Fuegos artificiales

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Era un lugar sombrío, alejado, y nublado. Era un lugar donde llegaban todos los que se perdían. Las calles estaban un poco descuidadas, y casi siempre -por no decir siempre- era de noche.
En los parques siempre había gente; el serenazgo usualmente estaba en bicicleta merodeando, cuidando, vigilando. Siempre estaba resolviendo las dudas de la gente porque no era fácil ubicarse; las calles tenían nombres como "Nooh", "Jhaa" o "Nozz". Lucía como un valle urbanizado; cerros a la distancia rodeaban la ciudad, distrito, urbanización, pueblo, alucinación o lo que fuera...
Decidí caminar -bajo la noche en medio de la pista con casas sombrías a la derecha e izquierda de mí- sin rumbo alguno después de no haber preguntado al serenazgo como llegaba a alguna avenida principal. No pregunté porque sentía que no debía conocer a nadie ahí.
Seguí caminando, todo parecía una odisea, solamente parecía... fue cuando con la cabeza gacha vi charco de agua empozada; en su reflejo del cielo estrellado observé dos estrellas fugaces que cruzaban estelas -¡levanté la mirada confundidamente feliz!-, formando una equis en el cielo.
Decidí pedir un deseo por cada una: "deseo poder ser feliz", sonreí; deseé una segunda vez: "deseo que todo me salga bien".
Las seguí observando, no eran cuerpos espaciales y estaban más cerca de lo que creí. Eran fuegos artificiales y uno estaba por descender muy cerca de donde yo estaba; cayó y hubo una leve explosión; cuando volteé, lo que había eran botellas de tequila, vodka, pisco entre otros tragos que los guardé en la mochila que llevaba cargada en la espalda. El segundo fuego artificial caído, fue en una calle paralela a la que estaba, divisé mágicamente su colocación en aquel sombrío espacio. Caminé hasta allá, di con un parque, y como ya era de saber, en estos siempre había gente; el lugar donde había caído el segundo fuego artificial, estaba lleno de caramelos de todos los tamaños, colores y sabores. También lo guardé en mi mochila mientras tres hombres con gorra estaban sentados bajo un árbol... observando fuertemente, tanto que podía sentir el peso de sus miradas, su respiración y el grosor de sus labios. Tomé todo lo que me pareció que debía tomar esperando que alguien se acerqué para ser amistoso, ¡y sentía que se acercaban!, pero no había nadie cuando volteaba, me apresuré.
Guardada lo que había caído del cielo porque sabía que lo necesitaría, ya que el camino de regreso a casa sería largo... Después, desperté.

Cosas de un Tórrido Verano / Tórrido Verano 2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora