Capítulo 1:

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Inglaterra. Wolverhampton. La planta de arriba de una pequeña casa, al final de una calle poco conocida.  Hope estaba tumbada bocarriba en la cama, mirando al techo, sin mirar a ningún sitio al mismo tiempo. Echó un rápido vistazo a su cama cuando escuchó pasos en la escalera. Nada, no había pruebas. Se tiró de las mangas de la camiseta del pijama hacia abajo, asegurándose de que estas cubrían sus muñecas. Su madre llamó a la puerta e instantes después la abrió y entró, sin, ni si quiera, dar tiempo a Hope a invitarla a entrar. Esta se sentó en el borde de la cama y esperó. Su madre era una mujer joven, trabajadora, incomprensiva e incluso un poco egoísta. Siempre iba vestida como si de un momento a otro un grupo de periodistas y cámaras fueran a entrar por la puerta. Todo lo contrario que su hija.

-Buenos días.- Dijo su madre, Marie, mientras subía la persiana y abría la ventana, dejando entrar el aire de una mañana de invierno, y sin ni siquiera dirigirle una mirada a su hija.

-Buenos días, mamá.- Dijo, sin ninguna emoción en su voz, estaba demasiado acostumbrada a la indiferencia de su madre hacia ella. Y, además, había aprendido a esconder las emociones de su voz.

-El desayuno está en la mesa, rápido que vas a llegar tarde.- Dijo mientras se apoyaba en el marco de la puerta y por primera vez desde que había entrado en el cuarto miraba a su hija directamente.

-No tengo hambre.- Le respondió mientras centraba su atención en el armario. Tenían esta conversación todas las mañana desde hacía unos meses, cuando sus padres "descubrieron" sus problemas con la comida.

-Ya nunca tienes hambre, hija...- Se notaba una pizca de tristeza en la voz de su madre, quizás algo de compasión, que fue como un susurro.

-Ese no es tu problema.- Le contestó, aunque cuando Marie ya había cerrado la puerta de la habitación. 

Se volvió hacia el armario y se centró en él de nuevo. Sacó unos vaqueros negros y un chaleco muy ancho, lo suficiente para esconder el cuerpo con el que no estaba nada satisfecha, del mismo color. Una camiseta gris de manga larga, y unas botas de motos, también negras. Bajó los escalones despacio, sabiendo lo que venía a continuación. Otra discusión más para añadir a su colección de peleas con sus padres. Una que se repetía todos los días, varias veces además.

-Buenos días.- Dijo Hope entrando por la puerta de la cocina. Sus padres se giraron para mirarla y su hermano mayor se levantó de la mesa y al pasar junto a ella se susurró:

-Buena suerte hermanita, hasta luego.- ella contestó también en un susurro, casi inaudible.- Hasta luego, Josh.

-¿Otra vez te has puesto uno de tus chalecos gigantes?- Preguntó su padre mirándola directamente.

-Sí, papá.- Contestó sin ninguna expresión en su rostro que delatara como se sentía al tener esta conversación una vez más.

-¿No tienes otro color en el armario, hija? Y ya sabes que no me gustan nada esas botas.- Preguntó entonces su padre, Michael, con una pizca de agotamiento visible en su mirada.

-Llevo una camiseta gris. Y a mi si me gustan estas botas.- Dijo mientras de daba la vuelta para irse.

-¿No desayunas?- Preguntaron desde la cocina.

-Comeré algo en el colegio.- Mintió.- Adiós papá, adiós mamá.

Caminó calle abajo, con la mirada clavada en la acera. Escuchaba los coches pasar vertiginosamente cerca, pero eso no le hizo dudar de ningún paso que daba, no les daban miedo. Llegó al colegio dos minutos antes de que cerraran las puertas. Entró, recorrió el largo pasillo de baldosas blancas y amarillas y subió las escaleras en dirección a su clase. Aula 13, también conocida como el infierno. Cuando abrió la puerta todo el mundo se calló, aunque cuando descubrieron  quien era siguieron con los murmullos. Hope pensaba, no, no pensaba, estaba segura, de que esos murmullos estaban dirigidos hacia ella y, seguramente, esa idea estaba alimentada por sus más profundas inseguridades.

Anduvo por la clase hasta llegar a su asiento, al lado estaba ya sentada su compañera de sitio. Soltó su mochila con un golpe y se sentó, relajando un poco la espalda. Anne la saludó, y ella le devolvió el saludo. Era lo máximo que se hablarían en todo el día, por suerte o por desgracia, Hope no estaba segura. El profesor entró en la clase e, involuntariamente, hizo que todos los allí presentes callaran.

-Buenos días a todos.- Les saludó el Señor Brown.

-Buenos días profesor.- Contestaron todos a coro, menos Hope, que no se sentía con ánimos de ese tipo de tonterías.  

Lo único en lo que Hope podía pensar en esos momentos era en que ese sería el último día del primer trimestre de clases. Último día. Último día. Último día. La misma frase le rondaba la cabeza una y otra vez. Ni podía ni quería concentrarse en lo que fuera que estuviera diciendo su profesor en ese momento, estaba demasiado concentrada en no quedarse dormida encima de su mesa.

Notó que alguien le daba unos golpecitos en el hombro y Hope soltó un ruido más parecido al de un animal que al de una persona. Giró la cabeza muy despacio y se encontró con la cara de Anne peligrosamente cerca. Dio un respingo y se puso derecha en un segundo.

-No quería que te asustaras pero llevabas un rato dormida y el Señor Brown iba a empezar a sospechar.- Dijo Anne con un sonrisa. Falsa, seguro que una sonrisa falsa, pensó Hope.

-¿Me he quedado dormida?- Preguntó Hope con voz baja y el sueño todavía presente en sus ojos.

-Sí, pero sólo ha sido durante un rato, la clase está a punto de acabar.- Le contestó, y esa sonrisa seguía en su cara.

-Oh, bueno, gracias.- Hope no sabía que contestar.

-De nada.- Y entonces la sonrisa de Anne creció y Hope se estremeció.

La clase terminó, y así pasó la mitad de la mañana, hasta la hora del descanso. Recogió sus cosas y salió de aquella aula para dirigirse a la cafetería del colegio. El día se le estaba haciendo muy largo, a pesar de ser el último y, supuestamente, en en que no hacían nada que tuviera que ver con atender en clase o prestar atención, ni que tuvieran que estudiar después.

Don't forget where you belong.// lp. {PAUSADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora