Cap. 1

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13 de Abril, 2017

Estaba pensativa observando a través de la sucia ventana. Llevaba las piernas apretadas contra el pecho mientras las abrazaba con fuerza blanqueciendo sus nudillos. Se había levantado a altas horas de la madrugada sin poder conciliar el sueño y a decir verdad no lo haría nuevamente. Apenas amaneciendo el cielo se pintaba de tonos grisáceos advirtiéndole de una posible lluvia, sólo esperaba no fuera torrencial para que le permitiera la llegada a su trabajo.

Y suspiró.

Girando entre sus dedos, se cuestionó con rencor, qué haría al recibir su primer aviso de desalojo.

Sintió perder la razón y sus ojos cristalizarse.

Trabajaba y mucho para hacer una mujer de veintiséis años, pero al ser la única entrada en casa no le bastaba sus dos empleos. Concurría en pensar en un tercero pero el cansancio, su agotamiento físico y los constantes malestares que desarrollaba al no pensar en su salud le retenían.

No daba más. No podía sola. No ahora ni nunca.

Refregó sus ojos intentando apaciguar el llanto.

Le tentaba el deseo de ceder, tirar la toalla y enviar todo al demonio. Entonces lo recordaba, tan pálido y perdido como el primer día que ingresó al hospital; y lo hacía, recogía una por una y en pedazos las pocas fuerzas que daba y seguía adelante.
Pero era difícil y aún más con un alcohólico padre que no se volvió más que una carga desde su desempleo y la pérdida de su esposa. Lo compadecía, honestamente, pero a la vez le encolerizaba el hecho de que ni por su pequeño hijo, quien deliraba a causa de la leucemia, quiso salir adelante.

No podía más.

Apoyó su cabeza sobre un puño recordando todas las facturas, deudas atrasadas y la bendita hipoteca que debía pagar. Estiraba su salario todo lo que podía pero ni extendiéndola aún más le darían tregua.
Llegó al punto de romper su propio celular al no soportar los constantes mansajes, notas de voz y llamadas perdidas que recibía a diario.
Inició con odiar el timbre de llamada para luego detestar el aparato en sí y en su arranque de ira terminó por estamparlo contra la metálica puerta cayendo este en pedazos. Y nunca había agradecido tanto el silencio.

Pero llegaban en papel. En un frío e insensible papel que aunque deseaba romperlos, volverlos cenizas y dejar que se los llevara el viento le daban motivo de forma cínica, porque al ver aquellos dígitos amontonados le hacían pensar en él y por él  no se detendría.




Bastoneó con ligereza el pasillo guiándose por el eco del sonido que producía el golpe. Llevaba la muñeca libre alzada tanteando la rústica pared mientras meneaba de un lado a otro sus ojos en su curiosa mirada.
Había quedado en encontrarse con su madre en la floristería que ella utilizaba en un estilo de pasatiempo.

-¿Ethan?- sintió el roce de unos dedos en sus yemas seguido de un firme agarre -cariño ¿Por qué no avisaste que habías llegado?

-Ya llegué- susurró canturrón sonriendo hacia donde provenía la voz de su madre. Sintió  sus uñas enterrarse en el dorso de su mano -¡Autch!¿Y eso por qué?

-Para que sigas de gracioso.

-Estoy ciego mamá, ¿Que más me queda sino un casi intacto sentido del humor?

Sintió aire exhalado en su barbilla al escuchar a Helen suspirar.  Recordó.

Había transcurrido un año desde aquel doloroso incidente en su vida. Un año donde perdió su futuro, su carrera y como él consideraba su vida.
El estar ciego le era cuán difícil como a su vez aceptarlo aún después de doce meses. No negaba el hecho de que mantuvo esperanzas de recuperar su vista en los meses consiguientes pero con el paso de los días estos se tornaron absurdos y estúpidos. No volvería a ver, al menos no por sus propios ojos, lo que lo volvió tan testarudo en convencerse que si no serían por ellos no lo haría a través de otros.
Se esperanzó, sí, luego del primer y último intento de cirugía pero con córneas destrozadas, retinas irreparables y sus insensibles nervios no quiso someterse a otro descartando por completo un donante. No soportaría ver de nuevo a través de ojos ajenos.
Fueron meses de peleas y discusiones en casa. Johan no aceptaba que su hijo se opusiera ante aquella oportunidad, él podría recuperar su vista, su vida, su carrera, su futuro pero le era de una insensatez sobre racional que no aceptara esa opción. 

Your Voice For My Eyes ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora