Prólogo.

63 5 4
                                    

《—¡No puedes hacer esto, Miranda! —le grita desesperado el conde de Francia a Miranda Princeton, su mujer.

—¡Claro que puedo! —responde la chica, mientras saca el cuchillo que esconde entre sus ropajes —Ya me cansé de tus mentiras y engaños, Edward. Es mi hora de ser feliz, por última vez. —y sin escuchar las réplicas de su amado esposo, le clava el arma en el pecho, y ella, mira el espeso rastro de sangre y comienza a llorar. Y, arrepintiéndose al instante de sus actos, decide acabar con su vida, al igual que lo hizo con el único hombre que amó. 》

Aplausos, la gente se para. Se cierra el telón. No hay nada más que hacer, todas las noches se repite la misma escena y Elizabeth se levanta del suelo con la ayuda de un productor. Mira a su alrededor mientras se sacude el gran vestido color rosado y verde agua, ambientado en la época colonial que lleva puesto y mientras se despide de sus compañeros de obra, se encamina a su camerino lo más rápido posible, sin querer ver a nadie y tener un poco de paz antes de salir afuera y encontrarse con la prensa. La castaña se siente agotada. Y dar tantos shows y notas para los periodistas la agobia.

Llega como un rayo al camerino, pero tiene ya a alguien esperándola en la puerta: Robert, su mánager y el hombre que le dio una oportunidad para entrar al mundo del espectáculo. Él está sonriendo abiertamente mostrando esa perfecta dentadura blanca que tiene. Se encamina hacia Lizzy antes de que ella llegue a destino.

—¡Mi adorada Keira! —la recibe él con un beso en la mejilla y ella rueda los ojos ante el nombre con el que se dirige a ella.

—Robert, cuantas veces te dije que mi nombre es Elizabeth, o, a lo sumo, Lizzy. No Keira. —le retruca exasperada la castaña mientras se adentra en su camerino y el hombre, que ya se le estaba empezando a notar su entrada a la mediana edad, la sigue a paso firme y seguro.

—Keira...—Robert hace caso omiso al pedido de la chica y toma asiento en el sillón negro que se encuentra en la sala, mientras que Lizzy se acomoda en frente de su cómoda dispuesta a sacarse todo el maquillaje. —Elizabeth no es un nombre artístico y que llame la atención de la gente, es un nombre muy común...

—Los nombres comunes también están de moda, querido. —lo interrumpe la chica, hastiada.

—A lo que voy...—retoma Robert— es que Keira, es un nombre que llamó mucho la atención ¿te acordás de tus comienzos?... Elizabeth, ¿porque no le pides que te saquen el maquillaje a la gente de producción? —inquirió, pero Lizzy no respondió porque ya estaba perdida en sus pensamientos.

Sus comienzos...cómo olvidarlos. Él día que su vida dio muchísimos cambios. Por empezar, como cuando conoció a Robert, o cuando llegó a Nueva York, el día que se despidió de Nina, de su madre, de...Mason.

Recordó los días en que era esa chica común y corriente, que iba cantando a todo pulmón por las calles de su tan amado pueblo, o las veces que participó en el teatro de su escuela, actuando...algo que tanto ama.

Recordó los días en los que fue esa chica, feliz, audaz y entusiasta.

Mejor será que relatemos desde el principio la historia de Lizzy, ¿no les parece?

Desde los días en que nuestra protagonista era...esa chica.

Los Sueños de Elizabeth.Where stories live. Discover now