PELLEAS Y MELISANDA

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MELISANDA

Su cuerpo es una hostia fina, mínima y leve. Tiene azules los ojos y las manos de nieve.

En el parque los árboles parecen congelados, los pájaros en ellos se detienen cansados.

Sus trenzas rubias tocan el agua dulcemente como dos brazos de oro brotados de la fuente.

Zumba el vuelo perdido de las lechuzas ciegas. Melisanda se pone de rodillas y ruega.

Los árboles se inclinan hasta tocar su frente. Los pájaros se alejan en la tarde doliente.

Melisanda, la dulce, llora junto a la fuente.

EL ENCANTAMIENTO

Melisanda, la dulce, se ha extraviado de ruta: Pelleas, lirio azul de un jardín imperial, se la lleva en los brazos, como un cesto de fruta.

EL COLOQUIO MARAVILLADO

Pelleas

Iba por la senda, tú venías por allá, mi amor cayó en tus brazos, tu amor tembló en los míos. Desde entonces mi cielo de noche tuvo estrellas y para recogerlas se hizo tu vida un río. Para ti cada roca que tocarán mis manos ha de ser manantial, aroma, gruta y flor.

Melisanda

Para ti cada espiga debe apretar su grano y en cada espiga debe desgranarse mi amor.

Pelleas

Me impedirás, en cambio, que yo mire la senda cuando llegue la muerte para dejarla trunca.

Melisanda

Te cubrirán mis ojos como una doble venda.

Pelleas

Me hablarás de un camino que no termine nunca. La música que escondo para encantarte huye lejos de la canción que borbota y resalta: como una vía láctea desde mi pecho fluye.

Melisanda

En tus brazos se enredan las estrellas más altas. Tengo miedo. Perdóname no haber llegado antes.

Pelleas

Una sonrisa tuya borra todo un pasado: guarden tus labios dulces lo que ya está distante.

Melisanda

En un beso sabrás todo lo que he callado.

Pelleas

Tal vez no sepa entonces conocer tu caricia, porque en las ventanas mías tu ser se habrá fundido.

Melisanda

Cuando yo muerda un fruto tú sabrás su delicia.

Pelleas

Cuando cierres los ojos me quedaré dormido.

LA CABALLERA

Pesada, espesa y rumorosa,
en la ventana del castillo
la cabeza de la Amada
es un lampadario amarillo.

- Tus manos blancas en mi boca.
- Mi frente en tu frente lunada.
Pelleas, ebrio, tambaleaba
bajo la selva de perfume.

- Melisanda, un lebrel aúlla
por los caminos de la aldea.
-Siempre que aúllan los lebreles
me muero de espanto, Pelleas.

- Melisanda, un corcel galopa
cerca del bosque de laureles.
- Tiemblo, Pelleas, en la noche
cuando galopan los corceles.

- Pelleas, alguien me ha tocado
la sien con una mano fina.
- Sería un beso de tu amado
o el ala de una golondrina.

En la ventana del castillo
es un lampadario amarillo
la milagrosa cabellera.

Ebrio, Pelleas enloquece.
Su corazón también quisiera
ser una boca que la bese.

LA MUERTE DE MELISANDA

A la sombra de los laureles
Melisanda se esta muriendo.

Se morirá su cuerpo leve.
Enterrarán su dulce cuerpo.

Juntarán sus manos de nieve.
Dejarán sus ojos abiertos.

Para que alumbren a Pelleas
hasta después que se haya muerto.

A la sombra de los laureles
Melisanda muere en silencio.

Por ella llorará la fuente
un llanto trémulo y eterno.

Por ella orarán los cipreses
arrodillados sobre el viento.

Habrá galope de corceles,
lunarios ladridos de perros.

A la sombra de los laureles
Melisanda se está muriendo.

Por ella el sol en el castillo
se apagará como un enfermo.

Por ella morirá Pelleas
cuando la lleven al entierro.

Por ella vagará de noche,
moribundo por los senderos.

Por ella pisará las rosas
perseguirá las mariposas
y dormirá en los cementerios.

Por ella, por ella, por ella,
Pelleas, el príncipe, ha muerto.

CANCIÓN DE LOS AMANTES MUERTOS

Ella era bella y era buena.

Perdonalá, Señor!

El era dulce y era triste.

Perdonaló, Señor!

Se dormía en sus brazos blancos como una abeja en una flor.

Perdonaló, Señor!

Amaba las dulces canciones, ella era una dulce canción!

Perdonalá, Señor!

Cuando hablaba era como si algo hubiera llorando en su voz.

Perdonaló, Señor!

Ella decía: -"Tengo miedo. Oigo una voz en lo lejano"

Perdonalá, Señor!

El decía: "Tu pequeñita mano en mis labios"

Perdonaló, Señor!

Miraban juntos las estrellas. No hablaban de amor.

Cuando moría una mariposa lloraban los dos.

Perdónalos, Señor!

Ella era bella y era buena.
Él era dulce y era triste.
Murieron del mismo dolor.

Perdónalos,
Perdónalos,

Perdónalos, Señor!

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