CAPITULO 7

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CALDEO

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CALDEO


Un hilo de sudor atraviesa sobre un lado de mi ojo derecho cerrado, haciéndose camino por mi rostro transpirado a mis labios y con que su salinidad prueben ellos.

Pero, no dejo que eso me desconcentre, desde mi postura en el centro del campo de cañaveral.

Silencio.

Mucho, pero mucho silencio.

Solo el sonido del suave roce de los altos cañaverales que me rodea, meciéndose al compás y entre sí, por el cálido y suave viento, agolpa mis sentidos bajo el sol africano despejado y limpio sobre este campo.

Nada más.

Mi entorno silencioso, es tranquilidad y reposo.

Mi hábitat desde que nací.

Refugiándome en él, cuando lo necesitaba.

<< No hables, Caldeo... >> Me decía Lála.

Y como ahora, ese silencio me protege.

Y me enseña...

Como mis maestros.

Los sentidos.

A la espera y alerta.

Concentrado desde mi lugar, sin ningún movimiento.

Estático.

Pero en posición con mis piernas a medio flexionar y el filo de mi sable entre mi manos, siendo una extensión mía cruzando su duro y filoso acero, frente a mí.

Y...parte de mí.

Una última respiración interna concentrado doy, empuñando más mi arma entre mis manos.

Cuando, todo comienza y abro mis ojos...

Sobre movimientos y como si cuatro aguas de Moisés se abrieran de los tupidos cañaverales, marcando los puntos cardinales a mi alrededor.

Constantine ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora