No hay nada más espeluznante que una muñeca cobrando vida en medio de la noche, acechándote mientras duermes y recitando palabras sin sentido.
Cuando tu madre trae a una casita de muñecas de una venta de garaje y la deja en tu habitación para que a...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ni la mayor, ni la menor. Ni la más bella, ni la más inteligente. Ni la más devota, ni la más descarriada. Eso soy, un ente más que camina de un lado para el otro, sin destacar en nada, sin ser la mejor en nada.
He de admitir que he hecho lo que está a mi alcance para hacer felices a mis padres, para encajar en mi perfecta familia. Asisto cada domingo a la iglesia, sin falta, para demostrar mi devoción a Dios, siempre ataviada de vestimentas recatadas y una sonrisa en mis labios, naturalmente rosas.
Más no es suficiente, nunca lo es. Las personas siempre parecen esperar más, siento sus miradas en mí, como si fuera una pecadora. Estoy cansada, cansada de ser para complacer, totalmente abnegada e aparentemente inconsciente sobre mí misma.
No lo entiendo, a lo largo de los últimos días, algo quiere revelarse en mi corazón. Empezó como un calor latente y se convirtió en una fiera llamarada en busca de una salida.
Quiero más, necesito más.
No soy perfecta.
Debo serlo.
Sino, la vida no vale la pena.
Está a mi alcance.
Solo debo buscarlo, sin desistir.
Seré el ente más perfecto, más bello, más mortal y si eso implica vender mi alma.
Pues que así sea.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
