verano 2017
PoesíaPoemas y poesía hecha durante un caluroso y destructivo verano 2017. Son tiempos de desamparo, escasez y pérdidas. Existo con independencia, independencia emocional; no es del todo buena, hay falta de control. Descontroles.