Capítulo 4:

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Subió las escaleras y se metió en el baño. Cerró la puerta y la bloqueó, para que nadie pudiera entrar. Se sentó en el suelo del  baño y abrió la cremallera de su mochila. Sacó su estuche, lo abrió y de alli sacó una pequeña, pero destructiva, cuchilla. Bueno, no era el mejor sitio para tenerla, pero el único en que se le ocurría que no la encontrarían. Se quedó allí, con las piernas cruzadas y jugueteando con la cuchilla entre los dedos, por lo que le parecieron horas. Estuvo mirándola, hasta que pareció haberse perdido en ella. De repente fue como si hubiera despertado. Se subió las mangas del chaleco, más que nada era la costumbre ya que ella era diestra y nunca se había herido el brazo derecho.

Un pequeño corte primero, que se abra camino. Uno un poco más profundo aquí, para liberar tensiones. Otro un poco más largo aquí, por todo ese dolor que llevaba dentro. Una lágrima sobre el primero, para recordar lo que es sentir. Otro que recorra desde la muñeca hasta la mitad del antebrazo, para recordarle que sigue viva. Otro, simplemente por el hecho de necesitarlo. Otro como recordatorio lo de inútil que es.  Otro para que los demás no estuvieran demasiado solos. Uno más para que no se le olvide que no le importa a nadie. Otro, otro... otro solo por el hecho de merecer el dolor. Otro para convencerse de que solo ella puede hacerse daño, y no los demás. Aunque, pensándolo bien, si estaba allí, sentada en el suelo del cuarto de baño, con la puerta bloqueada, y el brazo... destrozado, por llamarlo de alguna manera, era porque sabía que lo que los demás decían le afectaba, demasiado, pero ella  era así.

Escuchó la puerta abrirse y se lavó rápido el brazo, con agua fría, para cortar la sangre que le recorría el brazo. Se bajó las mangas después de haberse secado los brazos y salió del baño como si allí no hubiese pasado nada. Se dirigió hacia su habitación y cerró la puerta tras ella. Había pasado una hora desde que había llegado del colegio, pero se suponía que no debería de volver hasta dentro de media hora. Mierda. También se suponía que sus padres iban a volver en cuarentaicinco minutos. No podían ser sus padres entonces. Entonces escuchó que alguien la llamaba desde el piso de abajo.

-¡Hope! ¿Estás ahí arriba?- Era su hermano, Josh, quien la llamaba.

-Sí Josh, estoy aquí. ¿Qué pasa?- Dijo abriendo la puerta y asomándose al pasillo.

-Eso deberia de preguntarlo yo, ¿no te parece?- Por su tono, se podría decir que estaba un poco cabreado.

-¿Tú por qué Josh?- Empezó a bajar las escaleras y fue hacia la sala de estar, donde se encontraba Josh.

-Porque te has ido del colegio dos horas antes de tiempo, ¿te parece poco? ¿Qué te pasa Hope, por qué te has ido así?- Josh la miraba directamente a los ojos, y Hope no tenía fuerzas para aguantarle la mirada, así que miraba al suelo.

-No me pasa nada Josh, sólo me encuentro un poco mal, no es importante.- Dijo sin quitar la mirada del borde de la alfombra.

-Es tan importante como tu quieras que sea.- Y diciendo esto Josh le agarró el antebrazo para acariciárselo,  pero ella lo apartó rapidamente, haciendo una mueca de dolor. Josh se dio cuenta de ello.

-Hope no, no, por favor dime que no, dime que no lo has hecho otra vez. ¡Dímelo!- Gritó Josh y se levantó del sofá de un salto, tirando de Hope hacia él.- Hope, hermanita, por favor, dime que no, dímelo por favor.- Esta vez le suplicó, agachándose hasta quedar a la altura de sus ojos.

-No Josh, no puedo decirtelo.- Se le quebró la voz y dejó de hablar, dejó de mirarlo, dejó de hacer que su cuerpo sostuviera su peso, se dejó caer en él.

-¿Por qué Hope, por qué cojones lo has hecho? Me prometiste que no volverías a hacerlo.- Dijo mientras luchaba contra su propia voluntad para que las lágrimas no se le escaparan de los ojos.

-Já, ¿y de verdad que te lo creiste?- Una mueca macabra jugueteó en sus labios mientras decía esto y miraba a su hermano con una mezcla de rabia e impotencia en los ojos.

-Claro que me lo creí, creía que por lo menos intentarías salir de toda esa mierda.- Y entonces las lágrimas corrieron por sus mejillas, por las de los dos.

-¿Y en que momento pensaste que podría hacer esto sola? ¿Eh?- Le preguntó con rabia en su voz.

-Yo... ¿Y Marina? Ella podría haberte ayudado.- Sus ojos brillaban por las lágrimas.

-¿Marina? ¿Te refieres a la Marina que me dejó tirada hace casi dos años porque no era lo suficientemente "guay" para que me vieran con ella?- Ahora sí que era la rabia la que hablaba por ella.

-Podrías habermelo dicho a mi, podría haber intentado ayudarte.- Había bajado el tono de su voz considerablemente.

-¿Ah sí? ¿Y qué querías que te hubiera dicho? "Oye, mira Josh, que me siento como una auténtica mierda y eso, que voy a ir arriba a cortarme las muñecas, o lo primero que pille, ¿quieres intentar determe o algo parecido?" No creo que quisieras escuchar eso.-

-Y yo no creo que hubieras dicho eso.-

-Pues te equivocas. No voy a pedir ayuda y lo sabes. Si de verdad hubieras querido ayudarme lo habrías hecho sin que yo te hubiera dicho nada al respecto. Me habrías preguntado cuando me hubieras visto mal, habrías estado ahí. ¿Pero lo estuviste? Oh no, yo creo que no. ¿Quién estuvo ahí conmigo cuando no dormía por culpa de las pesadillas? ¿Y cuando me pasaba días enteros sin probar un bocado? Nadie, absolutamente nadie. ¿Y sabes quién está ahora? Nadie. Y nadie estará nunca. Nunca.- Y diciendo esto se levantó del sofá y subió corriendo las escaleras.

-Nunca, nunca me has dejado ayudarte.- Susurró Josh mientras se derrumbaba en el sofá.

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Heeeeeeeeeeeeey.

Vale, ya sé que es mucho pedir pero tengo que encontrar alguna manera de saber si os está gustando la novela y si debo seguirla o no. Pues eso, hasta que no llegue a 50 leídos y 10 likes no subiré más capítulos.

Bye bbys, luuuuuuuv.- Lu

Don't forget where you belong.// lp. {PAUSADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora