Capítulo 6

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En cuanto salí de mi habitación él estaba nuevamente con su impecable apariencia de empresario tomando un café, al verme se levantó y caminó a mi encuentro, me dio un beso en la mejilla y me sujetó de la mano caminando hacia la mesa del balcón, donde estaba un café para mí.

—¿Cómo dormiste, Fabiola? —Me dedicó una hermosa sonrisa.

Dios mío, pero este hombre es perfecto aun desvelado, esa sonrisa y, sobre todo, esa mirada que me pone de rodillas, ¡no lo resisto!

—Bien, Leonardo, gracias, espero que tú también hayas logrado descansar algo, ¿qué tenemos para hoy? Recuerda que aquí no lo tengo todo controlado como en tu oficina —dije dando un sorbo a mi café para no irme encima de él y besarlo como me estaba provocando.

—Nos reuniremos con los Santamaría para cerrar el trato. —Me acercó una carpeta con documentos—. Estos son los temas y propuestas a tratar con ellos, léelos bien y aquí tienes la laptop.

Terminamos de tomar nuestro café y salimos de la suite, al llegar al ascensor nos miramos y ambos reímos.

—Esto no ha terminado aún, Fabiola, en cuanto salgamos de la reunión te daré una sorpresa. —Me dio un beso rápido en los labios que me dejó aturdida y pensativa.

Subimos al coche de Leonardo rumbo a la empresa Santamaría, que no estaban muy alejadas de la suite. Al llegar allí fuimos guiados por un joven a la sala de juntas, donde nos recibieron los mismos hombres con quienes habíamos cenado la noche anterior, ellos me miraron con sorpresa y se notaba la extrañez en su rostro; era obvio que pensaban que solo era una conquista de Leonardo y no su secretaria, en realidad era ambas cosas y se notaba muchísimo, sobre todo por nuestros intercambios de miradas a cada momento. Verlo trabajar me encantaba, su tono de voz, la manera en la que se movía, todo en el me resultaba fascinante, pero sobre todo muy excitante.

La reunión nos tomó todo el día, fue agotador, pero Leonardo se veía satisfecho, eran las tres de la tarde cuando nos despedíamos de todo el equipo.

—Ha sido un placer tratar con usted y su equipo, señor Santamaría, la señorita Castell —indicó señalándome—, se comunicará con usted y le enviará el resto de la información.

—Gracias a ti, Leonardo, nos veremos la semana entrante en sus oficinas de Detroit. —Estrecharon sus manos y nos guiaron a la salida.

Leonardo se acercó a mí discretamente y evitando que lo vieran, me apretó los glúteos, luego se acercó a mi oído y susurró. —Iremos a comer algo primero, luego de eso será tu sorpresa.

Esa cercanía suya me ponía nerviosa, era algo que no podía controlar, me acerqué a él solo por su dinero, es cierto, pero aun así me gusta y mucho.

«No te enamores, solo el dinero»

¿Esa voz de nuevo? Respiré profundo y mentalmente contesté: me gusta mucho y punto, le di fin a esa voz que me atormentaba.

Le sonreí a Leonardo saliendo del ascensor y el sonido de su móvil me ocasionó sobresalto, él se alejó para contestar y con una seña me indicó que subiera al auto, fue entonces cuando aproveché para escribir a mi madre.

Mamá, por acá todo muy bien, ya te contare todos los detalles al llegar, te quiero.

Leonardo me llevó a comer a un sitio muy lujoso, donde pedimos sushi, que por cierto estaba riquísimo.

—¿Leonardo, Vas a decirme que es todo eso de una sorpresa? —pregunté terminando mi último bocado.

—No seas ansiosa.

—No te prometo nada. —Reímos.

—Ahora sí, Fabiola, tenemos que irnos. —Con una sonrisa esplendorosa me ayudó a salir de mi asiento, y colocando su mano en mi espalda caminamos hacia la salida, allí le ordenó al chofer que subiera a un taxi y nos esperara en el hotel porqué iríamos sin él.

Maldita AmbiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora