Capítulo 7

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Suave y tibia. Tranquila y paciente. Silenciosa y amigable. Mis pies estaban sumergidos en el agua mientras observaba el más allá del mar. Me preguntaba cuál era su final mientras el viento hacía bailar a mi cabello y acariciaba mi piel bronceada. Aire fresco, puro. No sé cuánto tiempo pasó pero mis pies estaban clavados en la arena y hacía rato que eran bañados por el agua salada. La plenitud corría mis venas y estaba enfrascada de tanta paz.
De lo lejos, apenas se visualizaba una nube gris, chiquita, casi invisible. No me preocupé. Seguía disfrutando de este momento, de todo lo que estaba sintiendo. Pero poco a poco esa nube que era invisible, se acercaba más y más. Intenté caminar hacia atrás pero mis pies no reaccionaban. La desesperación ya estaba presente en mí. Con toda la fuerza que podía hacer, no bastaba. No podía irme, no podía correr y la nube cada vez se hacia más grande, más oscura.
Sentía las lágrimas caer en mis mejillas y me ahogaba de tanto miedo. Gritaba y nadie me oía. Ni yo misma podía. De repente la oscuridad se presentó ante mis ojos y se fijó en mí. Aquella plenitud que lleguè a sentir, desapareció. Y la oscuridad me comió.

Desperté y sentí lo agrio en mi garganta. Sin pensarlo, salté a correr al baño y vomité absolutamente todo. Después de un rato, puedo respirar. Pensé por un momento que me iba a ahogar. Me siento al lado del inodoro para relajarme. Estoy un poco mareada y necesito mis pastillas. Malo bebé. Gruño por dentro.
Miro a mi alrededor mientras rasco mi cabeza ¿Qué fue ese sueño? O más bien, esa pesadilla. Parecía tan real. Suspiro y de la nada, 3 golpes se hacen en la puerta. Me asusto y la voz de Alfonso se cuela en la habitación.

- Annie ¿Estás bien? - pregunta.

Mis ojos buscan en mi alrededor una escapatoria. Alfonso. Y todos los recuerdos caen de golpe en mi mente. Por dios. Me acosté con él. Tengo la boca seca y no puedo hablar. Otro golpe se hace oir.

¡Mierda!

- Eh... Ahora salgo. - Apenas digo y me paro en seco pero otro mareo llega.

¡Oh por dios! Otra vez no. Y nuevamente me lancé al inodoro.
Quiero reaccionar pero este bebé se empeña en llevarme a desahogar en el inodoro.
Ya no oigo golpes y por dentro agradezco. Pero eso dura un segundo cuando la puerta se abre. Nada podría ser peor ¿O sí?

- ¿Estás bien? ¿Por qué estás vomitando? - Pregunta al verme tirada al lado del inodoro, despeinada y con un olor nauseabundo. - Annie... - susurra y se agacha frente a mí.

- Me siento mal. - suspiro y los mareos continúan.

- ¿Te duele algo? Llamo a un médico. - Dice e intenta levantarse pero lo detengo.

- ¡No! - grito agitada. - No hace falta. - Digo.

- Pero estás vomitando y... ¡pálida! - Su voz preocupante me hace sentir peor.

Niego con la cabeza. - Estoy... La comida de ayer... - murmuro.

Frunce el ceño. - No pensé que comerme te hiciera sentir tan mal. - Bromea.

Lo miro de repente. - No es gracioso. - digo.

Él se ríe y me contagia. - Bueno, espero no ser yo quien te cause vómitos. - ríe aún más.

Si supieras que es una personita creciendo en mi interior...

Suspiro exhausta.

- ¿Segura que no quieres que llame a un médico? Me preocupas. - Dice acariciando suavemente mi mejilla.

- No... Sólo tengo que tomar unas pastillas y estaré bien. ¿Me ayudas? - le pregunto.

Me sonríe y en un segundo estoy en sus brazos. Cierro los ojos rápidos antes de que los mareos vuelvan y me acurruco en él. Que tan bien se siente estar en sus brazos, pienso. El trayecto del baño a la cama lo aprovecho de sentir su piel desnuda y oler el perfume que destila su cuerpo. Es embriagador.

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