capitulo 2

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Pensé que iba a aguantar pero no. Ni bien las puertas del ascensor se abrieron, corrí al baño y me desahogué. Jamás en mi vida me había sentido tan mal y no era la primera vez que las náuseas me jugaban una mala pasada. Hasta llegué a pensar que el bebé estaba celoso de que salía con otro hombre que no fuera su padre. Pero en realidad eso fue más mi mentalidad que el simple hecho de que mi bebé lo generara.
Varios minutos después salí mucho mejor y allí estaba Alfonso. Su rostro no expresaba más que preocupación y estaba tenso. Muy tenso. Me gustó verlo serio, hasta le daba un toque de sensualidad y las hormonas revolotearon en mi interior. Sentí la dureza de mis senos, ya habían cambiado desde el embarazo y ahora dolían ¡Dios, dolían mucho! Tragué aire y caminé hacia él disimulando normalidad.
Después de convencerlo de que estaba bien, nos fuimos a cenar.

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Casi se me descoloca la mandíbula del rostro al ingresar al restaurante. La belleza que emanaba aquel lugar, jamás la había visto ni percibido. Se llama "La Cuerva" y su toque tradicional lo hace más acogedor y hogareño. Se encuentra en el barrio de Palermo, de los más hermosos de Buenos Aires.
Nos adentramos sin percatar que la mano de Alfonso se posó en mi espalda y tomamos asiento en una de las mesas que presidía en la terraza de ahí.

- Este fue el primer lugar que visité cuando vine por primera vez aquí. - informa Alfonso.

Sin dejarlo de escuchar, saco mi cámara de mi bolso y capturo la belleza que se me planta enfrente: el cielo estrellado con la luna radiante y las pequeñas luces de colores que adornan la terraza. Percibo una risa de Alfonso. No digo nada, sigo contemplando el lugar.

-¿Eres fotógrafa? - Supongo que la pregunta es por la cámara que llevo. Es profesional pero jamás en mi vida tomé un curso de fotografía, aunque pensándolo debería considerarlo.

Niego con la cabeza. - Simplemente me gusta capturar los momentos y luego tenerlos de recuerdos. - sonrío. - En realidad soy actriz. Bueno, actriz frustrada. - se me escapa una risita. Mejor reír que llorar.

- ¿Nunca tuviste la oportunidad de ejercer la profesión? - me pregunta interesado.

Dejo unas mechas de mi pelo detrás de mi oreja y bajo la mirada. - Más bien yo no quise darme la oportunidad. Fue un acto de rebeldía al haber estudiado actuación.  - digo y me siento un poco avergonzada al haber dicho eso. Puedo sentir que Alfonso me busca con la mirada y con lentitud, clavo mis ojos celestes en él. - Cuando tus padres te imponen reglas y obligaciones y tú no las quieres cumplir. Es eso. - intento explicar algo tan brevemente como mi historia de vida.

Él asiente. - Pero supongo que si elegiste estudiar actuación es porque algo, aunque sea pequeño, te llamaba la atención de eso ¿no? - alza una ceja y se ve demasiado sexy.

Alzo mis hombros sin saber. Más bien, lo sé. Me recrimino por ser tan valiente.

- Eres muy tímida. - Escupe, de repente.

Frunzo el ceño, no entiendo.

- Eres muy tímida para ser actriz. - explica su dicho.

- No todos los que estudiamos actuación somos extrovertidos. - me defiendo.

Se le escapa una carcajada y cuando debería estar enojada por reírse de mí, sólo sonrío y observo su rostro relajado y atrapado a la risa.

Después de eso, pedimos la cena. Decidimos elegir asado con papas fritas y ensalada rusa. El famoso asado, dije por dentro. Sentí curiosidad cuando lo pusieron sobre la mesa, olía bastante bien y la panza comenzó a rugirme. El bebé también tiene hambre.

-Aquí en Argentina cuando te sirven el asado, siempre le dan un aplauso al asador. El asado es una comida tradicional que más se asocia con un almuerzo de domingo en compañía de la familia. - me cuenta Alfonso mientras le doy el primer bocado a mi plato.

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