Capítulo 2: Volver.

10 3 0
                                    


El autobús de la línea 23 llega a mitad de destino: Clermont, de él se bajan tres personas: una mujer y su hijo; y un hombre morocho, medio petizo. La mujer y el chico siguen su camino habitual hacía su casa. En cambio, el hombre se queda en el mismo lugar de la parada, observando a su alrededor. Clermont no había cambiado tanto para él, lo único nuevo que pudo descubrir fue que remodelaron la plaza y el hospital, algunas casas pintadas, y gente nueva. No conocía a casi nadie del lugar, nadie conocido a la vista. Si bien, hacía más de diecinueve años que había dejado su pueblo, no pensó que hubiese crecido bastante en base a la población. Caras nuevas se le cruzaban mientras caminaba hacía lo que era su antigua casa, se sintió un poco fuera de lugar al ver gente desconocida. Pero, a medida que iba llegando a su barrio natal, caras conocidas se le acercaron.

- ¡Bob! ¿Sos vos? -una voz lo hizo detener. Se giró y se encontró con Doña Clementina, la dueña del kiosquito de la esquina. Al principio no la reconoció, pero a medida que la mujer ampliaba su sonrisa, no dudó que era ella. Quiso mostrarse frío ante el encuentro.

- Sí, ¿usted es? -le pregunto, con cara seria. La sonrisa de la pobre mujer se fue apagando, algo decepcionada.

- ¿No te acordás de mí?-inquirió, triste. Este negó. -Soy yo, Tina, tu amiga. Clementina...vos venías cuando eras chiquito a que yo te consuele cuando tu mamá te regañaba...-le recordó, esperanzada. A éste se le escapó una pequeña sonrisa, al también recordar esos tiempos. Ella notó el acto y sonrió. -Sí te acordás de mí. -afirmó.

-No, señora, ya le dije que no. Me tengo que ir...-mintió. La mujer lo miró. Pero asintió, al darse cuenta que era un caso perdido hacerle recordar tal cosa, era muy testarudo. -Adiós.

-Adiós ¡cuando te acuerdes de mí no dudes en venir a visitarme! -le dijo la mujer, antes de meterse nuevamente en la casa.

Robert, muy dentro suyo, se sintió mal por haber tratado de esa manera a Clementina, pero no tuvo otro remedio. Después de todas las cosas malas que pasó en la vida, lo hicieron alguien frío y serio. Se prometió no volver a demostrar sentimientos hacia cualquier tipo de personas. Camino unas tres casas más hasta llegar a su antiguo hogar. Tocó timbre, esperando ver a su madre ser la que abra la puerta, no sabía cómo su mamá se iba a tomar su regreso después de diecinueve años de ausencia lejos de ella. Pero su madre no fue quien vio cuando la puerta se abrió, sino a su hermano, Esteban.

-Hola. -saludó cortante Robert, luego de un largo silencio en el cual ambos mantuvieron miradas amenazantes. El morocho sintió como que su presencia no le agradaba para nada a su hermano menor.

- ¿Qué haces acá? -preguntó sin tapujos Esteban. Nunca pensó que al abrir la puerta ese día se encontraría con el tipo que los hizo tan infelices a su madre y a él.

-No es obvio. -Robert también estaba serio. -Volví.

Esteban alzó una ceja. - ¿Para qué volviste? ¿Para hacernos aún más infelices? ¿Para ignorarnos como lo hiciste estos últimos diecinueve años? -a esa altura ya estaba alzando la voz.

-Esteban, por favor...-murmuró el hombre, avergonzado, al ver que su hermano estaba por armar una escena en medio de la calle. -Déjame entrar...necesito ver a mamá.

-Mamá ya no está acá, Robert. -respondió seco. Un interrogante se le formó en el rostro al susodicho.

- ¿Cómo que ya no está acá? ¿La llevaste a un asilo? No podes s...

-Mamá murió, Robert, murió. -lo interrumpió Esteban y Robert sintió como el mundo se le venía abajo. Se quedó mudo. Su hermano rodó los ojos. -¿No vas a decir nada?

- ¿Cómo? ¿Por qué? -fue lo único que pudo articular, estaba en shock. Esteban sintió un poco de pena, al ver que a Robert realmente le afectó lo sucedido, y lo hizo ingresar a la casa. Se ubicaron sobre el sofá que se encontraba en el living.

-La mataste. ­-le soltó en la cara, luego de tantas insistentes preguntas por parte del mayor.

- ¿Yo la maté? -le preguntó, confundido.

-Sí, cuando te fuiste así como así, sin decirnos nada aquella noche, a mamá le agarró un ataque de pánico...-comenzó a relatar el menor-...ella ya venía con unos problemas de salud, y ya la avanzada edad se le estaba notando, su entrada a los cincuenta...estuvo así por tres días, con ataques de pánico, por lo cual la tuvimos que internar en el hospital por una semana y media, en ese período de tiempo, no dejaba de preguntarme por vos, y hasta me rogó que te busque...-en ese momento el mayor bajó la mirada con tristeza. Esteban continúo: - y lo hice, por supuesto que lo hice...pero vos no atendías ni las cartas, ni las llamadas telefónicas, hasta viajé a Nueva York para buscarte, pero ya no estabas...y todo lo hice por mamá. El brillo de sus ojos se fue apagando cada vez que no traía noticias tuyas. Nunca pudo superar tu partida. El último tiempo ya casi no hablaba, hasta que nos enteramos que padecía de cáncer cerebral, a causa de un golpe en la cabeza que se había dado de adolescente, y que los síntomas y anatomías, recién empezaron a evolucionar a sus cuarenta y ocho años...hasta que falleció. -finalizó con lágrimas el menor.

-Yo...no estaba enterado de todo esto...-balbuceó.

- ¡Y claramente que no ibas a estar enterado de todo esto si nunca en estos putos diecinueve años intentaste contactarte con nosotros, y ni siquiera te dispusiste a gastar un miserable minuto de tu vida para pensar en cómo estará tu familia! ¡En lo único que te preocupaste fue en vos y en tu ego! -explotó Esteban.

- ¿¡Qué!? ¿Está mal querer ser alguien mejor en esta vida, está mal querer superarse? -le retrucó con enojo. Ambos tenían mal genio, y eso no ayudaba mucho en lo que iba de la tarde.

-¡No, no está mal! ¡Lo que está mal es esfumarte de la vida de tus seres queridos sin despedirte, sin siquiera volver a vernos, teniendo a esos seres queridos preocupados por ti! ¡Eso está mal! -respondió dolido el menor. Robert se quedó sin palabras, sólo se limitó a bajar la mirada. -Te pido que te vayas, no te quiero volver a ver más en la vida.

Robert alzó la mirada - ¿Me estás echando? -el otro asintió, triste. -Bien, no me vas a ver más. -el hombre, con la cabeza en alto, traspasó la puerta de madera y se perdió entre las calles del pueblo, buscando un lugar dónde pasar la noche, lejos de sus seres queridos.


Créditos a la bella de  por la portada <3

Los Sueños de Elizabeth.Where stories live. Discover now