{01}

962 51 11
                                    

CAPÍTULO UNO
   LA VERDADERA PESADILLA

CAPÍTULO UNO   LA VERDADERA PESADILLA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Todo pasó muy rápido. Una mañana desperté para ver que el mundo que conocía no existía más. Bastaron un par de días para que el desastre se apoderara de la ciudad. Al inicio solo se trataba de noticias raras y poco creíbles en la televisión y en la radio. ¿La causa? Los muertos dominaban las calles. Fue como si un día hubieran decidido levantarse de sus tumbas y comenzar a caminar llevando caos y muerte a donde fueran. La situación se volvió crítica, la infección se propagó extremadamente rápido. Algunos optaron por permanecer en sus hogares, otros se dirigieron a sitios con seguridad especializada.

Tenía once años cuando los vi por primera vez a través de la ventana del coche; todos ellos pálidos, con ojos hundidos, pupilas decoloradas y cuerpos en evidente estado de descomposición.

–Logan... tengo miedo.

–No te preocupes, pequeña. Vamos a estar bien –la sonrisa de mi hermano mayor era cálida pero sus ojos reflejaban el mismo temor que yo sentía.

Solía vivir en el condado de Georgia con mi familia pero pronto tomamos la decisión de movernos, queríamos unirnos a alguna comunidad donde pudiéramos estar más seguros pero no llegamos demasiado lejos, las carreteras estaban paralizadas y la gente aterrada.

El tráfico dejó de avanzar horas atrás, no podía soportar más tiempo dentro del auto así que bajé a observar desde lejos la batalla que se llevaba a cabo en la ciudad, donde reinaban las explosiones, el fuego y los gritos. Una chica recargada contra su camioneta y con la mirada perdida en el suelo llamó mi atención.

–Parece imposible, ¿no? Todo lo que está pasando –dije situándome a su lado.

–¿Qué?

–Bueno, ya sabes, los muertos vivientes y eso.

–No, yo... no te vi venir. Pero sí, es horrible.

–Mi nombre es Min.

–Soy Lydia.

–No sé qué vamos a hacer, a estas alturas ningún refugio aceptará más personas –solté desanimada–. Y aunque no fuera así jamás llegaríamos con este atasque.

–Hay otras alternativas, supongo.

–¿A qué te refieres? –hice una mueca inquisitiva, ella se encogió de hombros.

–No sé, como campamentos o algo así.

–¡Qué gran idea! Deberíamos formar uno.

–¿Bromeas?

–¿Por qué lo haría?

Encontramos otros supervivientes y con ellos establecimos un campamento a las afueras de la ciudad. Lo ubicamos a la intemperie, rodeado por varios árboles y arbustos. La idea funcionó por tres años, durante ese tiempo aprendí a usar el arco y adquirí una habilidad destacable para curar heridas. Todo iba bien hasta mi decimocuarto cumpleaños, sabíamos que lo era porque conservábamos un viejo calendario.

Hasta que los Muertos nos Separen ▸ Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora